Un puñado de nubes, 52

06-06-2011.

Como prometí en la Nube anterior y con la venia del autor, voy a proceder, amable lector, al rescate narrativo del preterido personaje Alfonso. Se decía, en la Nube 44, que Alfonso tenía el teléfono entre las manos; manos temblorosas que manifestaban el mal estado en que se encontraba, como resultado de la tunda que le dieron los mafiosos de Las casitas blancas por haber dejado escapar a Aymara. Penosamente pudo marcar el número de teléfono de León. El solo sonido de la llamada le producía agudos flechazos en el tímpano, «efecto, sin duda –pensó‑ del golpe que recibí a la altura de la oreja». Nadie respondía. Defraudado, colgó el teléfono y, a duras penas, pudo llegar hasta su habitación. Empujó la puerta y se derrumbó en la cama. Alfonso no podía saber que, por el momento, León prefería resolver definitivamente la cuestión del viaje a Barajas. Ya tendría tiempo de contarle lo que ahora tú, amable lector, tienes el privilegio de saber punto por punto.

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