Vendedora ciega junto a la fuente
En cestos como cálices antiguos,
las rosas, las granadas, los albérchigos.
Deja el agua su música correr
tan lentamente, tan pobre, tan dulce,
como la voz quebrada de la ciega
que ofrece su riqueza perfumada
y parece que llora.
No posee
nada más que las frutas y las rosas
y su voz, como el agua, quebradiza,
y unas manos delgadas que conoce
la piel de las monedas sin rozarlas.