Contratiempo

26-06-2011.

Al cruzar la delgada garganta que penetra en el valle; a las puertas de la inmensa explanada, cuna y regazo de nieves y ventiscas; cuando la luz de la mañana permitía contemplar la inmensa cima del Puigmal, donde el águila dorada se eleva con orgullo; a la vista de la soberbia atalaya del Coll de Finestrelles, en donde sueñan amorosas fantasías las crías del oso pardo; cuando empezaban a distinguirse las empinadas moles del Pic de Segre, morada del rebeco, del noble ciervo y el corzo triscador; cuando, varado en medio de la nieve, se adivinaba el contorno secular del santuario convertido en hotel; cuando se aproximaba a su destino, tras haber remontado despeñaderos, laderas y taludes; cuando sólo faltaban unos metros para llegar al pequeño túnel de madera, que comunica la estación con el hotel, tras un leve jadeo, triste y doloroso, el tren chasqueó con fuerza, intentó reanudar el viaje y, presa del cansancio, exhausto y agotado, se paró.

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