Al monitor le hubiera gustado encontrar las palabras apropiadas para expresarles su agradecimiento y su respeto. Le hubiera gustado decirles algo importante, pero se quedó mudo, sin saber qué decir. Pensaba que cualquier cosa, que le viniera a la imaginación, sería inoportuna y volverían las risas. Ana Llorens, la profesora, y Oriol Escudé, el director de la escuela, parecían hechos de una madera especial. Iban de aquí para allá, sacudiéndose la nieve del anorak, golpeando el suelo con las botas, organizando a los muchachos, ayudándoles a subir el equipo y contagiando entusiasmo y vitalidad. Colocaban sacos, mochilas, bastones y esquíes, en el tren cremallera, único medio de transporte para acceder al valle. En pocos minutos, estuvieron instalados, los pequeños en el primer vagón y los mayores en el segundo y el tercero.