Canciones con historia 11 – Un par de los Beatles

Un título cambiado: “With a little help from my friends”

La canción, incluida en el LP “Sargent Peper Lonely Hearts Club Band, fue escrita por Lennon y McCartney para que la cantara Ringo, que al principio se negó a hacerlo porque decía que no se veía capaz de llegar a las notas más altas, pero accedió presionado por ambos que insistieron en que la cantara incluyendo la alta nota del final. Ringo accedió con una condición: la introducción se cambiaría de «What would you do if I sang out of tune? Would you throw ripe tomatoes at me?» (¿Qué haríais si cantara la nota incorrecta? ¿Me arrojaríais tomates maduros?) a «What would you do if I sang out of tune? Would you stand up and walk out on me?» (¿Qué haríais si cantara la nota incorrecta? ¿Os levantaríais y me abandonaríais?). Sus argumentos para este cambio eran que él no quería que sus fans le lanzaran tomates si cometía un error cuando la cantara en vivo.

La canción aparentemente es una conversación entre el cantante y un grupo de gente. Por ejemplo, en el fragmento «Would you believe in a love at first sight/Yes I’m certain that it happens all the time», los otros tres Beatles cantan la primera línea, y Starr contesta en la siguiente.

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El Niño de Praga y el teatro negro, otra forma de ver Praga, y 3

Está en todos los escaparates de souvenir, en las tiendas de cristal de bohemia, en las de cerámica, en los folletos informativos, en las guías turísticas… y en su iglesia. Ver un Niño Jesús tan diminuto por todas partes, nos estimulaba el deseo de conocer al auténtico. Así que nos planificamos para incluir la visita a su templo, en el que el cansancio nos obligó a sentarnos en los incómodos bancos, condicionados para arrodillarse, ya que un inoportuno listón a la altura de la media espalda fuerza a los devotos a hincar las rodillas en la traviesa destinada para ello.
Finalizada la celebración litúrgica –casualmente, misa en español‑, nos acercamos al rococó retablo que adornaba el altar del popular Niño Jesús.  Continuar leyendo «El Niño de Praga y el teatro negro, otra forma de ver Praga, y 3»

«Mi vaquerillo», de José María Gabriel y Galán

Esta poesía me impactó cuando la leí por primera vez, siendo niño. Creí entonces descubrir la bondad humana. Hoy la he encontrado en internet y he visto otras connotaciones que estaban ocultas.
 
Las hago públicas para conocimiento de los defensores de la moral y las buenas costumbres y por si encuentran al “señorico” miserable (que no solo confiesa públicamente sus fechorías sino que está seguro de obrar correctamente y que hace méritos para ir derecho al cielo) y arrojarlo directamente a los cerdos después de empalarlo.
 

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El puente de Carlos: otra forma de ver Praga, 2

El puente de Carlos es la seña de identidad más característica de los numerosísimos impactos visuales que recibe el visitante de la capital bohemia. Une la ciudad vieja con el barrio de Mala Strana, en el lugar justo donde la vista puede recorrer, en un giro de trescientos sesenta grados, una panorámica de ensueño. De todas las evocaciones, me quedo con los dos atardeceres que contemplé respirando la suave brisa del río Moldava, mientras observaba el intenso tráfico de barcos turísticos, la bellísima estampa del castillo con la catedral de San Vito, el barrio judío y los tranvías omnipresentes a uno y otro lado.

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Metamorfosis: otra forma de ver Praga, 1

«Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia». Así empieza el relato más famoso de Franz Kafka: La metamorfosis (1912).
Estaba yo en Écija, ejerciendo mi segundo curso de maestro de primaria, cuando leí por primera vez este sobrecogedor libro, una tarde lluviosa de otoño. Un vaso de leche y unas yemas El ecijano me endulzaron el final de tan ocurrente ficción, antes de apagar la lamparita e intentar dormir. Fue una de las noches más inquietas que recuerdo. Al despertar, me dirigí al lavabo, miré las pupilas de mis ojos y suspiré tranquilo al comprobar que seguía siendo el mismo. Continuaba lloviendo, pero, en mi habitual recorrido a la escuela, saludaba más efusivamente a las personas con las que me encontraba todos los días. Me sentía feliz por ser como era: uno más de mi especie.
Cuarenta años después, visitando Praga, he sentido las mismas extrañas sensaciones, al acercarme nuevamente al escritor checo-judío en una de las ciudades más sugerentes del mundo por sus innumerables obras de arte, su pintoresco enclave junto al río Moldava ‑aún limpio‑, su belleza arquitectónica y urbanística, su integración en el entorno natural, su cuidada gastronomía, sus anárquicas y armónicas plazas, la belleza de los ojos azules de sus mujeres, la eficacia del transporte público, la increíble desincronización de los semáforos para peatones, el silencio y la limpieza de las calles (no oí el tubo de escape de una moto en cinco días), la posición humillante de pedir limosna de los mendigos, la monumental imaginería, el exuberante y obsesivo barroco de las iglesias, el conmovedor cementerio judío, la exquisita cerveza… ¡y las arañas! Me percaté de ellas en la noche del tercer día, dentro del barco en el que paseamos por el río con la intención de disfrutar de las fantásticas vistas del Castillo, de la Catedral de San Vito, del Teatro Nacional o del Puente de Carlos.

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Dos nuevas y lindas exposiciones

La galería de arte “Félix Gómez”, sita en la calle Morería nº 6 de la capital hispalense, vuelve a dar muestras de su tozuda apuesta por la pintura figurativa de autores de cualquier latitud española (a pesar de que la echaron de Arco por ello), pero siempre abogando por el tándem calidad-variedad.

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Mi “Gran Hermano”

Desde que te conocí, no he dudado en tenerte muy cerca y transmitirte mis más vívidos secretos. Siempre te tengo a mi vera; nunca te olvido ni te dejo abandonado; estoy muy pendiente de ti -bastante más que tú de mí-; pero, te quiero tanto, que no te venderé a cualquier postor, mientras que tú sí que transmites toda mi información (escrita, hablada o grabada) a terceros, que preveo no buscan precisamente mi bien.

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En modo “abuelo”

Cada etapa de la vida precisa de un programa diferente para llevar a cabo los objetivos necesarios que alcancen unas reconfortantes metas. No es lo mismo tener tres años que cuarenta, ni ejercer un rol de hijo que de tío, ni de jefe o subordinado; por ello, hoy, gracias al lenguaje de la informática, se nos hace más sencillo entenderlo al compararlo con nuestro sistema operativo vital. Nuestro propio ser: el hardware (conjunto de los componentes físicos de los que está hecho el equipo informático); y los diferentes modos de vida, que deben ejecutarse: softwares (conjunto de programas y rutinas que permiten a la computadora realizar determinadas tareas), servirán para completar, feliz y exitosamente, el portentoso proceso de la existencia.

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