18-06-2011.
«Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto sea duradero. De modo que todo aquello que pidáis al padre en mi nombre os será concedido».
El padre Mendoza iniciaba la inesperada plática de aquella tarde con estas palabras del evangelio de San Juan. Nos habían reunido a todos los alumnos de Magisterio, desde “Prepa” a octavo curso, en la iglesia del colegio.
Llegaron más tarde los de Formación Profesional. El rector se encontraba en Madrid buscando ayuda para la institución. Los problemas parecían muy graves; tanto, que aquella noche haríamos turnos de vela ante el Santísimo para pedirle que, en Madrid, atendieran y ayudaran en sus demandas al padre Bermudo. La situación era crítica a juzgar por la solemnidad y la tristeza que reflejaban los rostros de curas y profesores.
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