Visita organizada por el Museo Arqueológico de Úbeda.
La plaza del Doctor Quesada
El médico don Balbino Quesada Agius, nacido en Segorbe (Castellón) en 1843, dio nombre a este espacio urbanístico, al que muy forzadamente puede dársele hoy el nombre de plaza. No obstante, sí podría haber tenido ese carácter cuando, en la muralla que atravesaba el recinto, se abría una de las dos puertas de Toledo, concretamente la interior, llamada del Santo Cristo.
Dicha muralla determinaba la existencia de dos ámbitos urbanos diferentes: por un lado, la calle de Entre las dos puertas; por otro, la plaza del Santo Cristo. Mientras
esta pertenecía a la parroquia de San Pedro, aquella era jurisdicción de San Pablo.
La calle Real
También fue la calle Real (el Real, para los ubetenses) frontera de esas mismas parroquias. Y ha tenido, además de su nombre actual, otros dos: Ignacio Sabater y José Antonio. Por otro lado, se intentó ponerle en 1868, aunque sin éxito, el de Alcolea.
La torre de don Antonio Ortega
Injustamente llamada del Conde de Guadiana (pues su constructor no fue este), la torre forma parte del palacio comenzado a erigir en el XVI por el señor de Alicún, don Andrés de Ortega, que lo encargó a Pedro del Cabo, “el Viejo”. Fue el hijo de aquel primer promotor, don Antonio Ortega Porcel, el que mandó construirla, en un proceso que tuvo lugar sustancialmente, según Almagro García, en el primer cuarto del siglo XVII. La galería del ático, que toma como modelo la del palacio de Vela de los Cobos, se hace, según dicho autor, entre 1614 y 1615. Los canteros Pedro de Alarcos y Juan de Anguís intervinieron en todo su desarrollo, aunque se desconoce quién dio la traza y quién labró los elementos decorativos. Las rejas fueron realizadas por Tomás Pérez, Nicolás Pérez y Francisco Vela en 1616.
La torre, de cuatro cuerpos, está profusamente decorada en las dos caras que miran al Real y a la calle Juan Pasquau, destacando entre todo las bellas estípites antropomórficas que flanquean los huecos de sus dos pisos intermedios. De estos seis vanos hay que resaltar a su vez los dos de doble haz que hacen esquina, cuyo entablamento en ángulo recto es sostenido por una columna de mármol blanquísimo. Sobre cada hueco, hay un escudo heráldico. Mientras el cuerpo bajo se muestra casi hermético, el superior se hace translúcido merced a la galería que lo recorre siguiendo el modelo implantado en el palacio de Vela de los Cobos.
Alguien dijo alguna vez que esta torre era una de las más bellas de Europa.
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Comenzó a erigirse en 1924 y ya en mayo de 1926 se daban en él funciones, por lo que debió ser inaugurado con anterioridad. Era por entonces su propietario don Horacio Bernales. Su nombre primitivo fue el de Rey Alfonso, sustituido por el actual a la llegada de la República.
Lo desaparecido
—El Mesón de los Caldereros, enclavado en la jurisdicción de San Pablo y perteneciente en 1548 al comendador Día Sánchez de Carvajal. Pasó después a manos de las monjas de Santa Clara.
—Los soportales. Los enclavados junto a la actual Travesía de Álvaro de Torres estuvieron presentes hasta hace unas décadas; los del Señor de la Columna, a partir de 1928.
—La Calleja del Tinte, sin salida. Estaba en el costado de San Pablo y aún existía hacia 1627.
—La Estafeta de Correos. En la acera izquierda del Real. Citada en 1629.
—Las tiendas de escribanos. Al igual que en la plaza de Toledo o junto a las Casas Capitulares, también hubo en el Real escritorios donde ejercían su función algunos escribanos como Juan de Córdoba y Antón de Cazorla.
La dinámica actividad del Real
Si los talleres de artesanos y menestrales dan al Real su más relevante carácter al inicio de su historia, las tiendas de comerciantes constituyen una nota distintiva a lo largo de toda su existencia. Las mercerías, por ejemplo (hay botoneros, peineros, abaniqueros, cinteros y buhoneros), hacen del Real su sede más habitual. No faltan tampoco las sombrererías (algunas, especializadas en la fabricación de bonetes), guanterías, cordonerías y las tiendas de ropavejeros, jubeteros y sastres.
El ramo alimenticio viene representado por los especieros, buñoleros, aceiteros, pasteleros y confiteros. Conviene hacer notar que las confiterías son en el Real un establecimiento permanente.
La primera ferretería que se inserta en los padrones del Real corresponde al año de 1785, establecida en la acera de los nones. Sin embargo, antes de esa fecha, algunas de las funciones propias de este tipo de comercio las venían desempeñando los panilleros, los cerrajeros y los herreros.
La moda también se asoma a esta calle: en 1732 había un fabricante de pelucas y, unos años después, aparece un coletero. Por otro lado, los mercaderes se avecinan también en el Real durante los siglos XVI y XVII.
En la centuria de la Ilustración, los comerciantes se eclipsan, para volver a otro momento esplendoroso en el XIX.