Querido Diego:
Pensé contestar a tu amable carta telefónicamente y evitar la formalidad de la letra escrita por varias razones: en primer lugar, porque te tengo en gran estima; porque no soy partidario de polemizar; porque, después del debate, cada uno sigue pensando como pensaba y, a veces, estas réplicas sólo consiguen erosionar las buenas relaciones que se deberían potenciar y mejorar; porque te admiro de verdad, por tener ese corazón tan grande, que lo mismo puede con libros que con obras de teatro; y porque sigues siendo una excepción maravillosa. Me olvido del teléfono y te dedico estas palabras sencillas y sinceras, en espera de tu aprobación.
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