«Los castigos ejemplares son los que menos sirven de ejemplo por lo que tienen de teatro». Unamuno.
Removiendo ese rincón de la memoria, en donde siempre encontramos viejos cachivaches, tropiezo con aquellos castigos ejemplares sucios hoy por el polvo, los años y el olvido y porque, desde hace mucho tiempo, ya nadie quiere divertirse con ellos. En los primeros años de internado, eran una nota de color entre tanta rutina inalterable; una chispa graciosa en nuestras vidas tristes y negras como un misal. «¡Qué cosa más augusta eran los castigos públicos!», dice Unamuno. «Tenían la fascinación de una tormenta en alta mar, la seducción de lo desconocido y el protocolo de una ejecución en plaza pública. ¡Qué solemnidad! ¡Qué silencio! ¡Qué crueldad!».