Paco Rabal, el poeta

Uno de los personajes famosos que colaboraron en Tanteos fue Francisco Rabal. Algunos recuerdan que, delante de Burgos, Lorite, Martos y otros, me presentó a Nuria Espert como un importante redactor de un periódico valiente, rebelde, revolucionario; y, eso, desde un colegio de “jesuitas”(dijo esta palabra como si imitara la peor imagen que tengamos del padre Navarrete Loriguillo).

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Murió hace quince años

Desde el primer número de Tanteos siempre contamos con la colaboración de Antonio Gala, y a nuestra revista envió dedicada su primera obra teatral Los verdes campos del Edén. Mandó incluso una poesía que por error, del que doy fe, no incluyó su firma. “El último atardecer” se publicó en el n.º 5 de Tanteos en la Navidad de 1964 y el Año Nuevo de 1965.

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Aquellos viajes de estudios de los sesenta

Ayer mismo unos chiquillos me ofrecieron unas papeletas para su viaje de estudios del 2003.
Recuerdo con nostalgia infinita cómo fueron los nuestros. Tras el último oscuro de Escuadra hacia la muerte, en los camerinos y con las primeras 5 000 pesetas del taquillaje, hablábamos con don Jesús hasta dónde podríamos ir. Fue el inicio de unos viajes auténticos de estudios donde, bajo el asesoramiento enriquecedor de nuestro MAESTRO, íbamos a llenar las mochilas de una cultura y de unas experiencias inolvidables. La falta de medios económicos, la voluntad de vivir por nosotros mismos nos hicieron desarrollar el ingenio para sobrevivir, y de qué manera, en circunstancias adversas; pero las anécdotas, por simpáticas que sean, no pueden empañar el cristal transparente de unos hechos consumados.

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Una ausencia que lamento

Tal vez sean las seis o siete de la tarde de este sábado 21 de septiembre. Me ha llegado el turno de dirigiros la palabra. Lamento que no os llegue mi voz (espero estar camino de Madrid). No he podido cumplir con dos compromisos que parecían compatibles en un principio. Mi participación como conferenciante en el Congreso Internacional de Pedagogía Social de Salamanca me ha retenido en la mañana de hoy.

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Capitán, nuestro capitán

También, como en la película El club de los poetas muertos, fue éste el grito de todos cuantos nos reunimos el día 19 de Septiembre en Úbeda. En el fondo lo que anhelábamos, como tantas otras veces, era reencontrarnos con él, abrazarle y escucharle, oír su cálida palabra y llenarnos de nuevo de entusiasmo.
No nos defraudó. Habló don Jesús. Su voz pausada, diáfana, plena de cariño, llenó nuestras almas de recuerdos de juventud, de ilusiones compartidas, de agradecimiento infinito.

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Burgos, cuéntame cómo pasó

Dicen que la Historia no es como pasó, sino como la recordamos. Hoy, casi cuarenta años después, indudablemente hay que abrir la mochila de los recuerdos y emborracharse de aquel tiempo tan feliz de nuestra adolescencia.
Nos enseñaste a soñar por las noches, pero con la responsabilidad de hacerlos realidad durante el día. Nos hiciste vivir una vida bella, incluso en las horas tediosas del internado.

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Yo estaba en deuda con él

 

Apenas han pasado cuarenta años, y ahora, en puertas de mi jubilación, me encuentro con esta gran oportunidad de saldar una vieja deuda.
Gracias Dionisio, gracias a todos vosotros, queridos compañeros, que estuvisteis el día 20 de septiembre en nuestra Safa de Úbeda, por haber tenido esta idea tan feliz: editar de nuevo Tanteos en su época tercera.

 

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Jesús, el jardinero

Recuerdo una sabrosa anécdota que se suele contar en los tribunales de oposiciones. Es el caso de aquel profesor de Biología que, independientemente del tema que le tocase desarrollar en el examen, se las apañaba de tal manera que siempre acababa hablando de las características e importancia del cocodrilo. Como es natural siempre suspendía ante su asombro.

En mi caso, ya sea el título que elija o se me asigne, terminaré hablando, como nuestro reiterativo y entrañable opositor, de lo mismo, aunque en esta ocasión no hay miedo a suspender, pues difícilmente uno puede dejar para septiembre sus propios sentimientos —y no digamos las ideas— si éstos han servido para hacer las tirantas de sujetarse en el devenir de la vida.

 

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Recuerdos

Allá por el mes de mayo, en una de mis frecuentes visitas por Úbeda y, en particular, al Colegio, quizás, al mismo tiempo que se cernía en la mente de nuestro ínclito Dionisio la feliz idea, ya realidad, de reunirnos en torno a la siempre viva, permanente y perenne figura de nuestro maestro, don Jesús, me encontraba apoyado sobre la valla que separa el campo de la Primera —hoy convertido en complejo deportivo de Úbeda—, de nuestro campo, del campo de la Segunda, de la Segunda División de don Jesús, (digo esto porque, para mí, tras la marcha de don Jesús ya no hubo más segundas en el Colegio) cuando comenzaron a pasar por mi mente imágenes sin número favorecidas porque el campo de fútbol de la Segunda, ¡nuestro campo de fútbol!, permanece igual, sin variación alguna, como fue concebido en la mente de, cómo no, don Jesús.

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