27-02-2009.
Hoy el correo ha sido generoso: me ha traído el recuerdo de las voces recias y poderosas de los compañeros; me ha devuelto los ecos de antiguos desfiles y los sueños que el tiempo se encargó de alejar.
Hoy he cantado en la imaginación canciones de entonces, bajo la mirada de aquellos maestros irrepetibles: Isaac Melgosa, Lisardo Torres, Jesús Burgos, Sebastián López. He vuelto a entonar, grave y solemnemente, canciones de amor y de contienda. El amigo Berzosa me ha enviado la música y la poesía de “Lili Marlen”, regalo de Manuel Jiménez; y, hace un par de días, Manolo Valenzuela me obsequiaba con una selección de poesías de Góngora, Juan Ramón, Gerardo Diego, Emilio Prada, Cernuda, Manuel Altolaguirre y, sobre todo, Alberti: “musho” Alberti. ¡Qué delicia!
Hoy, cuando la memoria se oscurece lentamente; cuando los afanes de gloria y de triunfo se apagan poco a poco; cuando los ideales se pierden -como naves sin rumbo, ocultas entre los surcos de la memoria-, aparecen aquellas viejas canciones del colegio: El himno de Infantería, Lili Marlen, Adelita, El novio de la muerte, El himno de la Segunda División. Música y poesía, afecto y sentimiento.
Desconozco si los actuales alumnos de la Safa conocen tantas canciones, aprenden tantas poesías y desfilan
Con el alma rebosante
de una nueva juventud,
de una nueva juventud,
como hacíamos nosotros; pero creo que la escuela, en general, ha sufrido un empobrecimiento poético y musical que, posiblemente, no ha sido compensado con otros valores humanos semejantes. Recuerdo una mañana en Valladolid, recitando de memoria en casa de don Jesús, estrofas de Rubén Darío, Zorrilla, Lorca, Machado.
Los maestros se van, pero dejan, tras de ellos, la luz de su enseñanza y de su ejemplo.
Cuesta trabajo imaginar las clases, los patios y los campos de las Escuelas sin poesías, sin canciones, sin desfiles. Los alumnos de hoy no saben lo que se pierden. ¿Nadie les ha enseñado el himno de la Segunda División? ¿De verdad no conocen aquella letra y música inolvidables? Algunas canciones nadie nos las enseñaba; no era necesario. Se fijaban en nuestra memoria, porque nos estremecían interiormente, cuando las oíamos cantar a nuestros compañeros.
En pie, compañeros de ilusiones,
en marcha,
bajo el sol de una canción…
en marcha,
bajo el sol de una canción…
Estoy de acuerdo en que, en nuestro programa de formación, escasearon la Física, la Química, las Matemáticas; y sobró Teología Dogmática -pongamos por ejemplo-; pero esa es otra cuestión. Eso sería objeto de otro debate. Hoy quiero hablar de “Ritmos del alma” y de “Estrofas de luz”. Quiero decir que, sería deseable que, los hombres y las mujeres, que hoy se forman en las aulas de la Institución, volvieran a aprender aquellas canciones y aquellas poesías. Si las escucháramos, tras las puertas de las clases, en los pasillos, o en los campos de juego del colegio, seguramente podrían oírse todavía, perdidos en el viento, versos dormidos y canciones con sabor antiguo. La historia de las Escuelas es la historia de un sueño poético imposible, o de una música sublime e ideal.
Posiblemente, la falta de formación poética y musical de nuestra juventud sea una de las causas del desafecto, de la falta de estabilidad en las relaciones matrimoniales, del desarraigo social y familiar; y, quién sabe si, también, de la hostilidad y de la violencia que sacuden a nuestra sociedad. Cuando los sociólogos o los pedagogos se decidieran a investigar las causas de estos acontecimientos, deberían considerar la importancia que antaño tuvieron en nuestra formación los poemas y los himnos. (Además de los garbanzos y de las lentejas).
Barcelona, 22 de febrero de 2009.
P. D. Con mi mayor afecto, os adjunto copia original del himno de la Segunda División, regalo de don Jesús, en una de aquellas mañanas de sol y de nostalgia.