Los árboles

“Arbor honoretur cuius nos umbra tuetur”.
Los árboles I
Cerca de mi casa, y pegada al arroyo de mis correrías infantiles, había una chopera. Breve y estrecha. Suficiente para acoger entre sus hojas pájaros y cigarras. Eran chopos canadienses, de tronco liso y erguido. En ellos aprendí a trepar hasta que su fronda me ocultaba por completo. Con cinco o seis años allí descubrí mi primer nido. Era de colorines. Fue como un sello de ternura troquelado sobre mi sensibilidad infantil.
A doscientos o trescientos pasos, tras una cerca, había otros árboles mucho más altos y frondosos. Cuando, uno o dos años adelante, me atreví a saltar el cercado, vi que también eran chopos. De hoja más pequeña y de un verde más oscuro. Imposibles de escalar. Su tronco, rugoso y cortezudo, estaba arropado desde la base por ramas fuertes y tupidas. Eran chopos castellanos.

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Indecencias

07-06-06.

Creí que yo había llegado al límite del asombro, me lo creí como tantas cosas que uno creía y en las que ya no cree. Que la vida te da los palos por donde a veces no los esperas y de quienes menos los esperas, parece cosa ya establecida como regla inexorable. No esperes el agradecimiento, ni siquiera la consideración de quien no te la ha tenido nunca… Bueno, que me voy por otros lados.

Una cadena “privada” de televisión lanza un “producto”, como tantos otros ya en antena, de bajísimo contenido en el que predominan dos supuestos ganchos mediáticos, el que en él intervienen “personajes famosos” y en que los confinan para convivir en un “hotel”. Bien, es un programucho con una estructura endeble y apto para cabezas de debilidad mental o que no tengan otra cosa que hacer. Libertad hay para verlo (o no).

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penaga@hotmail.com

Está claro que la vida tiene tres proyecciones temporales cuya importancia varía según los años que se van cumpliendo. Cuando niños, el pasado apenas cuenta. El futuro interesa puntualmente, si se tiene una acción en ciernes o un cumplimiento obligatorio, si se van a cumplir años, si se aproxima una fiesta o un viaje… Y lo que sí ocupa a esas mentes infantiles es el presente con su emoción, intensidad, urgencia, divertimiento…

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Cronicón impertinente

 

 

                I

Por fin llegó el gran día,
por fin la hora es llegada.
Aquí, confluyen caminos,
aquí, en esta explanada,
ante un Cristo Rey de piedra
que, desde su alta fachada,
contempla la escudería
de coches caros, de “haigas”,
que, los otrora zagales
de modesta indumentaria,
“calzan” ahora, ya viejos,
las testas mondas o blancas,
y las lisas barriguillas
de nuestra común infancia,
por bodas y por bautizos,
hechas ya lustrosas panzas.

Pero dejemos un tema
que da para muchas páginas
y veamos la concurrencia
que aquí está congregada.

Desde la nevada Helvecia
arribó Antonio Lara,
catedrático eminente
de nuestra lengua en Lausana.
Mesié de Vos, el políglota,
del bracete con su dama,
ha venido, nada menos,
desde las Islas Británicas.
Dionisio, de Barcelona,
que está también retirada
y Burgos de la meseta,
la meseta castellana.
Como no sería prudente
alejar nuestras moradas,
por presumir que venimos
de perdidas lontananzas,
los demás nos acercamos
cada cual desde su casa:
Córdoba, Sevilla, Cádiz,
Jaén, Almería, Málaga…
y otra docena de sitios,
hasta Úbeda sagrada.
Jesús Mendoza abandera
la estirpe de Villoslada,
semilla de estos trigales
injustamente olvidada.
Su calurosa presencia,
su modestia y su palabra
son la mejor credencial
de que estamos en la Safa.
De don Isaac Melgosa,
la noble testa nevada,
nos trae de nuevo los ecos
de nuestras misas cantadas:
todos tan endomingados,
con las camisitas blancas,
formalitos y devotos,
llenando el aire de “hosannas”.

Si son todos los que están,
algunos que son no estaban.
Se nota el hueco que dejan
amigos que se esperaban;
pero los nuevos que llegan
con su fe y su palabra,
hicieron que las ausencias
nos fueran menos amargas.

(Por dificultades técnicas,
al no ser premeditada
la idea de hacer la crónica,
doy la lista por cerrada.
Dense, pues, por apuntados
los que presentes estaban;
y aquellos que no vinieron
¡que sea su última falta!).

Y hablando de las señoras,
qué más diré en su alabanza
sino que con su presencia
hacen la reunión tan guapa,
que más de uno quisiera
seguir allí con la cháchara
y olvidarse de ponencias,
asociaciones y gaitas.

 

 

 

 

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Atar de nuevo aquellos viejos nudos

Antes de comenzar mi breve intervención quisiera leer un saludo que tengo preparado, saludo literario, que no poético, aunque tenga la estructura de un soneto:
Estáis aquí, venidos del lejano
Jardín de la memoria: calvos, viejos,
Gordos, flacos, sin dientes, flor de hollejos;
Con achaques sin fin os dais la mano.
Lucís, lo mismo en traje que en tejano,
Glorias que no devuelven los espejos.
Decid, ¿qué luz os presta sus reflejos?,
¿Qué primavera os brinda otro verano?
Estáis aquí, alegres, revoltosos,
Olvidados de artritis y estornudos,
Sobrepeso y diabetes. Generosos
Muchachos convertidos en sesudos
Señores. Estáis aquí, deseosos
De atar de nuevo aquellos viejos nudos.

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Aquellos niños son estos olivos

Queridos amigos:
Un día de este verano, al llegar al despacho y encender el ordenador, me encontré un correo de Dionisio. Era una carta suya anunciando este encuentro y venía acompañada del escrito que don Jesús os leyó el año pasado. Cuando estaba ensimismado en su lectura, una ingeniero de mi equipo me interrumpió alarmada:
–¿Te pasa algo?
–No, sólo estoy llorando, pero es de emoción. Estoy leyendo la carta de un antiguo profesor de mi colegio.

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Una gran alegría

Cuando me invitaron a decir unas palabras en este acto, sentí una gran alegría. Alegría que se ha incrementado al encontrarme hoy inmersa entre vosotros, en este ambiente distendido y de franca camaradería.
Me gusta mucho la idea de crear una Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio Safa. Y me gusta, porque creo que las asociaciones son necesarias en esta sociedad llena de técnica que estamos viviendo en el siglo XXI; una sociedad en la que sobra al parecer de todo, pero en la que también faltan muchas cosas: diálogo, comprensión, tiempo para cederlo a los demás, e ilusión; y, es precisamente la ilusión, la que debe de presidir todos nuestros actos, convirtiéndose en el motor que rige nuestra existencia.
Hoy, 13 de septiembre de 2003, es un día grande para todos aquellos que hemos sido alumnos Safa porque nos hemos reencontrado con amigos a los no veíamos hace mucho tiempo; o, incluso, porque vamos a conectar con personas con las que no hemos tenido contacto en ningún momento de nuestra vida.

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Vivencias

Cuando Dionisio contactó conmigo para pedirme que participara en los actos que estamos celebrando, en el apartado de opiniones, iniciativas y recuerdos, le traje a la memoria mi escasa pericia en esto de las letras y de las comunicaciones en público. 
Es posible que algunos recordéis mis nada elocuentes intervenciones en público en el comedor, durante la comida de mediodía como práctica de la Preceptiva Literaria que nos daba don Jesús. Pero sabiendo que iba a contar con vuestra benevolencia y amparándome en el deseo de poder contribuir en la medida de mis escasas posibilidades a lo que hoy iniciamos, accedía a ello.
La verdad es que evocar anécdotas y recuerdos es un recurso muy socorrido aunque no siempre tengan el mismo significado para cada uno de nosotros. Las anécdotas, esos recuerdos que nos acompañan a lo largo de nuestra existencia, son en realidad auténticas vivencias que quizás las recordemos porque contribuyeron a ir cimentando los valores que irían conformando nuestra futura personalidad.

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«Ad maiora natus sum». 1958

…Todas estas relaciones extra Safa, sabrosas y confortantes, me levantan el ánimo. Pero eran compensaciones al margen de mi vida profesional. La profesión ante Dios y la propia conciencia ha de justificar el hecho de vivir. Y cuando la responsabilidad es el último criterio determinante, sobrepasa el modus vivendi. El manoseado ad maiora natus sum no apunta únicamente a valores celestiales. Incluye madurez, creatividad, autorrealización. Taponar ese proceso al ser humano es condicionarle al desencanto, al desajuste y la minusvalía… Y esta era mi situación. El trabajo que yo desempeñaba en Úbeda era manejo, trasiego de gente y presencia disuasoria. Ni una iniciativa, proyectos, ni riesgo alguno… Hoy como ayer, mañana como hoy… siempre igual… Ya no era cuestión de desdoro social y penuria económica. Era condena a un reduccionismo personal sin otra contrapartida que la generosidad divina… Yo me rebelaba íntimamente: estoy resistiendo a los encantos y posición de Isadora por no uncirme… y me someto a ser un vigilante vigilado a las órdenes de un “curilla” inmaduro…

Cuando ya el curso iba bocabajo, acudí con todo esto al padre Rector. Y en sustancia le expuse que si mi cometido en la Safa estaba fijado en vivir y trabajar como un minus habens a las órdenes del maestrillo de turno, yo dejaba la Safa.

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Nieblas y remembranzas…

 

Como por inercia yo regresaba a Úbeda con más pena que esperanza. Todo igual. Los interminables pasillos de paredes grises, desnudas… Fríos, monótonos, mudos… El nuevo 1956 no había cambiado ni ensanchado nada. Lo único que seguía maravillosamente igual eran la luz de los patios, el panorama del valle, abundoso en rebaños de olivos, y el alma transparente de los chicos…

Yo sentía cierta pena callada. Me parecía que el tiempo se aburría. Que no se tomaban en cuenta las oportunidades que guarda en los pliegues de sus días. Y se dormía plomizo sobre el colegio y sus gentes. Reglamento, clases, textos y profesores invariables. Los mismos métodos, salarios y la misma comida… Todo igual.

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