Transcurría el segundo año de mi estancia en el colegio y ya me empezaba a acostumbrar a la vida del internado. Conocía perfectamente las oraciones y las normas de disciplina; mis notas eran más que aceptables, sabía hacer la cama, y la comida había dejado de ser un problema como al principio. Como podía, me las arreglaba para terminar mi plato, cuanto antes, con el fin de evitar castigos y humillaciones. Advertía que los profesores toleraban mejor mis pequeñas faltas y me sentía aceptado y valorado hasta en deportes; tanto, que, en un par de ocasiones defendí la banda izquierda del Recreativo, segundo equipo del colegio. Jugar en el Invencible estaba reservado a las estrellas y, evidentemente, ése no era mi caso.
Día: 9 de junio de 2006
Rojos
El jueves pasado comenzó un ciclo de conferencias sobre la Segunda República. El Casino de Cartagena se une así a la celebración del 75 aniversario de la Segunda República.
La primera conferencia llevaba por título la «Primera República: Federalismo y Cantonalismo» y corrió a cargo de D. Ángel Márquez Delgado, gran amante y conocedor de la Historia y, en particular, de la Historia local de Cartagena, a cuyo servicio ha colocado, con gran generosidad y entrega, su Editorial Áglaya.
El palomar y la horda marxista
Acabo de leer el artículo de mi amigo Pertíñez sobre el ¿robo? de palomas y lo demás que pasó antes de llegar a nuestros necesitados y, por ello, agradecidos estómagos. La verdad es que hay elementos sustanciales que pasaron de la realidad a la imaginación -febril en aquellos tiempos de juventud- a través de enormes filtros por los que se colaron deformaciones e inexactitudes dignas de resaltar. Por ejemplo, las palomas recogidas cupieron, que yo sepa, en un solo saco; eran, según creo y me ha confirmado Antonio Lara, dieciocho, dos más que el total de los componentes de nuestro curso (me refiero a los alumnos, como se habrá entendido, que no a los palomos). Por supuesto no se invitó al P. Rector ni al Prefecto, pues nuestras relaciones con el P. Rector eran distantes (no podía ser de otro modo) y con el P. Navarrete no nos unía la cordialidad precisamente. Ni siquiera se avisó al P. Mendoza y lo dudo respecto al P. Teotonio, que era nuestro inspector. Y, desde luego, la cena no fue en ningún comedor sino en la habitación del Sistema A, al fondo del pasillo, que era la más grande.
«Maquiavelo. El complot», de Magdalena Lasala
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Mendigos
Contrastes
La Luna de Venecia
Es curioso que, al mismo tiempo que recibía tu mensaje con las magníficas imágenes y la canción de Charles Aznavour sobre Venecia, estuviera yo escribiendo un artículo destinado a formar parte del catálogo de una exposición de pintura que va a realizar un buen pintor amigo mío.Ahí te envío el artículo, aunque te falta el punto de referencia, que son sus cuadros.
Maestro, padre, amigo
(Carta abierta a don Jesús María Burgos Giraldo).
Parece como si te viera, a través de la rendija de la puerta del comedor de profesores, untar de mantequilla y espolvorear de azúcar una ristra de cachos de pan sobrantes de la cena.
Cuando todos se habían marchado, tras una agotadora jornada, tú permanecías sentado, embadurnando aquellos trozos que, al acabar, metías en las alforjas de tu chaqueta, que un día fue gris y que ahora había adquirido un lustre especial de amor y de grasa. Cumplías así una de las bienaventuranzas, consciente como eras de que nuestra alimentación no era precisamente sobrada. Pero no porque creyeras en la necesidad de la observancia evangélica, sino porque habías decidido dar lo mejor de ti mismo: el candeal que brota del corazón. Sin pensar en misiones y objetivos, destilabas el néctar de tus sentimientos con la naturalidad del hacer cotidiano.
La enseñanza denostada
Las horas desaprovechadas
(En la actualidad educador de adultos)