Fincas mejorables, evaluación continua

27-06-2006.
Va a las Cortes el proyecto de Ley sobre Fincas Mejorables. De las Cortes salió, va refrendada, aprobada, la Nueva Ley de Educación, hace unos meses. Problemas diferentes, materias diferentes, y soluciones en cierto modo análogas.

Hay una concatenación en los hechos del tiempo; hay una relación patente en los distintos aspectos de un período histórico. Relación que repercute en las manifestaciones sociales y personales, científicas y económicas.
Eugenio d’Ors encontraba una semejanza entre la cúpula y la monarquía, como plasmación de una especial morfología de la cultura renacentista, cuya fórmula estructural, al verterse en lo político, mostraba una confluencia de poderes, y al verterse en el arte, daba la bóveda semiesférica: convergencia vectorial y sectorial en la erección arquitectónica.

Mucha más razón existe en nuestro tiempo comunitario de interrelaciones y de integraciones para que tales analogías se produzcan. Aunque, naturalmente, analogías de otro tipo y carácter.

Idea capital de la cultura en el momento actual: la medida deja de ser un absoluto; absoluto en cualquier instante igual a sí mismo. Desde que Einstein cifró el único absoluto físico en la velocidad de la luz, tiempo y espacio implican magnitudes que perdieron su radical autonomía para constituirse en “aspectos” de una relación. Nada de extraño que esta revolución en el mundo de la Física, haya repercutido en los concretísimos predios de la Pedagogía de una parte y de la Agricultura de otra, como ha modelado o condicionado ‑igualmente‑ la Política, el Arte, la Literatura. Ciñéndonos aquí al propósito y al enunciado de este trabajo, ¿no es la Agricultura una pedagogía botánica y no es la Pedagogía una agricultura del niño?
En el Proyecto de Ley de Fincas Mejorables, el valor de la finca vertido en medidas de extensión y en cifras de producción, ha dejado de ser un absoluto. El rendimiento de una finca ‑medio tradicional de examinarla‑ no se dictamina de una vez para siempre. Una tierra no es buena, mediana o regular de manera irrevocable. Cabe la observación de la finca, la evaluación continua de la finca, para el diagnóstico de sus posibilidades. Es decir, la finca carece de un determinado valor definitivo porque, en cualquier caso, cabe la posibilidad de la mejora. Entonces, su rendimiento en un año agrícola concreto y con unos medios de cultivo específicos, es sólo un dato.
El valor real de la finca ‑mejorable‑ depende del cultivo constante, variando lo que haya que variar, eliminando defectos, introduciendo las innovaciones oportunas. Es decir, no puede ponérsele a una finca un diez ‑hablando en términos de calificación escolar‑ por sus muchas hectáreas, por sus condiciones de regadío, por la maquinaria agrícola empleada. Hay que conjugar todos los factores a la hora de valorarla. Y si quedamos en que es mejorable, requiere una atención continuada. Y si esta atención para mejorarla y aumentarla, no se lleva a efecto, la Ley previene la expropiación de la finca. Es el mismo proceso que da lugar a que se retire una beca al estudiante que pudiendo rendir, no rinde. Expropiar una finca mejorable es como retirar la subvención al estudiante vago; es impedir una malversación del terreno, cosa parecida a la defraudación que el mal estudiante hace al Estado. Cuando el Estado ayuda a la educación, hace una inversión.
Pues bien, la Ley de Educación ‑hagamos la transposición de términos ahora‑ ¿qué pretende sin sus nuevas orientaciones, sino considerar al escolar y al estudiante ‑educados a cualquier nivel‑ como “fincas mejorables”? Las inteligencias de los ciudadanos, ¿no constituyen la auténtica propiedad rentable de una nación? Pero el estudiante no es un absoluto; su valor y su producción, ‑como la rentabilidad de la tierra‑ es efecto de variables factores. Entonces, la Ley de Educación, da unas normas de cultivo. Y al establecer la evaluación continua, adopta una actitud idéntica a la del labrador que no pierde de vista a su pegujal, a su predio. No se limita el buen agricultor a “examinar” una vez al año su propiedad, no cree el buen labrador que la productividad de su finca depende nada más de la maquinaria, o nada más de la lluvia o el sol. Conjuga el labrador los datos de la más diversa procedencia, para estudiar y diagnosticar el mérito de su tierra. Para mejorarla. Para corregir, cuando es preciso, los métodos de cultivo. No hay absolutos, no hay exámenes. Así el educador, no sabrá serlo de aquí en adelante, cuando pretenda fijar para siempre el carácter de sus alumnos con el alfiler prendido de una ocasional calificación escolar, como fija un entomólogo a un insecto disecado. Cualquier juicio absoluto ‑cualquier nota definitiva en educación‑ es una disecación o… una momia. Al insecto se le observa vivo. Al campo se le valora mientras la hierba crece. Al estudiante se le mira y se le fuerza a que nos mire en una comunicación que le convierta de bien mostrenco en finca mejorable. La Educación, pues, como proceso.
Educación individualizada, educación personalizada. ¿Cómo no? Se trata de dar a cada mente y a cada voluntad el abono apreciado. No se abona la tierra al buen tun tun. ¿Existe, acaso, el abono panacea, el abono universal? Tampoco existe la educación estándar impartida como un chaparrón y no como un riego. Porque cada planta exige su chorro ‑que se ahíle, que se aumente, que se suprima‑ y cada cultivo es un caso.
Ley de Educación. Proyecto de Ley de Fincas Mejorables. Dos aspectos de la morfología actual de la Cultura. Una cultura que reniega en la física de lo absoluto, que renuncia al dato disecado, que camina en pos de las verdades. Verdades no aisladas, sino enlazadas como guirnaldas.
(Diario JAÉN. 20 de Junio de 1971).

Copyright © por AA-MAGISTERIO-Safa-Úbeda Derechos Reservados.
Publicado en: 2006-01-24 (42 Lecturas).

Deja una respuesta