Visita organizada por el Museo Arqueológico de Úbeda.
Con este nombre se rinde homenaje desde 1887 a don José Santiago Gallego Díaz (1843-1917), licenciado en Derecho, parlamentario, escritor y orador. Condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica, fue también miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.
En realidad, tal plaza hoy no existe ni existió nunca, a excepción del periodo en que su interior quedó convertido en solar y luego en paseo. Estos dos espacios, el convento de la Coronada y el actual Mercado de Abastos, una vez ordenados cronológicamente, son los principales protagonistas de nuestra visita de hoy. Sin que ello quiera decir que no prestemos atención a otros puntos de interés desarrollados en la plaza, tales como la ermita de San Gil, la Tercia o la fuente del Iruelo, por ejemplo.
Desde 1488 abundan las disposiciones testamentarias que dejan una limosna a «la obra de la señora Coronada», sin que podamos saber a ciencia cierta si se está haciendo referencia al convento o a la ermita del mismo nombre. Desde luego, en torno a esta advocación ya existía en dicho año su cofradía correspondiente.
Jimena Jurado, al que siguen todos, pone la fundación alrededor de 1500. Es muy factible que al socaire de la ermita preexistente, y por parte de las Dominicas de San Andrés, Orden de Predicadores, se principiase entonces a constituir la comunidad. Documentalmente, es en 1502 cuando la Coronada aparece como monasterio, en el que figura la primera monja de la que tenemos noticia: Catalina Alonso, hija de Bartolomé Sánchez Barrero.
No fue el convento, desde luego, una edificación exenta, pues varias casas se adosaban a él. En el interior se puso el claustro, que en 1562 estaba siendo construido.
Su iglesia no debió de traspasar los límites de la ermita sobre la que se asentó. 0 lo que es lo mismo: no fue demasiado grande. En 1568 se estaba proyectando o realizando a sus pies el coro. En la cabecera, su Capilla Mayor, propia de los Bustillos, ya estaba erigida en 1590. Dos años después, se encarga para el altar mayor, a modo de retablo, un sagrario, que labra Luis de Zayas y pinta Pedro de Medina. Entre una y otra ejecución, se levanta la portada. Su campanario ‑no el de San Nicolás‑ dio nombre a la calle vecina. En él puso campanas Pedro de la Llama.
En la larga historia del convento destaca, como caso llamativo, la metamorfosis de una de sus monjas en hombre.
Clausurado el convento en 1836 por la Desamortización, el solar donde estuvo asentado fue objeto de múltiples proyectos que no llegaron a culminarse, tales como Cárcel o Cuartel de la Remonta. También se pensó poner en él el Mercado de Abastos, muchos años antes de que este fuera realidad.
Por fin, en 1871 ese solar abandonado durante una treintena de años es adecentado, llevando a él la fuente y convirtiéndolo en un Paseo que no fue el definitivo, puesto que en 1890 se comienza a construir otro más moderno. En palabras de Pasquau Guerrero, este fue el más bello de la ciudad, aunque de efímera existencia. Abundaron en él las atracciones de cine y teatro.
Después de innumerables tanteos, que arrancan desde 1877, se presenta en 1932 el proyecto del ingeniero militar Joaquín Hernández Barraca que, modificado luego por otro de Luis Casanova Vila, da origen al actual Mercado de Abastos. Se abre en julio de 1935. En 2006 entra en el Catálogo del Patrimonio Andaluz.
Otras referencias históricas
No podemos dejar de aludir a otros enclaves del pasado que personalizaron el lugar:
- La Ermita de San Gil, ya arruinada en 1595 y puesto su solar a la venta. Debió situarse haciendo esquina con la Cruz de Hierro.
- El Hospital de Diego Fernández Barba, quien lo menciona en su testamento de 1521. Acogía tan sólo a dos mujeres «buenas y honestas». Lindaba con la Ermita de San Gil.
- La Plazuela del Iruelo, existente ya en el XVI, es aún conocida así por muchos de nuestros contemporáneos. Se le llamó también «de las Tercias» o «de la Tercia» (del Pan Decimal). Esta, propiedad del escribano Antón de Cazorla, se emplazaba entre las calles Trillo y San Nicolás. Después, cerrada a finales del XVIII, el presbítero don Juan de Chaves levantó sobre ella la portada que hoy puede verse.
- La Fuente del Iruelo se documenta desde los inicios del XVII. Era adosada y había sido construida por Francisco de Herrera y Diego Gil.