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Está claro que la vida tiene tres proyecciones temporales cuya importancia varía según los años que se van cumpliendo. Cuando niños, el pasado apenas cuenta. El futuro interesa puntualmente, si se tiene una acción en ciernes o un cumplimiento obligatorio, si se van a cumplir años, si se aproxima una fiesta o un viaje… Y lo que sí ocupa a esas mentes infantiles es el presente con su emoción, intensidad, urgencia, divertimiento…

Ya de jóvenes, el futuro suele tomar la mayor importancia, sobre todo cuando se piensa que hay que buscarse la vida por cuenta propia. Claro que no deja de ser un concepto relativo: hoy hay mozo que no se lo plantea y ya tiene los treinta cumplidos. (“Se está tan a gusto en casa de mis padres…”). En esta etapa, el pasado empieza a proyectarse dentro del campo del recuerdo y de la acumulación de experiencias que te pueden ajustar el comportamiento personal ante situaciones más o menos parecidas. Pero sigue siendo el presente el tiempo importante. El día a día es la vivencia personal, lo que le da sentido a la vida: “mañana ya veremos”, o “Dios dirá”.
En la edad madura, es el pasado el que ocupa el mayor espacio de la mente. Qué hice, qué me pasó, dónde estuvimos, qué maravilloso fue…, ¡qué putada…! (tuvo que ser muy gorda para que te acuerdes de ella porque, normalmente, se olvida lo molesto y se potencia lo gustoso, salvo que seas un cascarrabias). El futuro sólo es inmediato: ya no tiene la proyección de la etapa anterior, cuando pensabas en comprarte el piso y cómo pagarlo (¡dichosa hipoteca!), cuando querías conocer el mundo, cuando pensabas en tener hijos y darles una carrera… “¡Oye!, que este septiembre nos vamos a reunir…”. “Bueno, ya te diré; aún es pronto”. Y es julio.
Es normal que los de mi promoción estemos en la proyección hacia el pasado. Reunirnos en septiembre para crear una Asociación de Antiguos Alumnos es un planteamiento futuro que no suele conformarse con nuestra edad, salvo que la utopía nos envuelva con su manto de optimismo. Nuestro mérito está en lanzar el proyecto y en dar paso a generaciones más jóvenes, como la de Fernando Sánchez Resa o la de Pedro Navarro García (penaga57@hotmail.com). Fernando nos ha enviado un artículo, que publicamos en este número. Pedro, del que sólo conocía su dirección de correo electrónico, me escribió lo siguiente en varios mensajes, cuando amablemente le solicité sus otras referencias:
«Hola José María:
Llevo toda la tarde corrigiendo exámenes y he hecho un alto para descansar un poco y me ha alegrado mucho ver tu mensaje. La verdad es que tengo gran interés en contactar con gente de mi promoción y, si realizaran encuentros —como la promoción de mi mujer, llevada por un tal Ricardo Taboada—, me encantaría poder asistir, siempre y cuando me lo permitiera el trabajo.
Soy profesor del Departamento de Arqueología y mi especialidad es en Egiptología. Hace doce años estaba realizando unas excavaciones arqueológicas en la Zona de Kon Medinet Mahadi y por los papiros, arcillas y cartuchos con los jeroglíficos de un faraón de la XII dinastía llamado Amenemhat III tenía la impresión de que debería de haber restos de alguna construcción del citado faraón, porque durante esta dinastía los faraones del Imperio Medio dejaron las antiguas capitales de Menfis o Tebas y se retiraron a la zona de El Fayum.
Al año siguiente comencé a hacer unas prospecciones arqueológicas en la zona norte de El Fayum, concretamente en la zona de Biahmo, con la colaboración de la universidad de El Cairo y de La Sorbona de París. A la segunda campaña encontramos una serie de tumbas con sus respectivas momias, algunas intactas, y unas construcciones funerarias de lugares de embalsamamiento.
Los primeros años de campaña fueron bastante interesantes, ya que en esta zona no ha habido nunca turismo, y nos mezclamos con una tribu de beduinos que en un principio se negaban a que desenterráramos ningún hueso ya que consideraban que pertenecían a antepasados recientes de ellos. Intentaba explicarles que nuestro trabajo consistía en restaurar el “ka” para que su alma o “ba” pudieran descansar eternamente, y es que en esta zona no había habido excavaciones arqueológicas desde finales del siglo XIX, cuando un arqueólogo italiano, llamado Petry, las llevó a cabo.
Hoy en día la relación con los nativos es muy cordial, incluso me invitan cuando nace alguna criatura y, en agradecimiento, le ponen de segundo nombre el mío; así tengo lo mismo a un chico que se llama Ihbraim Pedro que una chica que se llama Isrm Pedro. También puedo contarte que el mismo Terenci Moix, muerto recientemente, nos visitó algunas veces, ya que era un enamorado de Egipto y tenía una pequeñita casa en una zona del poblado nubio, donde nos invitó en un par de ocasiones.
Anoche en la segunda cadena de TVE emitieron un programa sobre las excavaciones que estamos realizando en Egipto y, según me comentaban hoy en la universidad, fue interesante. Yo no lo vi, pero emitieron el momento en que sacamos la momia del sarcófago.
Es posible que entre los días 10 y 20 de agosto esté en Linares, por lo que podríamos saludarnos. Me habría hecho mucha ilusión poder ir en el mes de septiembre, pero me será imposible porque a primeros de julio marcho a Egipto, como los últimos once años y no volveremos hasta el mes de octubre; aunque en el mes de agosto, aprovechando que tengo que volver a Barcelona para traer una documentación de la excavación, y dar una conferencia en Madrid —creo que será en el templo egipcio de Debod—, bajaremos, mi mujer, que también estudió en Úbeda, mis hijos y yo a Linares y a Torreperogil para pasar unos días con mis pa-dres y hermanos.
Referente a mi promoción, yo realicé los estudios en la especialidad de Lengua Española e Idioma Moderno durante los cursos 1975-78. Yo estaba interno en la Safa porque tenía la beca de Reaseguro. El depósito de los derechos para la expedición del Título se realizó el día 12 de julio de 1978. Se expidió con fecha 15 de marzo de 1980 y se me entregó el día 5 de abril de 1982. Estos son los datos que figuran en el Extracto del Expediente Académico. Y, según consta, el número de mi Certificación Académica es el 2048.
Espero que con ellos puedas encontrar la lista de alumnos que estaban en mi clase, porque yo ya he dedicado muchas horas intentando encontrar aquel librito que nos daban cada año, en el que figuraba una relación de todos los alumnos oficiales que cursaban los estudios en la Safa, e incluso creo recordar que venía la dirección de todos y cada uno de nosotros. No sé cómo funcionarán los archivos de la Safa, pero es posible que guarden ejemplares de esos libritos de cada año con el listado de todos los alumnos de cada promoción. Espero que estos datos te ayuden y puedas darme noticias de la gente de mi promoción. Un abrazo.
Pedro».
Hubo suerte. Le envié esta carta a Manuel Contreras Gallego, Jefe de Estudios de la Escuela Universitaria de Magisterio, quien a su vez la pasó a la administración safista, donde le entregaron la lista de los 144 compañeros de promoción de Pedro. Mi agradable sorpresa fue que alguno de sus componentes había sido alumno mío en la Enseñanza Primaria, cuando trabajé en Úbeda. Estamos hablando de catorce años de diferencia entre su promoción y la mía. Otra generación.
Manolo Contreras está entusiasmado con nuestra idea de crear la Asociación. Él es un hombre de mayor futuro que yo, o sea, mucho más joven. Ya le he dicho que son él y otros como él quienes tienen que recoger nuestro testigo y llevarlo durante el transcurso que les corresponda. Nosotros cumpliremos con nuestro papel, esos cien metros iniciales, de la mejor manera: como auténticos atletas, recordando aquellas carreras kilométricas que nos zampábamos a lo largo y ancho de los campos deportivos de la ubetense Sagrada Familia.
¿Veis? Termino hablando de mi pasado.
21-10-03.
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