Cronicón impertinente

 

 

                I

Por fin llegó el gran día,
por fin la hora es llegada.
Aquí, confluyen caminos,
aquí, en esta explanada,
ante un Cristo Rey de piedra
que, desde su alta fachada,
contempla la escudería
de coches caros, de “haigas”,
que, los otrora zagales
de modesta indumentaria,
“calzan” ahora, ya viejos,
las testas mondas o blancas,
y las lisas barriguillas
de nuestra común infancia,
por bodas y por bautizos,
hechas ya lustrosas panzas.

Pero dejemos un tema
que da para muchas páginas
y veamos la concurrencia
que aquí está congregada.

Desde la nevada Helvecia
arribó Antonio Lara,
catedrático eminente
de nuestra lengua en Lausana.
Mesié de Vos, el políglota,
del bracete con su dama,
ha venido, nada menos,
desde las Islas Británicas.
Dionisio, de Barcelona,
que está también retirada
y Burgos de la meseta,
la meseta castellana.
Como no sería prudente
alejar nuestras moradas,
por presumir que venimos
de perdidas lontananzas,
los demás nos acercamos
cada cual desde su casa:
Córdoba, Sevilla, Cádiz,
Jaén, Almería, Málaga…
y otra docena de sitios,
hasta Úbeda sagrada.
Jesús Mendoza abandera
la estirpe de Villoslada,
semilla de estos trigales
injustamente olvidada.
Su calurosa presencia,
su modestia y su palabra
son la mejor credencial
de que estamos en la Safa.
De don Isaac Melgosa,
la noble testa nevada,
nos trae de nuevo los ecos
de nuestras misas cantadas:
todos tan endomingados,
con las camisitas blancas,
formalitos y devotos,
llenando el aire de “hosannas”.

Si son todos los que están,
algunos que son no estaban.
Se nota el hueco que dejan
amigos que se esperaban;
pero los nuevos que llegan
con su fe y su palabra,
hicieron que las ausencias
nos fueran menos amargas.

(Por dificultades técnicas,
al no ser premeditada
la idea de hacer la crónica,
doy la lista por cerrada.
Dense, pues, por apuntados
los que presentes estaban;
y aquellos que no vinieron
¡que sea su última falta!).

Y hablando de las señoras,
qué más diré en su alabanza
sino que con su presencia
hacen la reunión tan guapa,
que más de uno quisiera
seguir allí con la cháchara
y olvidarse de ponencias,
asociaciones y gaitas.

 

 

 

 

 

                II

Después de presentaciones,
abrazos, besos, palmadas,
explicaciones diversas,
noticias y algunas chanzas,
pasamos al interior
según la agenda fijada,
porque hoy será el día:
trece de septiembre marca,
en que nuestra Asociación
se constituya y se haga.
Es el padre Juan Luis Veza,
nuevo Rector de la Safa,
y como tal nos recibe
y nos ofrece la casa.
No podría ser de otro modo,
porque aquí parte del alma
cuando partimos quedó
entre estos muros anclada.

Comienza Dionisio el fuego,
explica, pregunta… habla.
Él habrá sido el “culpable”
de que la reunión se haga.
Mientras, Manolo Ballesta,
que además de cameraman
es técnico de sonido
y notario de estas actas,
dispone los mecanismos
para dejar registrada
la magnitud del evento,
que es de lo que aquí se trata.
Lara lee su discurso
para medir las palabras
y no pasarse de tiempo,
que la mañana va larga.
Luego, Manolo Jurado,
que era nuevo en esta plaza,
con entusiastas razones
que al buen escritor delatan,
abunda en lo que decimos:
ASOCIACIÓN, SÍ. ¡EN MARCHA!

Nos refresca la memoria,y con detalle retrata
José del Moral cómo era,
cuando él llegó, aquella Safa.
(Surge de nuevo penosa
la figura infortunada
del que interrumpía un sueño
sin que su mano temblara:
caprichosas expulsiones
que a la Safa desangraban).
Quien sí aguantó felizmente
es Diego Rodríguez Vargas,
que transmite y lo demuestra
su pasión por la enseñanza,
que además la pone en libros
y además.. nos los regala.

En el turno de letrados,
la mesa estaba formada
por Velasco, por González,
por Peláez y un camarada
que, aunque joven, está puesto,
llamado Jimeno Mañas
y, a una coinciden todos
que ¡DE FUNDACIONES, NADA!
“Una asociación, señores,
que es mucho más barata,
con sus socios, su gestora,
unas cuotas más bien bajas,
Berzosa de Presidente
y sede en la propia Safa”.

Los siguientes oradores
fueron, ¡albricias!, dos damas,
maestras de las primeras
que salieron de esta casa,
concluida en los setenta
la que fue primera etapa:
María Jesús Mendoza
y Mari Carmen Ruiz Ara,
que en aquel mundo de hombres
entraron medio asustadas
y que, ya pasado el susto,
están aquí encantadas.

Hablaron luego con prisas,
porque el píloro acuciaba,
Ferrer que se puso místico
y un tanto cantamañanas
y don Francisco Fernández,
quien, mezclando serio y guasa,
dejó muy claro el orgullo
de haber pasado por Safa.
Con gracia glosó Juan Márquez
su trayectoria en las tablas:
teatrillos con don Jesús,
casi siempre de comparsa,
y la creación de TANTEOS,
que fue tan feliz hazaña.

El más breve y aplaudido
fue Ballesta, el cameraman,
quien propuso simplemente
dirigirse a toda máquina
hacia el MESÓN BARBACOA,
donde el condumio aguardaba.
Y es que resulta, señores,
que el brillante cineasta
ha sido papá reciente
y la criatura no aguanta.
Que, por cierto, ¿quién ha sido,
con eficacia probada,
intendente y responsable
de que este tinglado salga?
Pues, José María Berzosa,
a quien aquí doy las gracias.

III

Y hacia el restorán mentado,
las catorce bien pasadas,
la ruidosa comitiva,
en hambrienta caravana,
bajo un sol soplete y oro,
sudor y hambre, cabalga.
Desdeña nuestro mesón
modernidades extrañas
y se ofrece al comensal
como rústica posada.
Allí se hubiera encontrado
en su ambiente Sancho Panza:
¡qué surtido de herramientas!
¡qué templo de la labranza!
Decorando las paredes,
colgados con alcayatas,
se ven aquí mil aperos,
utensilios y antiguallas
del olivar, del ganado,
de huertas y cortijadas.
Algunos nos traen recuerdos,
saborcillos y añoranzas
pero… los más son reliquias
de fatigosas batallas.
Los que en su niñez tuvieron
tratos con tan crueles armas,
tiritan al ver tan cerca
lo que otrora los mataba.

Allí fue un feliz reencuentro,
con las numerosas damas
que, ajenas a las ponencias
de sus consortes del alma,
eludieron los debates,
mas no las ricas viandas.
Sirvieron con la cerveza
un buen surtido de tapas
cocinadas con los típicos
productos de la comarca:
aceite, quesos, almendras…
y cosas de la matanza.
Un sustancioso menú
y un tinto de buena raza
afirmaron las barrigas
y entonaron las gargantas.

La conversación, las fotos,
los saludos a distancia,
los acomodos, las vueltas,
las voces, las carcajadas,
las bromas y chascarrillos
fueron “música de cámara”,
pues la “sinfonía” vino
tras el postre, que era tarta.
Un orfeón lastimoso
de laringes destempladas,
atacó furiosamente
canciones medio olvidadas
de tiempos adolescentes,
de excursiones y acampadas,
mezclando en vil popurrí,
motetes y astracanadas.
Se levantó la sesión,
por la sospecha fundada
de que de seguir el coro
por la senda que llevaba,
la pena sería de cárcel,
y la asociación pensada
la formaríamos reclusos,
en El Puerto o en Ocaña.
Vueltos de nuevo al Colegio,
se reanudan las palabras
y se acuerda la Gestora
con Berzosa de “baranda”,
unos fines, una cuota,
que la central sea la Safa
y, dejando ante imprevistos
o circunstancias que salgan,
a Velasco y los letrados,
en lo demás, carta blanca.

IV

Aunque el día ya va lleno,
la cosa aún no se acaba:
hay que volver al hotel
a refrescarse la cara,
hay que descansar un poco,
hay que peinarse la calva,
hay que sacar de la percha
traje, camisa y corbata
porque hay en el PARADOR,
a las diez, CENA DE GALA.

Si el mesón fue campesino,
la cena aquí es cortesana.
Con sencillez, con empaque,
con estilo y elegancia,
sirven “entretenimientos”,
cervezas, vinos y… agua,
siguiendo al aperitivo
otras selectas viandas.
Lucen aquí las señoras,
que a la cena dan prestancia,
sus delicados briales,
su belleza y sus alhajas.
Sin necesitar afeites,
van todas bien “afeitadas”.
Si las pupilas son luces
y los collares guirnaldas,
si brilla el vino en las copas
y de oro brillan las damas,
¿quién dirá que no es fiesta
en la palaciega estancia?
Nada de locos jolgorios
ni de risas tabernarias;
civilizadas sonrisas
adornan todas las caras.
Renació el Renacimiento
su atmósfera cortesana:
tan puestos en el papel,
que una boda semejaba,
a no ser por el detalle
de faltar la desposada.
(Mesié De Vos, desde “arriba”
nos hacía con la cámara
fotos para luego en Londres
contemplarnos a sus anchas).
Apurados los cafeses
y degustados los cavas,
don Jesús Burgos Giraldo
tomó por fin la palabra
y, con temblorosa voz,
algo ronca pero clara,
dijo lo que dice él
y así pasó lo que pasa:
que, conforme fue hablando,
más de una furtiva lágrima
se asomó a las pupilas
o se atascó en las gargantas.
Sonaron a despedida
las emotivas palabras,
y al terminar de decirlas
sonó una ovación cerrada.

El silencio cayó a plomo
e invadió toda la sala;
gentes venidas nuevas
se quedan medio pasmadas.
Alguno de los de siempre,
porque la emoción bajara
y no fuera velatorio
lo que quiso ser velada,
en mitad de ese silencio
y enjugándose una lágrima,
mientras se aclara la voz,

con timidez se levanta
a quitar hierro al asunto,
apostillando una gracia.

Cuando el ágape concluye

es medianoche pasada.
Salen del noble edificio
a la esplendorosa plaza
y un turno de despedidas
deja la reunión mermada:
son muchos los que temprano
cogen carretera y manta,
y con envidia despiden
a los que siguen de marcha.
Y es el caso que Berzosa,
como fin de fiesta y traca,
nada menos que en un PUB
piensa seguir la jornada.
No podrá este cronista
informar de esta jugada,
pues motivos familiares
le obligaron a dejarla.
Sabe y dice, que así conste,
que se quedó allí la “basca”,
entre bailongos y güisquis,
en amistosa parranda.

 

21-10-03.
(116 lecturas).

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