«Temas de vanguardia en Zabaleta»

12-06-2011.

El pasado jueves, día 9 de diciembre, con motivo del segundo aniversario de la apertura del MUSEO ZABALETA, en Quesada (Jaén), su directora, Rosa Valiente Martos, invitó a Margarita Sánchez Latorre, Conservadora del Museo de Jaén, a impartir una conferencia con el título de este artículo. Rosa presentó a la conferenciante, explicando sucintamente sus méritos académicos: Primer Premio Nacional Fin de Carrera en Historia del Arte; becaria en el Museo Nacional Reina Sofía; obtención de sendas plazas en las oposiciones de Conservadores de Museos y del Patrimonio; ponente en diversos congresos nacionales; conferenciante; estudiosa perspicaz de temas de su especialidad…

A lo largo de una hora, Margarita impartió una conferencia magistral, con un enfoque personal y original, ayudándose del power point con imágenes, elaborado por ella misma, sobre la obra expuesta principalmente en ese museo, que nos resume así:

 

«Zabaleta recibió múltiples influencias desde la finalización de sus estudios en San Fernando: el fauvismo de Matisse, el postimpresionismo de Gauguin, el superrealismo, el cubismo… En esta conferencia, se trata de analizar algunos temas o iconografías de vanguardia que Zabaleta desarrolla en su obra, señalando sus influjos, sus semejanzas y diferencias, así como las originalidades del arte zabaletiano, todo ello a través de las obras conservadas en su Museo en Quesada.

Partiendo de la imagen de La terraza (1956), como resumen de la propia visión de Zabaleta sobre su pueblo, que, igual que la dama parisina que pasea por las Ramblas de flores, es alguien que contempla la realidad rural con los ojos de la modernidad, se analizan estos temas de vanguardia en siete bloques: El retrato, El mundo del circo: Arlequín y Pierrot, El sueño, El bodegón, El desnudo femenino, El pintor y la modelo y Las bañistas.

En el ámbito de El retrato, se señalan las coincidencias de algunos lienzos de Zabaleta de los años 40 (Retrato de niña, Retrato de la tía Pepa, Lulú) con algunos de los retratos más importantes realizados por otro jiennense, Manuel Ángeles Ortiz, en el París de los años 20.

Para El mundo del circo, Zabaleta recibirá la influencia de la etapa rosa de Picasso, poblada de personajes circenses, con cierto aire poético, aunque en algún caso se acuse la influencia de la etapa azul picassiana, de personajes más deprimidos, caso de Titiriteros (1934) o de Arlequín con figuras (1940). Dentro de este mundo del circo, Arlequín y Pierrot, dos personajes de la comedia dell’arte italiana, a pesar de ser motivo de representación desde épocas anteriores, a partir de los años 20, y en el contexto del llamado “retorno al orden”, cobrarán especial protagonismo como figuras de raíz mediterránea, que, en pintores como Juan Gris, trocarán su carácter cómico por otro triste, trasmutación de la que Zabaleta también se hará eco.

El sueño, motivo de análisis en el surrealismo, ofrece ejemplos tan interesantes como algunos de los collages de los Sueños de Quesada. La bella durmiente en la selva ofrece un tratamiento muy similar en la composición a La pesadilla de Henry Fuseli, pintor de finales del XVIII, que abre la modernidad artística y trata en su obra el concepto de Lo sublime. O la durmiente que aparece en inquietante sueño junto a un toro, que podríamos relacionar con la serie dedicada al tema del Minotauro de Picasso. O los distintos campesinos durmientes, al claro del sol o de la luna, de Zabaleta, que tanta relación guardan con los durmientes de los años 30 de Picasso.

Tema especialmente querido por las vanguardias fue El bodegón, por considerarse un tema sencillo, poco literario, que permitía la indagación formal sin la distracción del contenido. Próximo a Cézanne y al Picasso de Los paisajes de Horta de Ebro se encuentra El bodegón zabaletiano de 1924. En Composición de 1935 aparecen las influencias surrealistas en unas formas orgánicas que recuerdan a las esculturas de Hans Arp, así como al mundo de la pintura metafísica del italiano Giorgio de Chirico, poblada de soledad, de sombras arquitectónicas inquietantes y restos escultóricos clásicos, que Zabaleta también recoge en alguno de sus dibujos de composición metafísica, dejando también de manifiesto su gusto por la investigación clásica en los distintos esbozos y estudios que hace de La afrodita agachada del Museo Arqueológico de Córdoba, de La Venus de Médici de los Uffizi o de las esculturas de Fidias para el Partenón de Atenas. Zabaleta desarrollará su particular género bodegonístico en la imagen de los sencillos frutos del campo sobre rústica mesa de madera, abiertos al exterior semidesértico del sureste jiennense, imagen muy diferente de los bodegones “urbanos” de Gris o Picasso, con el papel de periódico y la botella de absenta. Zabaleta se acercará a su mundo íntimo, el de su consola, quinqué y espejo, a veces con su propio autorretrato y evocará también pormenores bodegonísticos en los interiores de la ermita de Santa Lucía o de su propio dormitorio, al igual que hiciera Van Gogh con su habitación en Arlés, legándonos también sus chineros, una de sus composiciones cubistas más logradas.

En El desnudo femenino partimos de la tradicional asociación desnudo femenino-música de Interior con desnudo (1936), como imagen de solaz y recreo, para adentrarnos en los desnudos de los años 40, con la imagen de la mujer leyendo, a la luz del quinqué encendido, una carta, suponemos que amorosa, para acercarnos también a algunos de los interiores femeninos que, como Figura en un interior campestre, más nos recuerdan al mundo íntimo de Bonnard; o para aproximarnos a desnudos que recuerdan el mundo de la etapa rosa de Picasso, e inclusive los fondos orientales de Henri Matisse.

Zabaleta contempla el mundo femenino en distintas versiones de El pintor y la modelo, igual que hiciera su amigo Picasso, añadiendo una variante original, La pintora y la modelo, feminización de creador y musa, con la que Zabaleta se acerca al mundo de las academias de dibujo parisinas, adonde acudían distintas mujeres juntamente con hombres.

Por último, en El baño se analizan composiciones de índole surrealista como Mujeres bañándose (balneario de Zújar) de los años 30, pasando por composiciones de color fauvista y composiciones de herencia picassiana, para tratar a las bañistas, que en los veranos de los años 50 realiza el pintor, durante unos cursos de verano en Santander.

En conclusión, este pequeño muestrario pretende poner de manifiesto el carácter innovador de la pintura de Zabaleta, que supo hacerse eco de formas y temas de su tiempo, de la pintura más avanzada desarrollada en París, desde un lugar recóndito como era su Quesada natal».

A su término, se abrió un interesante debate en el que intervinieron varios asistentes, siendo Carola, una sobrina del pintor, quien dio un sentido más entrañable al acto.

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