Diario de un aficionado cinéfilo, 09c

Candilejasvista el día 20 de junio (aunque como yo no pude asistir, por motivos de trabajo, la he disfrutado en casa…). Película estadounidense del año 1952, de casi dos horas y media de duración, donde se recrea la década 19101919 en el Londres de la Primera Guerra Mundial. Es una magnífica obra de arte, se mire por donde se mire. Charles Chaplin es un artista completo de los pies a la cabeza, pues además de bordar el papel principal (de cómico viejo y desfasado), dirige e incluso compone su música, porque es un artista completo y privilegiado que toca diferentes ángulos artísticos, llegando al extremo de la difícil perfección (por no decir inalcanzable) para el resto de los mortales.

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La Sagrada Familia, exégesis de Gaudí para el hombre del siglo XXI

Por fuera, este templo es una perfecta catequesis mediante esculturas de personas, plantas, animales y símbolos encastrados en una inmensa espiral ascendente donde el espectador, al contemplarlos, va elevando poco a poco su mirada hasta acabar con la vista dirigida al cielo, lugar de donde viene la luz, verdadero interés de esta obra, en la cual, la arquitectura no es más que un instrumento de la mística: la piedra y la luz tienen una misma esencia porque ambas surgen de un mismo punto.

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Juego para literatos

Una de las actividades que nos propuso la periodista Olga Merino (Perros que ladran en el sótano, edit. Alfaguara), en el curso al que asistí el año pasado en el Ateneo de Barcelona, era un juego para literatos. Nos preguntaba que si, por uno de esos raros caprichos del destino, tuviéramos que elegir entre no volver a escribir una sola línea o no leer un libro nunca más, ¿qué elegiríamos? La mayoría respondimos, casi sin pensarlo, que «seguir leyendo» y ella estuvo de acuerdo: opinaba que dejar de leer significa la muerte instantánea. También decía que prescindir de la lectura es como intentar respirar en un mundo sin oxígeno. Nos contó que, tras ganar el premio Nobel, Mario Vargas Llosa dijo una frase sencilla y certera que causó admiración entre los asistentes: «Lo más importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender a leer».

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Diario de un aficionado cinéfilo, 09b

A pleno sol, visionada el 13 de junio. Película francesa de 1960 (de casi dos horas de duración), en la que el director René Clément se vale del guión elaborado por Paul Gégauff (basado en la novela de Patricia Highsmith), con música de Nino Rota (el mismo de La strada), para mostrarnos a Tom Ripley (Alain Delon), un caza fortunas con una gran capacidad calculadora que, al verse despreciado, no cejará en llevar a cabo su plan. Es enviado a Europa, por el señor Greenleaf, para buscar a su hijo Philippe Greenleaf (Maurice Ronet), un playboy mimado, y llevarlo de vuelta a EE UU; por lo que recibirá cinco mil dólares. Philippe engaña a Tom fingiendo que está decidido a volver, pero no tiene ninguna intención de dejar a su prometida Marge Duval (la hermosa Marie Laforêt; cantante y actriz a partes iguales), ni de cumplir los deseos de su padre, pues prefiere llevar una vida de disipación y de juergas continuadas en el sur de Italia antes que regresar a su país.

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En el 80.º cumpleaños de don Stephan de Vos

Algunos recordamos todavía con qué divertida curiosidad nos cruzábamos por algún pasillo del colegio con un tipo rubio, tieso y altísimo, al que llamábamos “el belga”. Había sido una pintoresca e imprevista adquisición de los padres Bermudo y Mendoza, de viaje por Francia, que recogieron al joven autoestopista Stephan y lo invitaron a dar clases en Úbeda. Fue en 1960; hace ya más de cincuenta años de aquella exótica visita.

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Ley de la «malafollá»

Hay días en los que es mejor quedarse en la cama.

Pienso que eso diría Onetti, que no contaba en días sino en meses y años lo de quedarse en la cama. Y es que, al escritor, todos los días de año debían parecerle nefastos, no dignos de perder el tiempo internándose en los mismos a base de unas actividades tal vez innecesarias. ¿Qué más de malo supuestamente podía pasarle allí?

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Diario de un aficionado cinéfilo, 09a

Y, para despedirse, los chicos del Cineclub El Ambigú quisieron asegurarse el éxito de su meritoria labor escogiendo cuatro clásicos y agrupándolos en “Ciclo Imprescindibles 5”, con motivo del 50.º aniversario de Los pájaros. Acertaron de pleno…; pues son cuatro creaciones del insondable mundo del cine en las que era preciso ahondar más y mejor (si se había tenido la suerte de haberlas visto antes) y/o disfrutarlas al fin (los que todavía no habíamos tenido el gusto de visionarlas).

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Diario de un aficionado cinéfilo, 08c

Salimos de la proyección con muchas ganas de tomar algo en cualquiera de los múltiples garitos que nos ofrecía nuestra monumental ciudad, donde las terrazas, a pesar de ser jueves (y “estar en crisis”…), estaban a tope y esperando, con los brazos abiertos, a estos amigos cinéfilos que querían seguir hablando de los mismos temas que acababan de ver: el amor, la pasión, la enemistad, el ansia desaforada por la riqueza fácil a costa de pasarlo mal, muy mal…; todo ello, como espejo de la vida misma.

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