Diario de un aficionado cinéfilo, 09c

Candilejasvista el día 20 de junio (aunque como yo no pude asistir, por motivos de trabajo, la he disfrutado en casa…). Película estadounidense del año 1952, de casi dos horas y media de duración, donde se recrea la década 19101919 en el Londres de la Primera Guerra Mundial. Es una magnífica obra de arte, se mire por donde se mire. Charles Chaplin es un artista completo de los pies a la cabeza, pues además de bordar el papel principal (de cómico viejo y desfasado), dirige e incluso compone su música, porque es un artista completo y privilegiado que toca diferentes ángulos artísticos, llegando al extremo de la difícil perfección (por no decir inalcanzable) para el resto de los mortales.

 


Yo, que estaba acostumbrado a ver a Chaplin en papeles de cine mudo, he quedado gratamente sorprendido por esta nueva y hábil interpretación en la que borda su personaje resaltando sus acendradas enseñanzas: un diálogo fresco e inteligente donde hay retazos de la filosofía que él mismo vivió en su propio período vital que tanto le marcó; lo conclusión a la que se llega (que la vida es muy importante y que hay que vivirla); el apoyo total (que se convierte en mutuo) a su casual vecina; el sentimiento de algo más que un amor platónico y oral, como él mismo dice, por la histérica bailarina…

El argumento muestra como una joven bailarina, derrotada y sin ganas de vivir, Thereza (Claire Bloom) y un cómico borracho, Calvero (Charles Chaplin), que vive los últimos estertores de su pasada gloria en los escenarios londinenses, se encuentran casualmente (al principio del film) para emprender una vida conjunta. Primeramente él le salvará la vida y la apoyará continuamente para conquistar su futuro y su auténtico anhelo: ser primera bailarina; y luego será ella la que le devuelva el inigualable favor, animándolo y aupándolo a su último triunfo teatral cómico; para acabar con la famosa escena final de Candilejas (de aquí el título de la película), con la triste música compuesta por el propio Chaplin y arreglada por Ray Rasch y Larry Russell, por lo que es considerada entre las mejores partituras de la historia del cine. Como me ha gustado tanto, la recomiendo a todo el mundo. Se obtendrán tantas enseñanzas cuantas sepa recoger el inteligente espectador para que su propia existencia sea más fructífera y feliz. Es tan grande el amor de la bailarina hacia el cómico que está dispuesta a casarse con él; mientras que (por contraste) es tan hermoso y sincero el amor que él siente por ella que prefiere no encadenarla pues su juventud le podrá reparar otros amores más acordes con su edad y prestigio (como el capitán Neville, el joven pretendiente de Thereza).

Si todos los artistas tuviesen el calibre y la inteligencia práctica y emocional del maestro Chaplin, seguro que el mundo estaría mejor dispuesto o más preparado para que realmente se viviese una vida más fácil y dichosa… En esta cinta Charlot sigue haciendo poses y mimos de cómico del cine mudo con sus afamados gags: tanto cuando imita a las rosas, las piedras, los árboles japoneses, los sueños…; como en las memorables escenas del piano y el violín; o en las del amaestrador de pulgas y los diferentes números musicales en los que la letra parece absurda mientras resultan portentosas su imaginación y su forma de hilar música, texto y desarrollo argumental para que todo cuadre como en un gran puzle; cuyas partes (por separado) son ya bellas e interesantes fotografías del natural vivir humano, pero que una vez colocadas conjuntamente conforman otro paisaje mayor: el de la propia naturaleza humana con todas sus concomitancias…

Candilejas fue la última cinta cinematográfica que produjo Chaplin en Estados Unidos, cuya sensibilidad y originalidad hacen que sea su mejor película. Lleva anejos: tintes autobiográficos (la relación entre Calvero y Thereza es una clara referencia al amor entre Chaplin y Oona, que escandalizó a la sociedad por sus casi cuatro décadas de diferencia); mucho simbolismo; un guion perfectamente redactado, una magistral partitura original; y una mixtura entre comedia y drama a lo largo todo el film.

Esta película podría considerarse como una despedida de dos grandes genios del cine mudo, Chaplin y Keaton, dioses del pasado que ceden resignados el relevo a las nuevas generaciones. En 1973, 21 años después, Chaplin (a los 83 años de edad) recibió su único Oscar competitivo por esta magistral melodía.

Yo no sé lo que me pasa cuando me topo con alguna obra maestra (como la que comento) que sabe llegar a los sentimientos más íntimos, pues al terminar de ver este fabuloso film me ha entrado una melancolía y unas ganas de llorar impresionantes; posiblemente es que ya voy para viejo mayor, como eufemísticamente quiere decirse ahora y mi sentido emocional melancólico se va incrementando con los años; (aunque ya en mi lejana infancia siempre se me decía, por el machismo de entonces, que los niños no debían llorar (ni los hombres), pues eso era cosa de niñas (o mujeres).

No tardaré tanto tiempo en volver a disfrutar de este filme antológico del que únicamente conocía algunas escenas sueltas y, por supuesto, su pegadiza (y conocida) música.

fsresa@gmail.com

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