En el 80.º cumpleaños de don Stephan de Vos

Algunos recordamos todavía con qué divertida curiosidad nos cruzábamos por algún pasillo del colegio con un tipo rubio, tieso y altísimo, al que llamábamos “el belga”. Había sido una pintoresca e imprevista adquisición de los padres Bermudo y Mendoza, de viaje por Francia, que recogieron al joven autoestopista Stephan y lo invitaron a dar clases en Úbeda. Fue en 1960; hace ya más de cincuenta años de aquella exótica visita.

Don Stephan, el belga, o “el belgo”, como él prefería ser llamado en atención a su sexo, estuvo aquí sólo un curso dando clases de francés, ayudando a don Jesús en la inspección, y amenizando con graciosas anécdotas nuestras aburridas jornadas de internado. Su extraordinaria cortesía y su candor dejaron un grato recuerdo entre sus alumnos y sus no tan candorosos colegas, que le habían hecho víctima de algunas inocentadas que él siempre aceptó con deportividad.

Se fue. Su imagen y su memoria quedaron, cada vez más borrosas, en una de las páginas de nuestra ya larga historia y fueron, como tantas otras cosas, materia de nuestra nostalgia.

Posteriormente supe de él por don Jesús Burgos, quien había mantenido a lo largo de los años una cálida amistad epistolar intercalada con algunas visitas de don Stephan a España.

Y fue acompañando a don Jesús, en 2002, cuando volvimos a ver al “belga” entre nosotros, en Úbeda. Desde entonces y a pesar de la muerte del amigo mayor en 2006, este hombre, solo o acompañado de su esposa, no nos ha abandonado.

Su discreción le haría invisible, si no fuera por su estatura. Y cada vez vuelve con su cargamento de fotos, de las “buenas”, las de papel, para darnos fe de la reunión anterior. Y vuelve para decirnos, sin despegar los labios, cuán profunda fue la huella Safa, la magia de aquel tiempo, de aquella ciudad y de aquellos alumnos que bromeaban con su español.

¡Qué lección de fidelidad para todos!

Hoy, este hombre viene aquí, desde Inglaterra, como si ochenta años no fueran nada. Este hombre, que ya es casi lo único que nos queda, viene aquí desde Inglaterra sólo a estar unas horas con nosotros y dar un paseo por esta vieja ciudad.

Y vuelve cada año.

Y esta presencia continuada, que corrige con generosidad su efímera etapa docente, me produce la emoción de algo sagrado. Parecería una peregrinación, el cumplimiento fiel de unos votos, si no fuera porque la sencillez del personaje impide las palabras solemnes.


Hoy, querido don Stephan, querido profesor, estás aquí de nuevo y tu presencia, que nos estimula y fortalece, hace, además, que nos sintamos orgullosos de pertenecer a una Asociación que cuenta con un socio como tú, orgullosos de haber pasado nuestros mejores años en una ciudad como ésta, Patrimonio de la Humanidad y nuestro, y orgullosos de haber compartido contigo amistades de tanto mérito y tan entrañablemente recordadas.

Te deseamos lo mejor. Como dirían los antiguos: «sea nuestro Señor servido de traerle entre nosotros cuantas veces le pluguiere para honor de esta casa y provecho de nuestro espíritu que con su presencia reconforta».

Amigos, es el momento de levantar nuestra copa por don Stephan.

¡POR DON STEPHAN!

Y nos queda un último detalle.

Tenemos en Almería un símbolo, casi un tótem, que se ofrece a los amigos para desearles suerte. Es muy antiguo, de hace unos 4 500 años, y se basa en un dibujo prehistórico encontrado en una cueva de Vélez Blanco, un precioso pueblo almeriense. Es el llamado INDALO, un hombre que sostiene un arco iris. Se lo traemos en bronce para significar la firmeza de nuestro aprecio y sobre una peana de mármol de Macael.

Paco Fernández y yo mismo hacemos así patentes nuestros mejores deseos de felicidad para usted y su esposa.

Por muchos años.

Úbeda, 19 de octubre de 2013.

 

jmferc43@gmail.com

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