
30 prosas de amor, 08

Antiguos Alumnos de Magisterio SAFA (AAMSU)
Demostración de la buena adaptabilidad de las pintadas al agroecosistema de La Serena
Los estudios realizados para determinar la posibilidad de utilizar la pintada contra las plagas de langosta partieron de la hipótesis de que esta ave, al tener un origen africano, debería estar bien adaptada a las condiciones climáticas que se dan en La Serena; aunque podría ocurrir que los lotes de aves de los que se partía, al comienzo de los estudios, pudieran haber perdido esas cualidades de rusticidad, razón por la cual, antes de iniciar los experimentos sobre depredación de langostas, se diseñaron otros para comprobar la capacidad de adaptación de las pintadas a las temperaturas máximas y mínimas que suelen producirse en el sur de Extremadura.
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El verdadero nombre de madame Pigalle era Eucaristía Porte‑Petit. Ella decía que era la nieta del emperador Maximiliano. Pero todos sabían que el archiduque austriaco y su esposa Carlota, aunque jóvenes, eran hueros. Los pocos que sabían algo de la vida de madame Pigalle aseguraban que era nieta de un soldado belga, pariente de un allegado de la emperatriz. Y eso era lo más cerca que estuvo de la sangre imperial. Ella, sin embargo, se proclamaba maximiliana contra viento y marea.
Y en Extremadura, los que ofrecen resultados más prometedores han sido los hongos. Son frecuentes, sobre diversas especies arvenses de La Serena, ver langostas con síntomas de “Summit disease” (fig. 22), de las cuales se aísla el hongo Entomophaqa gryfli (Fresenius) Batko.
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Llegando a San Pedro de la Cueva, Patrocinio Juárez se encontró con dos arrieros: uno iba delante con una reata de dos mulos y un burro, y otro, detrás, tiraba de una mula cobriza cargada de telas y cacharros. El camino era estrecho y se despedía a la izquierda en un hondón que llegaba al fondo de una garganta. Se colocó a la par del último. Era un hombre oscuro, espingardo y con ojos tartamudos. Cruzaron pocas palabras, pero al arriero no se le fue la vista a otro lugar que al cinto de los calzones del muchacho y adivinó que entre las faldas de la camisa escondía un cuchillo.
En 1901 se comprobó la eficacia que tenía pulverizar con gasolina los rodales del insecto y quemarlos a continuación. Ello propició la organización de campañas nacionales por el Estado (fig. 18). Por otra parte, el conocimiento biológico del insecto que se alcanzó a finales del siglo XIX supuso un avance extraordinario en el control de la plaga por medios físicos, comprobándose el efecto profiláctico que tenían las roturaciones invernales realizadas en los suelos donde el insecto hace la puesta el verano anterior (fig. 19).
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