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11-06-2012.

Había huido cuando creía tener nueve o diez años; nueve o diez, porque en el hospicio nunca supo llevar bien la cuenta de los días. Temeroso. Toda una semana antes de la muerte de la monja había estado viendo en sueños, noche tras noche, a sor Amargura en cueros vivos: sin el parche en el ojo derecho; el hábito enrollado en la cintura como una cobija de arriero; al aire sus piernas sarmentosas, torneadas por venas gruesas y negras como víboras; la cabeza rapada y monda como piedras de río y adornada con una corona de espinas; flagelándose a latigazos el pecho, la espalda y los muslos; de su boca con dientes de tijeras salían latines malolientes.

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