5, y 4

26-07-2012.

Era verdad que, allá encerrado, se le hizo más duro y penoso el peso del fracaso. Lo ocultaba, lo envolvía en un manto de grandes risotadas y fanfarronería para espantar su propio espanto, y para demostrarle al canco de Omayocán Sabanagrande que no le tenía miedo. ¿Quién a él? ¿Quién carajo le iba a poner la mano encima? ¿Por el alfiler de un prendedor de pelo de la india Libertad Yambé?

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5, 3

21-07-2012.

Desde ese mismo día vivió en casa del comisario, don Trinidad Malpartida; comió en su mesa, sobre el mismo mantel, los mismos frijoles y costillas de puerco; bebió en los mismos vasos y durmió en la misma cama.

Los decires de Chapulín de San Antonio corrían murmuraciones de que el comisario Malpartida era buja­rrón, tenía plumas y cacareaba. Pero el chato Patrocinio desconocía aquello.

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5, 2

15-07-2012.

El comisario Omayocán no tenía ideas, tenía armas. Su mente era estrecha, como su alma, y aún lucía un pecho grande y fuerte, y unos puños poderosos. Las ideas se las suministraba Aquilino, el “Faquir”. Omayocán Sabanagrande solo tenía que dar las órdenes. El “Faquir” pensaba, Áureo verificaba y Omayocán sentenciaba. El “Faquir” decía sangre, y era sangre; decía huellas, y eran huellas; decía crimen, y era crimen. Áureo anotaba, registraba y confirmaba. Pero decidía el comisario.

El comisario Omayocán preguntó al chato Patrocinio:

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5, 1

10-07-2012.

Al chato Patrocinio Juárez se le llenaron los ojos de fuego y sangre; por eso vio borrosa la sonrisa cínica y satisfecha del comisario de Chapulín de San Antonio. Tampoco vio bien el brillo de su diente de oro. Pero sí tuvo las ideas muy claras desde el punto en que Omayocán Sabanagrande le dijo: «Este muerto es mío». Supo que su vida estaba en manos de aquel gachupino estirado, vestido de señor con los pantalones blancos perfectamente planchados, el saco color avellana sobre la camisa marrón y los zapatos negros relucientes. Además, llevaba bien a la vista las correas de su pistola sobaquera, como los agentes yanquis de las películas. No se le olvidaba que aquel le había roto los huesos de la nariz y se llevó del brazo a Berenguela Expósito, la “Guapa”.

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4, y 3

04-07-2012.

A la inauguración de los combates llegó más gente que a la peregrinación de San Miguelito, en septiembre, cuando en la iglesia reparten pan trenzado y jarabe de flores de tamarindo y acude la banda de música de Álamos; o que a la procesión de santa Rosa en agosto, allí mismo, en Río Negrón. Entre la gallera y los pabellones de madame Pigalle siempre había un amontonadero de gente de toda condición. Hasta los repullidos, que parecían hablar en verso, comían y bebían con chorreones y babas.

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4, 1

24-06-2012.

El verdadero nombre de madame Pigalle era Eucaristía Porte‑Petit. Ella decía que era la nieta del emperador Maximiliano. Pero todos sabían que el archiduque austriaco y su esposa Carlota, aunque jóvenes, eran hueros. Los pocos que sabían algo de la vida de madame Pigalle aseguraban que era nieta de un soldado belga, pariente de un allegado de la emperatriz. Y eso era lo más cerca que estuvo de la sangre imperial. Ella, sin embargo, se proclamaba maximiliana contra viento y marea.

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3, y 6

22-06-2012.

Llegando a San Pedro de la Cueva, Patrocinio Juárez se encontró con dos arrieros: uno iba delante con una reata de dos mulos y un burro, y otro, detrás, tiraba de una mula cobriza cargada de telas y cacharros. El camino era estrecho y se despedía a la izquierda en un hondón que llegaba al fondo de una garganta. Se colocó a la par del último. Era un hombre oscuro, espingardo y con ojos tartamudos. Cruzaron pocas palabras, pero al arriero no se le fue la vista a otro lugar que al cinto de los calzones del muchacho y adivinó que entre las faldas de la camisa escondía un cuchillo.

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3, 5

19-06-2012.

Durante mucho tiempo arrastró como un apestado aquellas costras purulentas que nunca se secaban y los tolondrones que no reducían sus cumbres. Por eso, también llevó la cabeza tan rapada que parecía un tiñoso. Anduvo por Avisadores, Nacorí Chico, Huachinoa, Mesa, Tres Ríos, se alargó hasta Opodepe. Trapicheaba, robaba, mendigaba y, luego, huía. Había momentos, sobre todo durante las noches, en que parecía oscurecerse el mundo por completo, incluso la conciencia. El cielo se transformaba en un manto negro, sin una sola estrella, y la tierra era como un inmenso monstruo oscuro de respiración abrumada.

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3, 4

11-06-2012.

Había huido cuando creía tener nueve o diez años; nueve o diez, porque en el hospicio nunca supo llevar bien la cuenta de los días. Temeroso. Toda una semana antes de la muerte de la monja había estado viendo en sueños, noche tras noche, a sor Amargura en cueros vivos: sin el parche en el ojo derecho; el hábito enrollado en la cintura como una cobija de arriero; al aire sus piernas sarmentosas, torneadas por venas gruesas y negras como víboras; la cabeza rapada y monda como piedras de río y adornada con una corona de espinas; flagelándose a latigazos el pecho, la espalda y los muslos; de su boca con dientes de tijeras salían latines malolientes.

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3, 3

05-06-2012.

La muerte andaba con gran libertad por el orfanato, entre niños que daban pujidos, asustados; entre ricos herederos de la tristeza, maleducados en la abundancia de la miseria. La muerte era un familiar incómodo, pero pensionado. Iba de un catre a otro, de un silencio a otro, de un miedo a otro. Escogía a los huérfanos según su capricho: por la desmesurada negrura de sus ojos, por la delgadez de sus huesos, por sus lágrimas cansinas, por las toses irritadas, por los agujeros que el hambre había abierto en sus estómagos, por la hinchazón de sus barrigas o por el perfume agriado de la flor de sus corazones.

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