30-06-2012.
Es posible, yo creo, enterrar los viejos vagones en las colmenas viejas y comerse de nuevo las manzanas, nos sobra sólo un soplo para recuperar el mundo, porque el tiempo fermenta y la verdad hace libres los confines del descorchado mapa, nos quedan las preguntas clandestinas ‑es cierto‑, las dudas del pasado, lejanamente, pero también nos quedan otras vidas posibles y un olor a membrillos y a castañas.
Es posible otro peso de las sílabas, otro repaso a la historia, otro salitre entre la cal de almuñécar, también aquella luna nos manda otros temblores, y dicen que los dioses, sin duda son amables cuando el amor se enciende, mujer de orégano y albahaca, en el aire ceniza de la tarde, de cáñamo y olvido, el miedo hunde sus dedos, tal vez, pero ya vienen las flores del granado y el rojizo zumaque en las yemas del cerezo ‑yo estuve allí‑, sobre la plaza de los vencidos geranios, entonces fugitivos, perdido en los cipreses, camino de santana.
Es posible que el frío de los gatos se mezcle entre los libros, poner nombre a las nubes como si fueran campanas que prolongaran besos, gavilanes volando los alcores de la noche cabrona y diminuta, hogueras y alfileres que se enganchan a esta prosa, la calle de alhacaba ‑¿recuerdas?‑ con un tinte rendido de acuarelas, la araña en mi camisa empapada de ti con tu perfume, aguamarina en el ojal del dedo, profundo y silencioso, no sabemos el cuándo y qué más da, tan solo sólo el nombre nos dará los motivos, las voces, los espejos del baño, la ducha tuya calentando el agua… mientras te miro, ligeramente oblicuo, como verso rendido en el trasluz del viento, aquí junto al llanillo.