Nueva presentación

Por Fernando Sánchez Resa.

Como todo abuelo que se precie, me interesan sobre manera los avatares y el crecimiento de mi primer nieto literario, “Primavera del sentido”, que ya tuvo su bautizo social en la mágica Sinagoga del Agua de Úbeda (Jaén) el pasado 18 de noviembre de 2017, y que, en este caso, viajó a la capital del Turia el 10 de marzo de 2018, próximas ya sus famosas Fallas, para que se conociesen mutuamente y mostrar su belleza y valía.

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“Los pinares de la sierra”, 164

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Como gemelos de distinto sexo.

El viernes por la tarde, el primero en llegar al despacho fue Soriano. Todavía no eran las siete cuando entró en la oficina sin llamar y con cara de preocupación. Llevaba un traje azul marino con rayas blancas, muy finas, y una corbata de colores muy hortera; se había dejado crecer el pelo del cogote y tenía un aspecto heterogéneo, entre feriante de ganado y poeta pobretón. Estaba claro que había tomado unas copas de más, porque empezó a decirle que siempre le estaría agradecido, que nunca olvidaría su cordial acogida cuando llegó a Barcelona, que siempre se sintió tratado como un familiar, e incluso mucho mejor que de la familia, y que jamás olvidaría que gracias a él había conseguido todo lo que tenía. O sea, empalagosas monsergas de borrachín, que Paco cortó de raíz para preguntarle por lo que en realidad le interesaba.

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¿Monarquía o república?

Por Mariano Valcárcel González.

Seguimos en la alternativa nunca dilucidada del tipo de Estado o de Gobierno que queremos para el martirizado y maltratado territorio español; bueno, los que lo habitamos, claro está. Porque es de admirar que encontremos personal –o simple, o utópico o descerebrado– que da por sentado que lo bueno, óptimo y único deseable es uno de los dos modelos, por sí mismos excelentes, no por su interpretación o su bondad demostrada. Vamos, que hay uno bueno y otro malo, sin más.

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“Los pinares de la sierra”, 163

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

2.- ¿Tenemos un plan “B”?

Lo que más le preocupaba era que la peluquera encontrase un cliente con posibilidades. Sin cliente no habría venta y sin venta surgirían serios problemas. Al mediodía, la llamó y, por su forma de hablar, le dio la impresión de que estaba algo nerviosa. Pensaba preguntarle si había encontrado un cliente con el suficiente potencial de compra y, de camino, pedirle algunos detalles para romper el hielo, como por ejemplo: a qué se dedicaba, de dónde procedía su fortuna, cuántos hijos tenía, y todos esos pormenores tan importantes para iniciar con buen pie una relación. Pero no hizo falta, porque María Luisa aún no tenía cliente. No obstante, le dijo que no se preocupara, que el mejor día de trabajo era el viernes y que, sobre todo por la tarde, las señoras acudían a hacerse mechas, tintes, recogidos de cabello, peinados y maquillajes, para estar guapas el fin de semana. Lo dijo de carrerilla, como el padrenuestro.

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“Los pinares de la sierra”, 162

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

1.- El plan de acción.

Desde que Gálvez empezó a presionarlo, a Paco le bastaba un pequeño ruido para estar en vela horas y horas: se despertaba con frecuencia durante la noche, fumaba un cigarrillo tras otro sin levantarse de la cama y ya no conseguía dormirse de nuevo. El jueves se levantó temprano, casi al amanecer. Solo faltaban setenta y dos horas para que se cumpliera el plazo concedido. En ciertos momentos, pensaba que todo saldría bien y se sentía seguro y orgulloso por la confianza que le mostraban sus comerciales, a los que movía como piezas de ajedrez. Creían en él y soñaban con las suculentas rentas del botín. Por eso no les podía fallar. Debía infundirles seguridad, aclarar sus dudas y transmitirles valor y presencia de ánimo.

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“Los pinares de la sierra”, 161

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.- De granjero acaudalado a constructor de prestigio.

Mientras Velázquez hablaba de proyectos y decisión para ganarse su voluntad, Paco no olvidaba que Gálvez le esperaba dispuesto a cumplir su amenaza si no encontraba a un primo que comprara las parcelas en el poco tiempo que faltaba. Aunque trataba de disimularlo, reconocía que estaba asustado. Su fuerza estaba en la palabra; tenía labia como para hablar horas seguidas, podía ser ocurrente e incluso gracioso, pero sentía pánico ante la violencia. No le gustaban las peleas y sabía lo que le esperaba en caso de fracasar. Sintió necesidad de desahogarse con alguien que estaba de su parte, y empezó a contarle a Velázquez, con la exactitud de un reo al borde del cadalso, las visitas de Gálvez, sus amenazas, la conversación que tuvieron días antes en el despacho; los apoyos con los que contaba y el plan que había maquinado con Roderas.

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“Los pinares de la sierra”, 160

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.- La venta es como el tabaco.

Parecía que no les quedaba nada más que decir y, cuando todos estaban dispuestos a marcharse, Paco les anuncio que al día siguiente pensaba ir a Lérida a entrevistarse con Velázquez y la señorita Claudia.

―Quizás ellos nos puedan aportar alguna idea nueva.

―No creo que vengan ―apuntó Soriano―. Al parecer, el negocio de las gallinas les funciona de maravilla y no querrán volver a los terrenos.

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“Los pinares de la sierra”, 159

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- Primeras contrariedades.

Roderas, que en estos casos siempre tiraba de galones ante sus compañeros ―bastante lógicos, por otra parte―, al ser el que más tiempo había pasado a la sombra, miró a Paco y preguntó sorprendido.

―Oye, Portela. ¿Por dónde sale este, ahora? Tú me hablaste del dueño de una funeraria, que era multimillonario.

Dándose por aludido, Soriano tomó la palabra en defensa de su mujer.

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“Los pinares de la sierra”, 158

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- Preparando el señuelo.

Al día siguiente, un grupo de vendedores veteranos se reunieron en las oficinas de Edén Park. Asistió Fandiño, Roderas, Mercader y, algo más tarde llegó Soriano, que con orgullo manifiesto les enseñó la fotografía de un ostentoso descapotable, que había comprado recientemente. Era un soberbio Dodge Dart de color granate, con dos bandas blancas que recorrían el vehículo desde la parte delantera hasta el maletero. Fandiño parecía más tranquilo; la conversación que tuvo con su jefe, la noche anterior, le había calmado un poco, aunque no se acababa de fiar. Les explicó que Gálvez les ofrecía su apoyo en caso necesario y que había depositado su confianza en él. Lo único que le preocupaba era el aumento del precio de las parcelas. Si venderlas a dos millones y medio había sido un milagro, tratar de conseguir ahora cinco millones era una locura.

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“Los pinares de la sierra”, 157

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- El principio de Ackerman.

De camino a la discoteca iba pensando que aquella noche Barcelona presentaba un aspecto deslumbrante; parecía que nadie tenía problemas y los transeúntes mantenían ese aire, alegre y despreocupado, que tienen las personas que no le temen al futuro, porque confían en que el día de mañana no les faltará nada. Un numeroso grupo de jóvenes, risueño y divertido, se arremolinaba ante el rótulo luminoso de Bikini. Los chicos con sus pantalones vaqueros acampanados, y las muchachas ―las más guapas y llamativas de la ciudad― con sus generosos escotes, sus breves minifaldas y sus zapatos de tacón. Solo algún que otro fantasmilla descamisado, con pinta de hippy, se metía entre las chicas procurando enrollarse con ellas, hasta que uno de los gorilas, que custodiaban la entrada, cogía por un brazo al ligón y le ordenaba que se alejara de la puerta al instante. Entonces podía ocurrir una de estas dos cosas: o el moscardón desistía de su propósito, y se iba refunfuñando y profiriendo amenazas o, allí mismo, los matones le daban una tunda hasta que entraba en razón.

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