“Los pinares de la sierra”, 144

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.-Por dinero se nos escapan detalles, que hasta un ciego podría ver.

Como un perro que se siente amenazado, y con las ideas atropellándose en su cabeza, se puso en guardia, sin olvidar las recomendaciones de Roderas: «Domínate y ten calma. Los nervios solo sirven para cerrar la inteligencia y apagar la imaginación».

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“Los pinares de la sierra”, 143

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- En la boca del lobo.

La discoteca Bikini era la sala de fiestas más emblemática de la zona alta de la ciudad. Para distinguirse de los locales de la competencia, la dirección incorporó una pérgola, una bolera, y un mini-golf que muy pronto captaron la atención de una clientela compuesta por jóvenes melenudos, parejas formales, artistas, bohemios y chicas de vida alegre, que al terminar sus ocupaciones en Míster Dólar iban a bailar los ritmos de moda llegados del extranjero: el twist, la yenca y el rock and roll.

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Pasos perdidos

Por Mariano Valcárcel González.

Recuerdo el misterio y los comentarios llenos de aprensión y hasta temor que los chicuelos de los tiempos de Maricastaña hacíamos cuando sabíamos de personas, cierto que pocas y muy en discreto conducirse, del pueblo que cuando llegaba la Semana Santa se “perdían” por esas carreteras, caminos, o campos de Dios, fuera siempre del casco urbano. Esta situación la representaron muy bien en una película, creo que de Fernán Gómez (desde luego la interpretaba) o de Armiñán, no recuerdo su nombre.

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“Los pinares de la sierra”, 142

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- Los “lilas” florecen en cualquier época del año.

A punto de romperse por dentro, y cada vez más desesperado, Paco bajó la cabeza y se puso a renegar de Gálvez, de Fandiño y de la maldita hora que empezó a trabajar en Edén Park. Volvió Roderas con su aplomo de vicario episcopal, y le dijo a Mercader que pidiera otras copas, que invitara a las chicas de la barra y que les dijera que por una razón de gravedad extrema, aplazaban el plan hasta una próxima ocasión.

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“Los pinares de la sierra”, 141

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- El secreto de las ratoneras.

Con cara de desesperación, Paco culpaba de sus problemas a Fandiño por haber ideado la estafa, por cobrar una suculenta comisión y por echar a correr sin decir esta boca es mía, dejándolo a los pies de los caballos, precisamente ahora, cuando su nombre sonaba como futuro director comercial. Pidió otros tres whiskys y empezó a golpear la mesa, desesperado, hasta que intervino Roderas con una calma digna del Presidente del Supremo.

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“Los pinares de la sierra”, 140

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

2.- Eso se arregla con el diez por ciento.

Llegó el camarero, dejó los vasos de whisky sobre la mesa y regresó a la barra sin hacer comentarios.

―Anda, toma un trago y procura relajarte. Sabes que puedes contar con nosotros. ¿Quieres que te acompañemos cuando vayas a entrevistarte con Gálvez? ―preguntó Mercader, encendiendo un cigarrillo—.

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“Los pinares de la sierra”, 139

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

1.- Una solución desesperada.

Aquella noche, Paco estuvo dando vueltas en la cama sin poder dormir. Conocía qué clase de hombre era Donato Gálvez y sabía que no conseguiría aplacar su rabia si no encontraba una solución que lo tranquilizara. ¿Pero de dónde sacaba un cliente dispuesto a comprar nueve parcelas, mal orientadas y hundidas en un barranco? Y lo peor era que, un par de meses antes, Gálvez se había enterado de la subida de precios y no estaría dispuesto a vender por menos del doble de lo que había pagado.

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Historias Bíblicas – Esaú y Jacob

Por Mariano Valcárcel González.

Cuando exploro textos de estas escrituras, tan variados tanto en temática como en su propia redacción y génesis, cada vez me sorprenden más las interpretaciones que de ellos se hacen (en especial de ciertos episodios) y los malabarismos conceptuales que se realizan para poder adecuar lo literal a un mensaje que se adapte a las concepciones religiosas que se pretenden implantar. A veces hasta lo más inverosímil y absurdo.

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“Los pinares de la sierra”, 138

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.- Gálvez lanza sus primeras amenazas.

Parecía un viejo lobo dispuesto a saltar hacia su presa. Se removió en la silla, sacó la pistola de la sobaquera y la dejó sobre la mesa.

―Perdona, campeón; esta puta pistola me está jodiendo los riñones. No, no vengo a comprar más terrenos. Vengo a decirte que sois unos estafadores de mierda y que si no conseguís venderle a otro mis parcelas, acabo con vosotros, uno por uno. ¿Lo entiendes, o te lo vuelvo a repetir, machote?

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“Los pinares de la sierra”, 137

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- El hombre fatídico.

Mientras tanto, el señor Gálvez esperaba, en vano, la llegada de Fandiño, para quitarse de encima las parcelas como le había prometido. Le costaba aceptar que aquellos aprendices de estafadores se hubieran atrevido a engatusar a un hombre como él, pero cada día que pasaba lo veía más claro En sus continuas idas y venidas a la finca, comprobaba que las cosas iban de mal en peor. Las obras no avanzaban y lo poco que habían edificado se iba deteriorando por falta de atención. Dominando la rabia que le quemaba por dentro, recorría las calles, la piscina y las pistas de tenis. Esperaba la llegada de los autocares, observaba los movimientos, los gritos, las carreras y el teatrillo de los vendedores. Otra cosa más: no tardó demasiado en constatar que ya no quedaba ninguno de los compañeros de Fandiño que él había conocido. Ahora eran más jóvenes, más bullangueros y menos respetuosos; incluso había oído que algunos tuteaban a los clientes. Hasta que un día, harto de jurar que mataría a quienes lo habían engañado, se presentó en el despacho de Paco, sin avisar, precisamente la misma tarde que habían comprado los papás de Loli.

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