“Los pinares de la sierra”, 162

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

1.- El plan de acción.

Desde que Gálvez empezó a presionarlo, a Paco le bastaba un pequeño ruido para estar en vela horas y horas: se despertaba con frecuencia durante la noche, fumaba un cigarrillo tras otro sin levantarse de la cama y ya no conseguía dormirse de nuevo. El jueves se levantó temprano, casi al amanecer. Solo faltaban setenta y dos horas para que se cumpliera el plazo concedido. En ciertos momentos, pensaba que todo saldría bien y se sentía seguro y orgulloso por la confianza que le mostraban sus comerciales, a los que movía como piezas de ajedrez. Creían en él y soñaban con las suculentas rentas del botín. Por eso no les podía fallar. Debía infundirles seguridad, aclarar sus dudas y transmitirles valor y presencia de ánimo.

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