“Los pinares de la sierra”, 38

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- La primera mentira.

En el cursillo, nos habían dicho que durante el almuerzo era mejor hablar de cosas ajenas a la urbanización y que después, con el café y la copita de coñac, sacáramos los planos y el papel en blanco para hacer los números e informar del precio y las condiciones de pago. Como apenas habíamos hablado de parcelas, durante el viaje, no sabía si aprovechar aquel momento para recuperar el terreno perdido o preguntarle al señor Recasens qué noticias de “La Vanguardia” le habían parecido más interesantes. De pronto, se me ocurrió una idea, para poner a salvo mi dignidad y no quedar como un novato. Haciendo de la necesidad virtud, les eché la única mentira que dije en toda la mañana. Pedí disculpas por no haberles informado debidamente, y les dije que yo no era vendedor de la empresa, sino un administrativo.

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La manifestación en Cataluña

Por Salvador González González.

La presencia del rey en la manifestación ha hecho a muchos catalanes más monárquicos que ayer y, de seguir así, echándole bemoles como ha hecho, posiblemente menos que mañana.

Los lectores saben, porque lo he mencionado en algún artículo, que me siento republicano y también que pensaba que no era ni el momento, ni la urgencia, ni el sentido de plantear ni tan siquiera un debate al respecto, porque entendía y ahora más sí cabe que antes, que la monarquía constitucional y parlamentaria cubría perfectamente las labores de una jefatura del Estado acorde con los tiempos actuales.

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“Los pinares de la sierra”, 37

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Un cliente desdeñoso.

Arrancó el autocar, y cuando ya me disponía a hablar de todo aquello que nos habían dicho en el cursillo, el señor Recasens, sin prestarme la menor atención, abrió “La Vanguardia” con aire distante y se puso a leer el periódico tranquilamente. Traté de ser amable, entablar una conversación entretenida y preguntarle si había podido aparcar con facilidad y si medía la distancia en tiempo o en kilómetros, pero él continuaba absorto en la lectura, como si no me viera, y no pude decirle que en ocasiones se tardaba más de dos horas en llegar a Castelldefels. Tras unos minutos sin saber qué decir y en un intento de iniciar una conversación, me armé de valor y pregunté:

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“Los pinares de la sierra”, 36

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

2.- Los problemas del debut.

Yo trataba de escurrir el bulto como podía, miraba a Paco y aceleraba el paso, a ver si dejábamos atrás al jefe de ventas; pero él nos cogió del brazo y así nos llevó hasta la barra de Los Intocables, que estaba desierta cuando llegamos, pero que enseguida se llenó de gritos, risas, bromas, cafés y copas de 123 con hielo, que era la bebida preferida del señor Bueno. Yo no tenía muy claro que un pelotazo de coñac a aquellas horas, con el estómago vacío, pudiera darme suerte; pero cerré los ojos y me la tomé casi de un trago, como mi amigo Paco, que no se separaba de mi lado.

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“Los pinares de la sierra”, 35

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

CAPÍTULO VI

1.- La primera subida a finca.

El domingo veintidós de julio, a las siete de la mañana, actualizábamos los planos de la urbanización en el despacho del señor Bueno, marcando en color verde las parcelas con opción de compra y en rojo las vendidas durante la semana.

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Sacrificio

Por Mariano Valcárcel González.

¡Muerte al infiel! Eso, muerte y destrucción. Y que desaparezca del mundo todo el que disienta y no acate.

Con ello lograremos satisfacer el ansia de sangre y la necesidad de sacrificios cruentos que la deidad, las deidades de todos los siglos tienen o tuvieron. Esto es viejo como la misma humanidad; el que se tratase de aplacar la ira de Dios por nuestros actos y pecados con la ofrenda de cualquier víctima inocente o no porque podían ser enemigos o prisioneros; pero, a poder ser y ello ya era y es lo más de lo más eficaz, si la víctima escogida es humana; apretando aún más los conceptos, cuando la víctima que sacrificar es además un infante y si es primogénito, ya la expiación es completa.

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“Los pinares de la sierra”, 34

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

7.- ¿Gastar menos o ganar más?

En el día siguiente, faltaron al cursillo dos vendedores. Pero el instructor no se sorprendió de la ausencia, sino al contrario. Nos dijo, muy seguro, que se lo esperaba y, al notar que uno de nosotros sonreía con malicia, sacó un papel de la carpeta, leyó nuestros nombres uno a uno y nos enseñó los dos que había tachado con rotulador rojo. No puedo explicarme cómo lo hizo, pero aquel hombre tenía recursos para todo. Solo quedábamos cuatro y, en aquella sesión, nos habló de los puntos necesarios para cerrar una operación.

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“Los pinares de la sierra”, 33

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6.- El vestido de los seres superiores.

El tema de conversación continuó siendo el mismo. Al cliente ―decía el señor Bueno, con toda la razón― le cuesta mucho otorgar su confianza a un desconocido; solo la entrega si detecta en nosotros sinceridad, pero si intuye que intentamos llevarlo a donde no quiere, se aísla y la retira al instante. Es decir, que se encierra en su concha y ahí termina nuestro trabajo. Hacer una venta exige infinidad de requisitos correctamente realizados, pero basta un error para arruinar la operación. Por eso, esta es una profesión difícil, reservada a personas sensibles y despiertas. Cuidar los detalles significa adjudicar a cada cliente el vendedor que mejor se adapte a él. ¿Con quién se entiende un gallego mejor que con otro gallego? ¡Con nadie!

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“Los pinares de la sierra”, 32

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- Actitud.

La compra es una de las aspiraciones más profundas del alma humana. El dinero no tendría ningún valor si no nos permitiera adquirir lo necesario para satisfacer nuestros caprichos. Por eso, la venta es la droga más adictiva y fascinante del mundo. El reto consiste en pertenecer a un gran equipo y competir con los mejores, con los más ingeniosos, con los más listos. Cuando empecé a vender tenía muy claro que yo no era más inteligente que mis compañeros, pero sabía que era más ambicioso, que tenía más fe en el triunfo, y que quería ganar más dinero que ellos. Tuve una infancia muy difícil, y aprendí desde pequeño que no podía rendirme, que si ponía confianza e ilusión en lo que hacía, podría alcanzar las metas más altas. El ansia de triunfo es algo que se lleva en el alma, y para lo que no importa lo alto o lo fuerte que uno sea. Para triunfar solo cuenta el corazón, la sangre fría, el alma que se pone en cada frase y en cada palabra. Vender es la sustancia más adictiva que podemos consumir, y el triunfo es el éxtasis más increíble que sentimos en nuestro interior.

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“Los pinares de la sierra”, 31

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

4.- La más íntima aspiración del alma humana.

Le miramos con expresión confusa y, al ver la duda reflejada en nuestros ojos, nos contó una anécdota que, según él, le había ocurrido en uno de sus viajes por España.

―Imagínense la situación: tras una ruta de varios días, mi coche se estropeó de cierta gravedad al llegar a Madrid, y yo no disponía de efectivo para pagar la reparación. ¿Qué hubieran hecho ustedes?

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