Una historia que pudo ser la tuya.
1.- Los vilanos.
Cuando llegué al estudio, mis compañeros empezaban la letanía del rosario, que entonces se rezaba en latín. “El Colilla”, al verme, empezó a arrastrar la “ese” de forma exagerada y al poco rato todos decían «ora pro nobisssss», para imitarle. “El Colilla” seguía siendo el mismo demonio y, como en el pueblo, siempre salía airoso de sus travesuras. El hermano Gutiérrez se desesperaba, incapaz de descubrir al que había empezado; y, al terminar el rosario, nos tuvo dándole vueltas al patio hasta que quedamos agotados. Cada minuto que pasaba crecía mi admiración por “El Colilla”. Me di cuenta de que era el mejor árbol al que podía arrimarme y, desde entonces, procuré ser su amigo inseparable.