5. Un encuentro inesperado.
Cuando se marchó mi madre, el padre Velasco le dijo a Yolanda que me acompañara al dormitorio. Cruzamos el patio de columnas, salimos al jardín y nos dirigimos, a mano izquierda, hacia un gran edificio de color ocre con grandes ventanales de donde venía un denso olor a sopicaldo de hospital. En la otra dirección, se oía el griterío de los niños que jugaban al fútbol. El dormitorio era rectangular con tres hileras de camas, perfectamente alineadas.