3. Cuando duelen los años de la infancia.
Mi madre cambió mucho. Perder a un marido cuando se es tan joven es un sufrimiento que la mente no alcanza a comprender. Se negaba a aceptar que a los veintiséis años se había quedado sola para siempre. Apenas me miraba; pasaba los días sin hablar y casi sin comer, encerrada en sus pensamientos, angustiada por tanta soledad. Apenas se preocupaba de mí. Tardé mucho tiempo en comprenderla: esa soledad sólo puede entenderse cuando se vive y se sufre en carne propia. La muerte de mi padre la había desquiciado.