¿Y el Cristo, qué?

Ha pasado ya la Semana Santa.

En Úbeda, un hito destacado; o, al menos, de eso se presume; incluso se la denomina Semana Mayor. No seré yo quien lo desdiga. Y este año ha sido radiante, cosa ya muy esperada, por lo escasa.

Pero a mí no me gustan ciertos aspectos de la actual Semana Santa; esas variaciones que han venido aplicándose año a año y que, sinceramente, no creo hayan sido ni sean de lo más acertado que se haya hecho al respecto. Reitero (pues alguna vez lo he escrito) que esta Semana Santa ubetense, al igual que otras de esta provincia (la de Baeza, por ejemplo), es de origen austero, con una puesta en escena acorde a tal austeridad. Castellana. Y creo que acertadamente.

Si nos ajustamos a la simbología religiosa, a la teología que debe servir y enseñar, la Semana Santa es de Pasión y, como tal, ha de manifestarla. Así pues, esa pasión, ese sufrimiento, el martirio que ahí se representa no ha de dejar lugar a dudas y, por lo tanto, se ha de sentir el dolor, el daño y el sentimiento que los fieles expresen al contemplarlo, tratando de acompañarlo con la actitud acorde.

Es lo adecuado a lo que se dice: transmitir y representar desde los ambientes eclesiásticos y las asociaciones de fieles. Si eso no se logra, o se desvirtúa, no se cumple la misión catequética que es su fundamento y razón de existencia.

No será pues entendible una actitud de júbilo (el júbilo solo para el culmen triunfante del Domingo de Pascua o Resurrección); no hay lugar a florituras, a estridencias, a luminarias empenachadas, brillos, clarines o sones festeros y alegres; no hay lugar a la fantasía barroca y, a veces, hasta de mal gusto.

Esas trompetas tipo escuadrón de caballería, esas imágenes que rozan el absurdo o el ridículo sobresaturando los tronos, esas modas sevillanas que acá nunca se debieron importar, porque no coinciden con nuestra idiosincrasia. Esas palmas o aplausos forzados por la solicitud de quienes piensan más en el espectáculo que en el drama que, se supone, ayudan a representar… No, eso no se había visto acá, en Úbeda, hasta que aparecieron ciertas personas con la clara intención de trasplantar hasta aquí esas modas y modos.

Al sobrio discurrir de nuestros pasos se fueron añadiendo estos más novedosos. En nuestras cofradías ya se había dado paso a ciertos cánones más andalucistas, admitiendo el tipo de vírgenes de busto y manos en armazón o bastidor, con cara de mozas transidas por el dolor y lágrimas marcadas, joyas y corona áurea y largo manto bordado; eso ya lo teníamos y, hasta cierto punto, formaban un concertado contraste. Seguían al titular (cuando no lo eran ellas mismas) aceptando la sobriedad de aquél. Ahí estaban, siendo paradigma de esta simbiosis la tradicionalísima y personalísima Virgen de la Soledad. Sabor local auténtico.

Aumentó la creación de nuevas cofradías al modo dicho, creo que en posible detrimento de las tradicionales, que han tenido que ceder e ir acoplándose al dictamen novedoso. Y con la debilitación de las mismas, pues los medios son los mismos compartidos por más número de sociedades (y no digamos las personas, que no aumentan, aunque algunos se multipliquen en su deseo de estar en todas).

Las modificaciones han llevado a querer procesionar sin las ruedas en los tronos, a base de esfuerzo y con esa dificultad añadida. Para paliarlo, se han debido acortar itinerarios y alargar la permanencia en la calle de la hermandad, lo que nos va acercando más a la matriz sevillana, pues se dan coincidencias en el tiempo de algunas cofradías (cosa antaño inaudita), dando lugar, a veces, a avances de tipo procesión general. Variaron también, en consonancia, los circuitos de procesión tradicionales, quedando algunas calles, de obligado paso hasta ahora, bastante mermadas de visitas.

La Procesión General ha venido sufriendo cierto deterioro (no achacable, en verdad, a lo que antes explico) con adelanto horario, en aras de satisfacer las siempre reivindicaciones (con razón o sin ella) de la que se entiende es el fin de la secuencia pasional: la muerte y enterramiento del Cristo.

Da la impresión de que aquí han ganado ya los defensores del sevillanismo y la llamada Unión de Cofradías no pretende acotarlo. Así, se da por admitida la tergiversación de la especial característica de nuestra Semana Santa y, vista una de aquellas, vistas todas. El clan sevillano/malaguista ha ganado la partida.

Para terminar, una anécdota: este año se produjo un incidente realmente menor, que fue la caída de una figura ecuestre de un trono de los nuevos; comentarios en facebook variados, mas me dejó desconcertado el que defendía que ese romano a caballo era lo más bonito y mejor del conjunto de ese paso… Y yo me pregunto: «Entonces… ¿y del Cristo, qué?».

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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