Número 2. Semana Santa de 1964

Solapa
Nacer es una cosa grande, os lo aseguro. Dejar las mantillas sutiles de la nada y empezar a ser algo, cualquier cosa, siempre agrada. Yo estoy encantado de haber nacido. De sobra sé que me falta mucha tinta para entrar en las quintas de prensa. También preveo todos los estropicios que han de hacer sobre mi piel estos pequeños redactores. Pero este no jure acobarda, me encanta. ¡Afilar la pluma y el ingenio de mis estudiantes…! Ser bandeja de sus ideas, de sus ilusiones y de sus protestas. Y enseñarles a seleccionar en las minas del idioma las palabras. Y ayudarles a medir su valor y su alcance vital. Llevar a los hombres un suspiro de juventud!

Por todo esto, bien vale dejarse afeitar y arañar de estos novatos peluqueros de la pluma. Decididamente, estoy encantado de haber nacido y pienso seguir creciendo a presión de entusiasmos. Si vierais el belén de trabajos y garabatos que esperan en mis estudios… Yo prometo seleccionar lo mejor y exigir altura.
Mi primera salida en sociedad, precipitada, casi «a la buena de Dios», pero muy elogiada. ¡Gracias! Si me seguís leyendo y alentando, llegaréis a hacerme un hombrecito de buena prensa.
[Jesús María Burgos Giraldo.]
 
TANTEOS
REGIDOR: JUAN MÁRQUEZ
ÚBEDA, SEMANA SANTA, 1964
 
AÑO I  REVISTA DE JUVENTUD NÚM. 2
 
EDITORIAL
Me gustaría libertad de tema para zurcir este Editorial. Es imposible. El momento en que se confeccionan estas hojas, carteles, radio y las noches abombadas de tambores, imponen la idea: Semana Santa. Y TANTEOS, que es refractario a tópicos regados con agua bendita, muerde la pluma y piensa y busca. ¡Qué fácil tijeretear algún retazo de algunos pregones como encabezan los reclamos turísticos en los itinerarios de la Semana Mayor! No, no; ni el abigarrado fervor bullicioso de Sevilla, ni el casto silencio de Valladolid, satisfacen a TANTEOS para llenar la página del Editorial. TANTEOS es joven y tiene pesadilla de autenticidad. Y por eso bucea por entre los ejércitos de cirios, sordo a la saeta y ciego al leño tallado, buscando el corazón de la Semana Santa… Tiene miedo de que se le pierda atontado entre tambores y saetas, túnicas y carrozas… Sí, la escultura sacra es un manual de oración para la sensibilidad; es, el fervor de los siglos cuajados en arte; y la saeta un corazón que vuela, como una golondrina legendaria; junto a las espinas de Cristo. Y las procesiones la manifestación cristiana de un pueblo, un calvario en masa… Algo extrahumano que, a fuerza de pegarle etiquetas sensibles, va camino de ahogarse en lo vistoso y espectacular. Tal las romerías de antaño. Nacieron en gratitud y honor de algún santo; eran peregrinaje, expiación, y hoy son sinónimos de exceso y bacanal.
No es nuevo el símil. La Semana Santa es drama, el Gran Drama entre el Cielo y la Tierra, Dios y los hombres. Si lográramos rectificar, los sentidos y el espíritu, viciado de sensiblería y espectacularismo, ventearíamos la Sangre de la Divina Tragedia, en la Liturgia, en el arte, en el aire, en nuestras manos… Pero tenemos el alma rayada de rutinas y dejamos que se nos vaya la Sangre de Cristo, prendidos en el aderezo y ornamento. Lo otro es disco viejo para muchos. Para muchos más historia, realidad desconocida. Y se deja pasar, como el profano en música deja volar la melodía, distraído en los colorines del estuche… Y sin embargo, es el momento, la llenumbre del tiempo bíblico, de todos los tiempos… Fecha y partida de nuestro nacimiento a la realeza de los hijos de Dios. Y fecha de nuestro crimen, del crimen deicida de la Humanidad.
Cuentan de los viejos judíos que cuando encontraban algún cadáver en el campo, lo velaban con su propia túnica; y, con la mano derecha abierta, en alto, en prenda de inocencia, corrían a los levitas, a los ancianos. Se escamotea al pobre Cristo asesinado, bajo túnicas, flores y seda; se ameniza con romerías y colores la Semana Santa… Pero no podemos levantar confiados, en señal de inocencia, la palma; no, no está limpia. Tiene como la de Lady Macbeth, una amapola de sangre delatora. Sangre que es rúbrica para la herencia del Reino. Y que brota fresca siempre por Semana Santa… que no la oree en las mixtificaciones profanas.
[Jesús María Burgos Giraldo.]
SALA DE ESTAR
Por José María Berzosa.
Antesala
Una página más. Unas anécdotas, unos sucesos, unas vidas… Lo de siempre. Eso va a ser «Sala de estar». Pero más íntima. Aquí sí podrán tener cabida los incidentes sabrosos de nuestro mundo. Los vamos a contar, como lo contamos al amigo o a la madre, lo que «fulanico de tal» ha dicho, lo bien que lo he pasado esta tarde con Luisita, o lo tonto que es el vecino de arriba. Como siempre.
«Sala de estar» va a ser cómoda. Sin muchas espinas, pero con algunas; con un fondo de buen deseo, porque vamos a comentar nuestras posiciones y decisiones en la vida.
Esta es la presentación de una página. Ya no más. La abrimos con un juicio nuestro, de juventud a juventud. Porque somos idénticos, hemos afilado algo más el bisturí de la pluma. Quizá otra vez, en otras circunstancias seríamos más escuetos.
Que nos perdonen los que se vean retratados. Aquí está la mano de un amigo. Y si no estáis de acuerdo, ahí tenéis «Reservado para Diálogos». Vamos a entendernos, ahora que los años nos hacen más amigos.
Enrique
Un estudiante. Va a cumplir veinte años. Suele sentarse en ese sofá de la izquierda, apoyado en el brazo de allá. Es alegre y le gusta el dominó. Le conozco por sus continuas visitas. Quiere decir que no hemos tenido todavía una charla a fondo. Vamos a sentarnos a su lado, apoyados en el otro brazo del sofá.
‑¿Me permites unas preguntas indiscretas?
‑Permitido, pero con veto.
Ya estamos metidos en conversación y todavía no sé lo que le voy a preguntar. Antes quiero quitar ese veto que me ha puesto. Busco interioridades; es necesario abrirse.
‑Si me conoces bien, ¿por qué esa reserva?
‑Está de moda en la ONU.
‑Déjate de pedanterías. Tú y yo somos dos hombres sencillos.
‑De acuerdo.
Una cosa rara. Me desorientan estos muchachos de los libros con sus «cositas» de la inteligencia. Es una broma más, pero hay que tener reflejos para cogerlas al vuelo. Me ha ganado el primer «round». Aunque es de poca importancia.
‑¿Qué tema prefieres?
‑Política deportiva.
‑¿Otra broma?
‑No, no; hablo en serio. El deporte es un rentable negocio. Y si la Economía Nacional es suma de negocios…
‑Muy agudo, pero falso o al menos desacertado.
‑Entonces pregunte de política sólo.
‑¿Crees en ella?
‑Claro que creo, pero es lo que menos importa.
‑¿Lo que menos importa?
‑Bueno, depende de donde estemos. En Rusia…
‑Eso es caso aparte.
‑Bien; para no divagar le diré que sólo creo en la Política de la buena voluntad.
‑Por ejemplo…
‑La Política del padre con su hijo. La Política familiar de resurgimiento.
‑Eso es encerrarse en un caparazón.
‑Pero es que la sociedad está hecha de muchos caparazones familiares.
Me cansa este lenguaje enrevesado, pero me gusta a la vez su originalidad. No puedo romper el estilo.
‑Entonces, ¿por qué no crees en la Política de Estado, una Política global y por tanto más perfecta?
‑Es mi pregunta sin respuesta. Quizá se jueguen muchas veces intereses propios y no comunes.
‑¿Qué haces para evitarlo?
‑Leer, comer, dormir, discutir, y bailar. También bebo.
‑Supongo que hablarás en serio.
‑En serio. Es la mejor postura.
‑Entonces, ¿te gusta la Política y eres un práctico apático?
‑No; si me urgan en mis propios intereses, salto. Es intolerable. Compréndalo.
Yo ya me he retirado del sofá. No he querido seguir preguntando. Ha sido sincero. Una lástima, porque a pesar de sus «cositas» se le advierten ganas de superación.
Por si se sentía molesto lo he invitado a una partida de dominó. Todos contentos. Después me he quedado solo. Enrique ha hecho encogerme de hombros. Me ha desconcertado.
MARUJA
‑¿Bailamos, Maruja?
‑¿Por qué no?
Pelo negro, negrísimo; ojos azules. Buen contraste. ¿La edad? Vamos a preguntársela.
‑No te molestes. ¿Cuántos años tienes?
‑Dieciocho, tonto.
‑Suficientes para. pensar algo que no sea amor.
Sonríe; parece no advertir mi aviesa intención. Es feliz.
‑¿Qué opinas del hombre?
‑Muchas cosas. Puede ser guapo, listo, tozudo… incluso imbécil. Prefiero a los que se parecen al niño; pero con personalidad.
Se me ocurre una pregunta torcida.
‑¿Por qué bailas conmigo?
‑Porque tengo ganas de bailar. Además, lo haces bien. Si es eso lo que quieres que te diga…
‑¿Qué es el baile para tí?
‑Una diversión muy agradable.
‑¿Y el dinero?
‑Lo que hace más agradable la diversión.
‑Pero, ¿qué importancia le concedes?
‑Bastante. Piensa en la elegancia, en los compromisos…
‑¿Pienso en la familia también?
‑Pero eso es un cambio de vida total. Eres otra.
‑¿Por tus hijos o por tu marido?
‑Yo qué sé. Son preguntas raras. Todavía es pronto.
Ese «eres otra» me ha llamado la atención. ¿Por qué cambia la mujer al casarse? Y además, lo ha dicho con el convencimiento de que es necesario hacer ese cambio.
‑Oye, Maruja, ¿por qué os casais las mujeres?
‑Para no tener que aguantar a los pelmas como tú. ¿Por qué preguntas hoy tanto?
Fue a sentarse. Me quedé un momento de pie. Luego me senté a su lado.
‑¿Enfadada?
‑Todavía no. Lo que tienes que hacer es hablar. Me gusta oírte.
Bueno, pues hablé. Y me escuchó sin pestañear. Maruja no es «repipi». Es sencilla y algo profunda. Pero más que nada sentimental. No es tópico. Hablé mucho rato y de muchas cosas: cine, amistad, arte y política. Pero debía tener buen cuidado en tocar el aspecto práctico para que siguiese con los ojos abiertos de par en par, casi embobada.
‑Maruja, ¿tú no piensas?
‑Claro; por las noches, al acostarme.
‑¿Y qué piensas?
‑Cosas raras. A las mujeres nos gusta imaginarnos tonterías.
‑¿Bailarnos otra vez?
‑No; ahora quiero soñar. Estoy contenta.
Respeté su silencio.
Estimo a esta chiquilla, aunque da desazón verla sujeta al influjo del hombre.
Alfonso
Es apático redomado. Va a ser difícil sacarle unas preguntas. ¿Intentamos?
‑¡Hombre, Alfonso, tengo que decirte una cosa interesante!
(Me mira con los ojos en blanco)
‑¿Te gustaría aparecer en una revista con unas declaraciones geniales?
‑¿Para qué?
‑Hombre, para darte el gustazo de ver tu nombre en letras de molde, para adquirir fama…
‑No me interesa.
Tengo confianza con él.
‑No seas zoquete. No me digas que no te gustaría. Quién sabe si alguna chica se enamora de tí por tus declaraciones.
‑O por tí mismo. Pensar un poco es interesante. Quizá tienes por dentro ideas únicas que si salen fuera pueden ayudar a mucha gente.
‑¿…?
‑Vamos, Alfonso, no seas malo. Mira, te invito a una copa.
Lo dudó un poco, pero se levantó.
‑Antonio, dos de Alvear.
Antonio es el barman. Nos conocemos.
‑Antonio, cuéntale el último chiste a este «cansao».
‑Para qué, si apenas se ríe.
‑No seas exagerado.
‑No, de verdad. El último se lo dije anoche y sólo se sonrió.
‑¿De verdad, Alfonso?
‑Los chistes están bien, cuando están bien.
Alfonso había dicho la frase con parsimonia. Era su veredicto. Inútil seguir preguntándole o animándole. Nos tomamos las copas en silencio. Antonio me guiñó el ojo y sonrió mirando a Alfonso.
Así estuvimos un rato: pensando. Al final:
‑Alfonso, ¿qué piensas?
‑Nada.
‑¿Te decides a hablar para la revista?
‑¡Para qué?
‑Ya te lo dije antes.
‑Ah, sí.
‑¿Qué…? ¿Tú opinión sobre la trascendencia de la vida es…?
‑Vamos a sentarnos.
‑Alfonso, por favor…
‑En la mesa te espero.
Buscando algún resorte que le haga saltar le pregunto:
‑Alfonso, ¿eres feliz?
(Se rasca la cabeza).
‑¿Tienes novia?
(Me mira extrañado).
‑¿Te gusta el dinero?
(Sonríe).
‑Alfonso… ¡ah!
Bostecé con todas mis fuerzas. Como esperaba, su bostezo fue una réplica más perfecta. Un mono perfeccionado. ¿Cuántos monos existen?
 
¿HACIA EL FONDO DE NOSOTROS MISMOS?
Por Jesús María Burgos.
Un gobierno sentimental es el de la mujer. Un gobierno de razón es el del hombre. Ambos son difíciles si trastocamos los términos y ponemos el gobierno sentimental en el hombre. Y, sin embargo, hemos de compaginarlos.
Es sencillo comprender por qué para nosotros es difícil el gobierno sentimental. El hombre de temple se mide por su voluntad. Y si la voluntad es decisión, a veces vehemente, no resulta cómodo en determinadas circunstancias ponerle parapeto a ese ímpetu. Es eso lo que agrada del hombre de carácter: su arrojo. Por eso admiramos a un Hércules o al fuego Javierino. Hombres, que como resultante de su vida, nos ofrecen un soberbio trazo, erecto, inequívoco, hacia una meta.
Pero, ¡cuidado!, no sincreticemos tan puerilmente. El ejemplo de esos «pro‑hombres» lo hemos dejado casi esquelético, por intentar dar una visión de conjunto, definitoria de su actuación por la vida. Hablamos, apoyados en su ejemplo, de una personalidad única, de una voluntad magnifica, casi divinizada. Divinizada por nuestra fantasía, que es capaz de inventar otra Mil y una noches sobre el dato más escueto, sobre la definición más logística.
Porque, eso es lo que hacemos al sacar la resultante de una vida: hacer de un hombre ‑algo material, algo divino‑, una fría idea, un seco concepto: Santo Tomás o la inteligencia; San Ignacio o la voluntad.
Es muy poco. Tanto, que ese «añadido» definitorio resulta ridículo. Y nuestra equivocación es que lo hemos aceptado más de una vez.
Esos «pro‑hombres» supieron gobernarse. La experiencia es ciencia que está encerrada en libros: biografía, historia, narraciones… Es imprescindible o muy conveniente conocer, descuartizar esa escueta «inteligencia de Santo Tomás» y empaparse de todas las dimensiones que encierra. El Aquinate fue santo: una magnífica cantera de aprendizaje, una excelente recopilación de experiencias, un buen estesiómetro de nuestras fuerzas, una superior «piedra de contraste» con nuestra realidad.
¿Invito con esto a releernos todas las vidas de las grandes voluntades? En parte sí. Pero es primero la meditación de nuestro hombre, esa realidad tan compleja, tan interesante y tan difícil de comprender. Ante todo, conocimiento propio, saber qué tenemos entre manos para poder exigir con acierto. Conocer el acicate de nuestra posibilidad. El «llegar a ser» tan de moda, tan mal usado, tan incomprendido.
La vida nos traerá un puesto de responsabilidad, si ya no nos lo ha dado. Y el mundo necesita grandes responsables. Este es el problema.
Por nuestra mayor felicidad ‑esa alegría joven que ahora corre por las venas‑, debemos aprender a conocernos, a entusiasmarnos con nuestras mejores posibilidades (ideales); porque si lo conseguimos tendremos dominio de nosotros y fuerza de empuje. En otras palabras, seremos capaces de responsabilizarnos de nuestros actos de cada día. Y, más aún, de activarlos en hechos positivos, meritorios, como se activa la moneda de un capital.
Y no olvidar que seremos responsables de la educación de otros hombres, que pueden ser hijos, o alumnos o incluso compañeros. Si no sacamos a flote nuestra valía, después no jugaremos todas las bazas que esos perfeccionandos nos ofrecerán. Y tienen derecho al máximo desarrollo de su personalidad.
Y es arte, porque todo lo material y todo lo espiritual ha salido de la mano de Dios. Nuestros conocimientos, nuestros sentimientos y nuestras tendencias son el fondo de la personalidad que Dios ha depositado en nosotros. Y la personalidad tiene matices infinitos, tantos como hombres. Un verdadero arte, difícil de conseguir, al que nosotros colaboramos y damos los últimos retoques. Porque Dios es tan bueno, que nos deja el remate de su obra para que disfrutemos los derechos de autor.
Las fechas, la trompeta en la noche. el runruneo del corazón nos avisan de que viene la Semana Mayor. El mundo calla y nosotros con él; pero queda en primer término el diálogo íntimo con nosotros mismos o con Dios. A él le damos paso con estas…
COSAS SENCILLAS DE LA SEMANA SANTA
Las Trompetas de Dios
Noches de frío
Úbeda, además de sus cerros, tiene varios leones. Leones en su plaza de Santa María la Real; y nuestro Colegio está en el León, a las puertas de Úbeda, donde el viento y el frío son más intensos.
He visto sentir a Dios en su Semana Santa a muchos pueblos andaluces. Sevilla es amor a Cristo en sus habitantes; he ido de capillas a templos viendo a los artífices que sacrificaron muchos días para sacar a Dios en hombros de fervor, y reciben la felicitación de todos.
Conozco a un joven que queriendo ofrecer a Jesús del Gran Poder algo grande, tiene hecho voto por vida de ir descalzo y con una cruz tras Él. ¿Por qué? De este modo jamás podría ver la madrugada del Viernes Santo, que era lo que más le gustaba. Esto es sentir la Pasión.
Amor a la Dolorosa con palmas, lágrimas, ¡vivas!, sacrificios… en sus miles de sublimes títulos.
Pero en el León frío ‑en el invierno de Úbeda‑, hay un grupo de jóvenes que aman a Dios dolorido en su Semana Santa. Penitentes del tambor y de las trompetas. Cubiertos sus rostros, darán con sus redobles pasos hacia la Cruz, porque muchas noches ofrecieron entre ensayos sonoros el rato caliente del hogar, el rato tibio de cortejo a la novia, el rato de la película bonita… sin interés alguno.
A las afueras de la ciudad, para no molestar, la rodean tocando las trompetas de penitencia y los tambores de la paz durante la Cuaresma, recordándonos en ecos de la Columna, de Nuestro Padre Jesús, de la Santa Cena… que preparemos la Gran Pascua.
Las trompetas y timbales alaben al Señor.
Alaben al Señor todos los hombres.
Bernardo López.
¿Vienes…?

 

¿Te gustan las cosas sencillas? (Perdona que te tutee).

¿Cuento con diez minutos tuyos? Te invito a un viaje veloz un Viernes Santo, a un pueblo blanco de leche y cal, sencillo también, para que veas lo sencillo del milagro de la cera.
¿Vienes?…
Me gusta la cera, como me gusta todo lo natural, porque en lo natural tieneDios una participación directa.
Fíjate, llegamos con tiempo de pasar el Viernes Santo en el pueblo.
Los Viernes Santos me gustan por el incienso, el silencio y la cera. Toda se gasta en cirios rojos. ¿Por qué rojos? Rima en dolor con el negro de las túnicas. Rojo y negro. Cera y fuego. Conjugación perfecta del dolor.
Ponte aquí en el bordillo de la acera, y lo veremos mejor. Fíjate cómo gotean los cirios la sangre caliente y manchan el suelo. ¿Lo ves? Extiende la mano debajo del cirio… No tengas miedo, quema sólo al principio.
¡Ten cuidado con el traje, las manchas cuesta mucho trabajo quitarlas!
Mañana, los niños con un palo duro, irán quitando del suelo los goterones rojos. Y harán unas pelotas y luego moldearán figurillas grotescas.
¡Es hermosa la noche! ¿No te agradan las noches tristes de los Viernes Santos?
Las noches y los cirios tienen un aire especial que le prestan a la Semana Santa un espejismo de belleza.
El cirio, llama lamiendo la cera y lagrimeo espeso y caliente… A veces las gotas no caen al suelo y se quedan temblando un segundo para luego enfriarse y formar unas diminutas estalactitas.
Me parece que no te gusta el viaje que hemos hecho para tan sólo enseñarte unos cirios rojos y unos goterones calientes.
Suponía que en tu pueblo también hay cirios rojos y blancos y morados…
Pero dime: ¿habías pensado alguna vez en la cera? ¿Has puesto alguna vez la mano debajo de un cirio esperando la gota? ¿Has cruzado la fila de penitentes para arrancar los trozos de cera fría que se habían quedado en el cráter pequeño del cirio? ¿No? ¿No has hecho nada de esto?
Permíteme una confidencia… Me gustaría tener muchas manos para ponerlas debajo de muchos cirios y tener muchos trajes para mancharlos con la cera que gotea, y un palo largo en una calle muy larga para recoger los pegotes del Viernes Santo y tener las manos finas para modelar un cirio eterno de Semana Santa.
Gigantesco y rojo, caliente de vida y fuego.
Bueno, regresamos… ¿Vienes?
Gil de Zárate.
DÍAS DE TREGUA Y ESPERANZA
PREGÓN
Ya se ha dicho todo. Casi todo lo que podía decirse de nuestra ciudad y de sus emociones en estos días.
Se ha dicho casi todo, ya, de mil maneras. Con mil músicas distintas.
Como dijeron, ya, casi todo, todos los pregoneros sevillanos o malagueños que voceaban sus flores, estupendas, por la umbría serena de las callejas del Perchel o del barrio de Santa Cruz…
No es esa, sin embargo, razón bastante para que cese la vieja cantinela del pregonar. Decía Pemán, en feliz ocasión, que nuestra vieja raza es tan señora que disimula, con pregones, la vergüenza inaudita de ponerle precio a un nardo o a un clavel…
¿Verdad que llevaba razón?…
Es por eso ‑exclusivamente por eso‑ la razón, cada año, del Pregón Semanasantero.
Estas lineas ‑enclencluchas‑ no pretenden, empero, pregonar. Vocear virtudes ‑harto sabidas, por otra parte‑ de nuestra Semana Grande.
Por muchas razones. Por innumerables razones. Entre otras razones porque…
¿No oís, desde hace días, a los heraldos cofradieros ‑ensayando sus trompetas largas‑ decir, implícitos, que es llegada la hora?…
¿No escuchais el «rataplán» de los timbales?…
Pues… ¿qué mejor «Pregón» que ese?… Parecen decir ‑timbaleros, trompetistas‑ ante la inminencia pasionaria:
«…Despierte el alma dormida».
¿Pregones? …
¡No!
«¡Rataplán… rataplán!…
Y el «tararí» largo…
Porque…
¿Es que hay que decirle a un ubetense que ya está aquí la Semana Santa?…
J. L. Acosta.
 
Domingo de Ramos
ESPEJISMO DE VICTORIA
«Y las turbas que marchaban por delante y las que seguían atrás daban voces diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las supremas alturas!» (San Mateo, XXI, 9).
Cristo, ha triunfado. Los apóstoles se ven ministros del mayor reino de la tierra. Pero los grandes sacerdotes, apartados del tumulto, traman el gran crimen. Llevan clavados en sus oídos el grito «¡Hosanna en las supremas alturas! ¡Hosanna al Hijo de David»!
‑Es demasiado.
El gran Dios, el Hijo de David, aislado en el triunfo, va triste.
En el pueblo, Domingo de Ramos. En el altar mayor, todos los importantes. Sostienen erguidos su palma, recién bendita. Al acabar la misa, el niño correrá con un brazado, sólo un brazado, de ramón bendito bajo el brazo.
El gran Dios, el Hijo de David, continúa triste.
 
Jueves Santo
LAVADO DE CORAZÓN
En la plaza del pueblo, aquel muchacho amigo me dijo:
‑No me gusta el nudo de mi corbata.
Y me pidió que le hiciera otro. Le miré a los ojos: sencillos, con una luz nueva. Era Jueves Santo.
El pueblo está mudo. Es el día de dialogar con el alma. No sé qué pensarán, pero todos van serios, solemnes. Todos se agrupan en la plaza de la iglesia. Los hombres maduros a un lado, los jóvenes a otro, y los niños correteando entre todos. Ellos son los menos serios. Todos son sencillos. Y hoy no hay odios entre los sencillos, porque «es pecado».
Ya han entrado en la iglesia. A la comunión, una riada de rostros rudos, graves, acude a la Mesa Santa.
Hoy es día de paz, de tregua, de dialogar con el alma.
¡Si todos los días fueran Jueves Santo!
A. Espigares.
 
Viernes Santo
LOS CLAVOS DE LA ESPERANZA
Silencio. El pueblo enmudeció de tristeza. Algún que otro niño corre temeroso, a las miradas de un viejo que se apaga. Aquí no hay penitentes, no hay tambores y trompetas; hay tan sólo unas imágenes carcomidas por el tiempo que rezuman humedad. ¡Ah!, se me olvidaba; también hay un alma tan magnífica como aquella montaña: la del pueblo.
La procesión del Viernes ‑no hay más que esta‑, es sencilla. Es un remedo en miniatura de la Gran Tragedia.
Saeta. Dolor y canción. Este pueblo llora y ríe, canta y consuela. Es una nota musical, entre dolor de recuerdo, que se hace carne dentro, intentando alegrar o desahogar una pena. Porque la saeta es un racimo de piropos o un manojo de lágrimas: contraste que sólo la lírica divina tiene clasificado entre sus géneros. Piropo o lágrimas fraguados en el yunque del corazón. Ese corazón rudo, de lija, con matices de un azul desteñido, que no impresiona, sino que se filtra poco hasta calar en nuestra intimidad. Saeta verdadera, saeta espontánea sorprendida por un sentimiento avasallador, que explota en una amalgama de notas.
Aquí he escuchado yo esas saetas. Son como un fraguado en el corazón, que en ritmo entrecortado ‑ave sorprendida‑, brota de la garganta al caudal enfervorizado de la calle silente, sólo perturbada por el chisporroteo de los cirios y la imagen a lo greco que se esfuma en la pared.
Es un piropo a su Virgen morena oliente a tomillo y romero, o es una espina en forma de pentágrama retorcido, que suena a dolor y esperanza.
Viernes Santo. Saeta, mensaje de consuelo; mensaje en forma de clavo de esperanza, desprendido del Nazareno.
 
Domingo de Resurrección
EL JUDAS QUEMADO
Una explosión de regocijo es el toque de Gloria. Ya están los chavales preparados con sus campanillos para anunciar la alegría por las calles. Me encontré a uno con una ristra de latas viejas, formando estrépito.
‑¿A dónde vas con eso?
Me miró intensamente sorprendido al ver mi ignorancia.
‑Hoy es Domingo de Gloria y yo como no tengo campanillo…
Y allá se fue corriendo con sus acordes tumultuosos. Es el alma de un niño. Es día de alegría. Es el desenlace feliz de una tragedia angustiosa. Hemos vivido sepultados en el silencio del recuerdo, en intensa meditación, y ahora resucitamos con Cristo. Hoy los ojos de ese viejecito que se sienta en la esquina del segundo banco, han cobrado la luz perdida. Todo es regocijo.
«Gloria in excelsis Deo». Las campanas han estrenado canción. Canción que rueda sobre los tejados, oteando paz y alegría…
Eladio Garzón.
 
Reservado para diálogos
ÚBEDA Y SU SEMANA SANTA
Viene Semana Santa. Hemos ido en su busca a cuatro casas: el corazón de cuatro ilustres ubetenses. Un deseo, un sencillo cuestionario y sus respuestas. Aquí están en diálogo abierto.
 
1.‑Definición de Úbeda en Semana Santa y de la Semana Santa en Úbeda.
2.‑Valores humanos de la Semana Santa ubetense. Valores artísticos…
3.‑La prefiere por y para los ubetenses o abierta en toda su significación al visitante. (Turística…)
4.‑Juicio Universal del ubetense con respecto a Semana Santa. ¿Qué obras suyas, consumadas o no, presentaría para su salvación artística y humana?
5.‑Ilusiones, proyectos…
Don Jerónimo Garvín
Profesor de Lengua y Literatura Latina y Española en diversos centros de Enseñanza Media, procurador de los Tribunales, maestro, colaborador de Úbeda y Jaén, Jefe Local del Movimiento y Alcalde de la ciudad.
1. Úbeda en Semana Santa vibra, es toda ella ciudad de Semana Santa. Esta vibración es unánime, emocional, intensa. Cala en lo más profundo del corazón. Sus cofradías, sus tronos, sus grupos escultóricos, la belleza, la magnificencia, el arte por doquier, son símbolos indiscutibles de esta vibración. El pueblo entero se lanza a la calle para vivir el Drama de la Pasión. No es el volcarse chabacano de animación bullanguera. Es eso, el sentimiento, la vibración, el vivir con Cristo. Nuestras trompetas semanasanteras lanzan al aire notas específicas que son las marchas de las cofradías, características: sin comparación alguna con ruidos trompetiles. Este vibrar expresado en silencio religioso, auténtico, llega al máximo en nuestro incomparable procesión general el Viernes Santo, cuya fama ha trascendido ya al ámbito nacional y son muchos los visitantes que alejándose de otras ciudades andaluzas vienen a presenciar esa Pasión viviente y vivida al mismo tiempo. La Semana Santa de Úbeda tiene su sello inconfundible y no es comparable a ninguna otra de las que celebran las diferentes ciudades españolas.
2. La contestación anterior responde ya a esta, en cuanto a valores humanos se refiere. Por lo que respecta a lo artístico hemos de clasificarla, dentro de la escala de valores, en el puesto más alto. Dígalo si no, ese alborear del Viernes Santo, esa plaza de Santa María, llena de piedras milenarias que parece que se doran para recibir con las notas del Miserere a este Cristo con su cruz de penitencia por los ubetenses, cuando aparece seguido de su Madre en la puerta de la Consolada de Santa María de los Reales Alcázares. Lo humano se empequeñece al máximo. Lo espiritual se sublima y estiliza.
3. Úbeda en Semana Santa la prefiero por y para los ubetenses, pero no seríamos ubetenses si, precisamente por esto, cerráramos nuestras puertas y fuésemos tan egoístas que no dejáramos vivir también a los que vienen de fuera el Drama de la Pasión tal y como lo vivimos nosotros. Esto no quiere decir que deseemos convertir nuestra Semana Santa en turística; si llegar a serlo, por la afluencia de forasteros, que conste que nosotros jamás nos apartaremos de vivirla a nuestro modo.
Por vivir la Pasión. Por actualizarla, los ubetenses en general tienen un concepto su¡ géneris de la Semana Santa. Parece como si durante el año, en las horas tranquilas del batallar diario, no tuvieran otra misión que pensar en el año siguiente: Todas sus obras, toda su actividad está impregnada de ese sentimiento que hemos dicho vivo, de la Pasión del Redentor.
4. Mi salvación artística y humana tiene su problemática, trascendente para mí, quizás intrascendente para los demás. ¡Qué difícil es salvarse artísticamente en Úbeda, cuando toda ella es una joya de arte y pesa sobre mis hombros la responsabilidad de su conservación, sin que sufra, ni por un momento siquiera, el influjo de las corrientes modernistas que pudieran dar al traste con su valor histórico‑artístico!
En lo humano, mi salvación está en conseguir el bienestar, la tranquilidad, una vida mejor para todos y cada uno de los ubetenses, sin considerar su rango, condición o diferencias.
5. La ilusión fundamental es que Úbeda no se quede atrás en el concierto de las demás ciudades españolas. Hemos de aprovechar los momentos presentes de la política nacional en pro del desarrollo económico y social de los españoles. Como he dicho antes, procurando el bienestar, y para ello, haciendo realidad el plan de viviendas para los necesitados, los puestos de trabajo, la urbanización. Y, sobre todo, la educación moral, religiosa, etc., de los gobernados.
Don Juan Pasquau
Personaje nacional. Director de varias revistas, colaborador de Jaén y ABC, ha escrito varias libros, entre ellos la Biografía de Úbeda. Tiene innumerables premios periodísticos y es concejal del Ayuntamiento, y maestro.
1. En Semana Santa Úbeda es Úbeda. Y si le quitáramos a nuestro pueblo la Semana Santa, apenas llegaría a ser lo que es. Todas las definiciones son difíciles y cuando se consigue alguna es artificiosa. Lo único que cabe decir es que si alguien llegara a definir a nuestro pueblo, tendría que aludir ‑como esencial‑ a su Semana Santa.
2. Los valores humanos y artísticos de la Semana Santa vienen imperados por la Tradición. Vivimos tiempos en que los valores tradicionales suelen desestimarse, sobre todo por parte de la juventud. Mucho cuidado porque ella –la tradición‑ es ingrediente necesario en cualquier manifestación artística y humana. Ya lo dijo el inolvidable Eugenio d’Ors ‑autor de la mejor modernidad, que por cierto, no gusta a la juventud‑ cuando escribió aquello de “lo que no es tradición es plagio”.
3. La Semana Santa de Úbeda es de los ubetenses. Pero no hay ni debe haber inconveniente de ninguna clase para que Úbeda muestre generosamente a los extraños todo lo bueno que posee. No está, pues, reñido con ningún recato que Úbeda difunda los méritos de su Semana Santa, sin que esto quiera decir, ni mucho menos, que hagamos de un motivo de atracción turística.
4. Es demasiado ambicioso eso de pretender dar un «juicio universal», nada menos, con respecto a nuestra Semana Santa. Yo desde luego, renuncio a eso. Pero si se quiere preguntar qué obras de la Semana Santa ubetense merecen guardarse para la posteridad, responderé que, salvo alguna excepción, todas sus imágenes y, sin excepción, todas sus cofradías con la carga emocional, lírica y religiosa que llevan consigo. Por lo demás, se debe seguir trabajando para que la religiosidad de nuestras procesiones esté a tono con su externa magnificencia. Pero, ¡ojo!, yo no soy de los que quieren suprimir ‑por un mal entendido ascetismo, es decir por un puritanismo‑ ninguna magnificencia.
5. Para las ilusiones y proyectos no hay tasa. Pero de acuerdo con lo expuesto anteriormente, creo que el mejor proyecto debe consistir en el fomento de una auténtica religiosidad ‑piedad y sentido fraterno‑ en todas y cada una de las cofradías.

De izquierda a derecha: José Luis Acosta, Domingo Molina, Jerónimo Garvín, Juan Pasquau y el entrevistador y regidor de la revista, Juan Márquez.

Don Domingo Molina
Profesor por oposición libre ‑ante tribunal presidido por Vázquez Díaz‑, de «Dibujo Artístico», en la Escuela de Artes y Oficios. Figura en los catálogos de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, premios en Granada, Jaén, Linares, Cazorla. Es autor del cartel anunciador de la Semana Santa de Úbeda, 1964.
1. Úbeda en Semana Santa: fiesta. Semana Santa en Úbeda: pequeña imitación de otras semanas santas que nosotros creemos mejor por ser nuestra y por haberla ajustado a un orden litúrgico, virtual después de todo. Y Procesión General.
2. Los hay. No es poco valor el que dando de lado a nuestro secular y peculiar “santo” temor al ridículo ‑a veces tengo el vago y amargo temor de que este miedo al ridículo finalmente acabará con nuestra Semana Santa‑ se han unido para hacer algo importante con verdadero espíritu de equipo.
Los valores artísticos están, también, algo en precario. Me remito a mi trabajo, de la revista ÚBEDA, de este bimestre.
3. Tal como está, la prefiero sólo para los ubetenses y algunos visitantes, aunque también, con una acertada revisión, podemos hacerla apta para el turismo y convertirla en acervo de primera clase que añadir al resto de nuestro magnífico tesoro artístico. Algunos defectos son fáciles de subsanar: tambores iluminados, redobles de batería poco serios para una procesión; sustitución de algunos ornamentos no litúrgicos, por otros de más calidad artística y artesana. Otros, no tanto: chasis de ruedas neumáticas bajo los tronos; renovación de algunas tallas. Claro que, entonces, tendríamos la mejor Semana Santa.
4. Por el tono un tanto pesimista de mis anteriores respuestas, podría parecer que habríamos de ser clasificados a la izquierda. No; la Procesión General nos salvará artísticamente. Y nuestra recta actuación y sana intención nos salvarán humanamente. Las pequeñas faltas cometidas lo son por ignorancia y, en fin de cuentas, las responsabilidades se nos exigirán solamente por lo que conocernos.
5. Tengo la esperanza de que, esos hombres formidables que logran superar cada año las grandes dificultades que suponen renovar el «gran milagro» tengan, dentro de las cofradías, émulos y seguidores que lo perpetúen.
¿Proyectos?… Los que haya que arbitrar para convertirla ‑»de verdad»‑ en una de las primeras; cosa hacedera, no obstante.
Don José Luis Acosta
Textualmente: “ÚBEDA, revista. Úbeda, radio, JAÉN. Algún concurso. Algún premio. Un afán, angustioso, de querer decir cosas. Una pena ‑una grandísima pena‑ por no poder, por no saber decirlas… ¡Y ya!».
1. Hay ciudades de Feria. De Feria o de Festivales, digo. De veraneo. Ciudades con chimeneas. Ciudades viejas. Ciudades nuevas. Ciudades tristes. Alegres… Úbeda es ciudad ‑¡cuántas veces se ha dicho!‑, «semanasantera».
Ni la Semana Santa ‑la conmemoración pasionaria‑, encontraría mejor ambiente que en Úbeda en ninguna otra parte ‑y que me perdonen las ciudades «consagradas»‑, ni Úbeda, tampoco, encontraría mejor forma de expresarse que esta de «su» Semana Mayor.
2. ¿Humanos, dices…? D. Victoriano. Antonio Vico. Las mujeres que, en la madrugada del Viernes Santo, llevan, descalzas, una cruz. El hombre de los «puritos americanos». El chiquillo del «hornazo». El trompetero… ¡qué se yo!
3. A eso cabe responder con otra pregunta: ¿Quién va a los Santos Lugares de Palestina…, el turista o el peregrino?
La Semana Santa ubetense ‑quiero alambicar‑, o se «siente» o no se «siente». Si se siente ‑sentir es vibrar‑, ¿qué más da ser ‑estar, o venir, o irse‑, de Úbeda…?
¿Espectáculo.. ? ¿Emoción…? ¡Ah, eso es otra cosa!
Yo digo: emoción. ¡Emoción siempre!
4. Humana: la alegría de los chiquillos ‑palmas y ramos de olivo‑, la tarde del Domingo de Ramos.
Artística: la túnica, desteñida, de algunos hermanos de Jesús. La deshilachada túnica de algunos hermanos de la Soledad. El Miserere. Las mantillas. El escenario, aquel, de piedras y estrellas, de la plaza de Santa María cuando llegan las diez de la noche del Viernes…
5. Lo dijo el poeta:
«…no la toques ya más
que así es la rosa…».
 
CRUZ YJUVENTUD
Por Jesús Mendoza S.J.
En esta señal vencerás. Creyó Constantino y venció.
¿Aceptamos la cruz en 1964? Muchos jóvenes piensan que en sus brazos austeros viene prendido el horror, el fracaso, la ignominia. «Cruz, mensaje trágico, triste, anacrónico». No han entendido el evangelio cuyo misterio central es la cruz.
***
Cruz, anhelo vertical de unir cielo y tierra. Fraternidad horizontal para abrazar a todos los hombres. «Planta inmortal. Firme sostén del universo. Lazo de unión de todos los seres, armazón cósmico… tocando el cielo con su cabeza, consolidando la tierra con sus pies, y abrazando la atmósfera entera con sus brazos inconmensurables». (Hipólito de Roma, s. II).
***
El Reino de Cristo se ha edificado sobre planos de cruz y sillares de Calvario. «Los que son de Cristo han crucificado su carne con los vicios y deseos pecaminosos». (Gal. 5,24).
El Hijo de Dios ha puesto su señal sobre el universo en forma de cruz y este signo por sus cuatro dimensiones manifiesta exactamente que el universo entero ha quedado sellado por él.
***
Para el primer doctor de la cruz, Pablo, alma ardiente y joven, no hay más título de gloria que el de «Crucificado con Cristo».
***
Cruz. Símbolo expresivo de una actitud tensa. Cruz: negación de tendencias oblicuas, aceptación del quehacer temporal, brazos tendidos en gesto de servicio fraterno, SÍ, firme y paciente a los sufrimientos de la vida, sumándolos al sacrificio redentor de Cristo.
Cruz. Gesto rico, dinámico, siempre actual. Ofrecer a Dios nuestra frente, nuestro corazón, nuestras espaldas: pensamientos, afectos, trabajo. Levantando nuestra mano en el nombre del Padre recordamos nuestro destino: contemplar el rostro del Padre. Cuando extendemos el signo de la cruz de hombro a hombro, recordamos que sobre puestras espaldas debemos llevar también la carga de nuestros hermanos.
***
La cruz no ahoga la felicidad, no mata la personalidad. Es condición necesaria para el equilibrio, el control, la abertura a Cristo, el logro de la Vida. Señal cierta de victoria. Sólo en la altura de la cruz es posible la temperatura de fusión necesaria para nuestra transformación en Cristo.
***
Stat crux dum volvitur orbis. Lenguaje de piedra en el frontispicio de una cartuja. Está firme, enhiesta la cruz mientras el mundo cambia desquiciado. Para Pablo la máxima insensatez es dejarse fascinar por otra doctrina cuando se ha conocido a Cristo crucificado.
***
Todo pasa en el mundo. El huracán implacable del tiempo lo arrebata todo para hundirlo en la sima de la historia o del olvido. También los obeliscos y las columnas conmemorativas. Mientras todo pasa, la cruz, más recia que las pirámides de Egipto, consolida el Reino de Dios como señal y condición de victoria. «Verdadera es la palabra ‑con veracidad divina transmitida por Pablo‑. Si padecemos con Él, también con Él viviremos y reinaremos».
TÓPICOS REALES
JUEZ
Me contemplo y me río. Visto mi toga judicial y me preparo para el juicio diario. El reo está próximo a llegar. Es un reo extraño. Un reo que murió hace veinte siglos y que yo juzgo todos los días.
Está ante mí. Me mira. Me sonríe. No, no puedo ver su sonrisa… me hiere, me acusa… No quiero mirar sus ojos transparentes… me veo en ellos, y me veo sucio, culpable… No puedo soportar su presencia… me rebelo… ¡grito!: Culpable… ¡Muerte!.,. ¡¡Crucifixión!!…
Mi veredicto es duro, es injusto. Después sufro y lloro. ¿Por qué seré tan cruel?
Pero mañana volveré a vestir mi toga. Mañana volverá. Él siempre espera que le absuelva. Pero veré sus ojos, veré su sonrisa triste, y volveré a condenarle. Soy así… soy humano…
Hermano, tú te estás preparando para tu juicio. Le verás triste… pero te sonreirá.
Mírale sin miedo. Contémplate en sus ojos. Mira su sonrisa, es de amor…
No le grites. Va a morir… No le condenes de nuevo…
Mañana saldré al campo. Me entretendré soplando a esa hoja que cae, para que vuelva a adornar el árbol. Pero mi soplo es débil. El árbol quedará desnudo.
Tu árbol estará frondoso, hermano. Y cuando el sol se apague, canta… grita. Quiero que tu risa apague esas voces que hacen eco a la mía y gritan ¡Crucifícale!… ¡Crucifícale!…
Manuel González Martos.
TÚ QUE PASAS…
He pagado mi localidad, y estoy preparado para el espectáculo. Un espectáculo que me divertirá.
No es corriente, en nuestro tiempo, asistir a un auténtico circo romano. Más aún, si en él se innovan esencias nerónicas.
He tomado mi localidad… Un lugar excelente desde donde contemplar la pasión de Dios y las pasiones de los hombres.
Desde mi púlpito de patricio te veo a Tí con tu cruz. A Tí, Gladiador, que has sido derrotado. Tú que no has podido matar lo que hay de fiera en cada uno de nosotros.
Y esto hace más profunda mi diversión. Porque te veo Dios e impotente… Porque nos veo necios, intentando matar en una cruz lo que no puede morir… Porque te veo vencido por la fiera. Tú que la creaste. Tú que la domesticaste dándole alma.
Yo, Gladiador, no seré como aquellos que te insultan. Ni como aquellos que te lloran y aman.
Yo, soy eso: un espectador. Y no me puedes pedir que te sonría comprensivo ni que te llore.
Soy un espectador que con treinta monedas ha pagado su diversión y tu cruz. ¡Y tengo derecho a que sufras y mueras por mí!… ¡¡por mí!!…
Pero… ¿qué importa todo eso? Pasará el tiempo.
Pasará la vida…
Y un día, en lugar preferente, sentado a la diestra de Dios Padre, contemplarás nuestra pasión.
Y desfilarán ante tí los hombres.
Cada hombre con su propia cruz.
Y serás el vencedor de la fiera. El vencedor que para cada uno tendrá una sonrisa de bendición…
0 una lágrima.
Rafael Blanco Peñalver.
 
Sábado Santo
Las sombras de los cirios
se han quedado en la plaza,
se mueven débilmente con el viento
y aguardan.
Las sombras de los cirios…
las trompetas de plata,
las túnicas de seda
bordadas
se han quedado al abrigo de la torre,
su inquietud es de muerte y esperanza.
Marzo
trae un estremecimiento
de chopos y de estrellas…
de alas.
Marzo
trae un bello mensaje a los que aguardan:
Las sombras de los cirios,
las trompetas de plata,
las túnicas de seda,
la Gracia.
J. de Haro.
Salmo de la sed de Dios
Desde el suelo reseco de mi carne,
loco ya de amargura,
he crispado mis dedos vanamente
y al extender mi palma temblorosa,
mendigando un pedazo de consuelo,
he sentido estallar sobre mis grietas
tu grito de abandono
¡tengo sed!
En el silencio de mi noche sola
resonando en el eco de mil vidas
va tu grito, Señor, sembrando fuego,
abrasando mi sed que ya es la tuya,
impidiendo a mis brazos el cansancio,
olvidando mi nada que no importa,
sólo ansiando perderse, ser de todos,
humedecer con mi dolor en lágrimas
los labios que no lloran,
‑porque sólo se llora en la esperanza‑.
J. Gallego.

 
Olivos de Dios
En la sombra
tras la cortina de la espera,
con los brazos tendidos
y el alma en cruz
impotente del más allá
bajo un olivo,
sudando Dios…
Le dejan sólo.
Los tres son sueño.
¿Cómo es posible dormir allí?
¿Cómo pudieron los tres amados,
dejarte sólo con su Pasión?…
¿Cómo has podido tÚ que indignas?…
Despierta y ora.
Cristo a tu lado sufriendo está.
No tiene techo, está parado,
gotas de hambre
sudando va.
J. L. Escolano.
IMAGEN
Esa arcilla de tu carne, Nazareno,
es una ilusión de barro sosegada,
cuarto menguante de tu vida rota,
en esa túnica roja, aniquilada.
Despoblado de anémicos quejidos
vas despacio, clavada tu mirada
en la faz indiferente de un hombre;
tus huesos, una noche caudalosa,
vibrantes de pena y querella
son yerba de frescor de un viento que se enfría
en el alma pálida y musgosa.
Esa mano, clamor de sangre,
busca un cobijo de soledad y paz
entre la gente impávida y silente,
cruz de plomo en tus hombros débiles,
pregonando el otoño de una vida
que es la muerte.
Eladio Garzón.
 
METEORITOS
Por Inédito Pérez.
Ø       Hombre famoso es el nombrado tanto como las patatas, pero algo más caro.
Ø       Gato pillín: «El día que a mi me maten que sea de cinco balazos».
Ø       Humor: La manera más fácil de decir la verdad.
Ø       Mal de muchos, consuelo de bastantes… envidiosos.
Ø       Filosofía: Ciencia de los que piensan pensar lo que deben pensar.
Ø       La mujer es un bote de pintura, pero al revés: el bote va dentro.
Ø       «Enseñando aprendemos». Desde luego que sí.
Ø       A falta de paz, buenas son tortas.
Ø       ¡Atención! Se han comido en el Congo la paloma de la paz.
Ø       Pila: Bote de electricidad en conserva.
Ø       Amor: El condimento más dulce de la vida.
Ø       El hombre sin personalidad es una corbata arrugable.
Ø       El mundo es un cimpiés asincrónico.
Ø       La respiración de un cadáver es la otra vida.
Ø       Si hacemos algo interesante, un apagón de luz es un insulto.
Ø       Silogismo: El cine es arte. El cine es negocio. El negocio…
Ø       Un cigarro es una célula del futuro cáncer.
Ø       Integrales: Matemáticas gongorinas.
Ø       Atrevimiento: Dejara la caja fuerte sin combinación.
Ø       No se debe decir a‑Dios, sino con‑Dios.
A VUELA PLUMA
Noticias de acá y de allá
Ø       José L. Alonso, Director del teatro María Guerrero, pone en escena El proceso del Arzobispo Carranza, de Calvo Sotelo, y prepara El Rey se muere, de Ionesco.
Ø       Tespis, que ensaya Con las alas mojadas, prepara también un interesante teatro‑fórum de Los verdes campos del Edén, la obra de Antonio Gala, que ha sido traducida ya al portugués, francés e inglés. Dicho fórum esperamos abrillantarlo con la presencia del autor de la obra.
Ø       En el Aula de Cultura de nuestro Colegio se celebrará una magna Asamblea Pedagógica y Social.
Ø       Ha dado comienzo en el cine‑club Safa, un ciclo de cine‑fórum. TANTEOS prepara para su próximo número (un extraordinario dedicado a la primavera) una serie de entrevistas con los personajes más destacados del Séptimo Arte.
Ø       Francisco Rabal «lleno de fuerzas nuevas» acabará La otra mujer, de Francisco Villers. Irá a Italia donde, junto a Sofía Loren, será dirigido por Victorio de Sica en Filomena Natturano Tiene oferta de rodar Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
Ø       En cuanto al mundo de la bambalina, nuestro «Actor para 1964», no hará, por ahora El mundo de los payasos, que hace en París Ives Montand, aunque compró los derechos. Prepara una gira artística por Hispanoamérica con la actriz María Casares.
 
INTERVIÚ AL MINUTO
Por Álvaro de la Capilla.
‑¿Cuándo estrenas?
‑Pronto, muy pronto.
‑Siempre dices lo mis mo. Ayer, hoy, mañana…
‑Habrá dificultades… censura…
‑¿Crees al público formado?
‑¿Por qué no?
‑Entonces esa censura…
‑Nada. Yo no he dicho nada de ella.
‑¿Cómo que no? Que ha cortado.
‑¿Qué?
‑Todo un cuadro.
‑No.
‑Acabas de decirlo.
‑¿Yo?…
‑¿Los autores viejos te parecen acabados?
‑No.
‑¿Por qué? ¿Por qué has dicho que te parecen acabados?
‑Si a mí me parecen muy buenos.
‑¿Estás enamorado?
‑De mi obra.
‑¿Una anécdota sentimental?
‑No recuerdo.
‑Anda, cuenta algo…
‑Uno, dos, tres, cuatro…
‑¿Has empezado los ensayos?
‑Sí, van muy avanzados.
‑¿Encontraste la niña que buscabas?
‑¿Cómo?… Ah, sí. La tenía en el ojo.
‑¿Te gusta?
‑No está mal.
‑¿El argumento de la obra?
‑Es difícil de contar. Hay que verla.
‑¿Pagando la entrada?
‑Naturalmente…
‑Fecha aproximada del estreno?
‑Finales de abril.
‑¿Título?…
‑“CON LAS ALAS MOJADAS”.
 
Libro del muy bello don Olindo
RESUMEN DE LO PUBLICADO
Don Olindo: «Fino e fermoso doncel», poco después de la afortunada muerte de su amada Rosamunda, asiste al condumio navideño de la Tabla Cuadrada. El Rey Bajuro que la preside le envía con un mensaje a su colega Perezcuerno XIII de Perezlandia. El Rey y el pueblo le recibieron entusiastas, pero al leer la misiva injuriosa mataron a don Olindo. Etelghoberto Walkirio, narrador de su historia, le visita un día en su tumba…
 
Versión libre del original wikingo de Etelghoberto Walkirio,
por Alfredo Rodríguez Tébar.
 
CAPITULO XIII
Donde se puede leer u oír ‑porque los analfabetos no saben leer‑ de cómo don Olindo hizo prodigiosos prodigios y de cómo se enfrentó en singular combate con el igualmente bello caballero don Tristón de Leonis, y de otros hechos que serán ‑amable lectorcete o auditorcete‑, de guapo y grato lectorcimiento o audicionimiento.
‑»Oigo paria tu aflicción… y…”.
Un tembloroso temor invadió mi apuesta figura.
‑»Y advierto el triste concierto
que interpreta Etelghoberto
con bandurria y acordeón…”.
Yo quedé atónito, perplejo. La tapa del sarcófago se abrió y apareció don Olindo. Entonces saqué una toalla y empecé a enjuagarme las grandes lágrimas que salían de mis bellos ojos emocionados.
‑D…d…d…Do…o…o…don…n…n… 0…lindo ‑exclamé, por fin.
‑¿Qué quieres so melón? ‑preguntó desaprensivo e incólume el tío‑. Ahora mismo coges tu Parker y ya estás escribiendo el próximo capítulo de mi sin par historia.
‑Si… yo no tengo Parker ‑exclamé sollozante‑; yo compro bolígrafos de esos que regalan.
‑Bueno, vaina, empieza como sea.
Y yo, tonto de mí, empecé ufano…
***
Pasó un día y otro día, y un mes y otro mes pasó y un año pasado había desde que don Olindo resucitó.
Don Olindo, ávido de aventuras entró en una ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme. A la entrada había un cartelón que decía: «Caballero: La mano de nuestra princesa Fridebunda te espera. Sólo has de vencer en legal torneo a don Tristón de Leonis. Inscríbete».
Don Olindo fue a las oficinas, presentó un carnet de identidad, su partida de nacimiento, su certificado de defunción, trece pólizas de tres pesetas, una patata, y quedó inscrito.
***
El campo del torneo estaba repleto, repleto. Tan lleno, tan lleno, que tuvieron que hacer un lado para que don Olindo y don Tristón pudieran combatir.
‑Preparaos para morir, so mancebo ‑aseguró don Tristón‑, que la mano de Fridebunda de Tontonia será mía.
‑Eso lo veremos, imbécil, exclamó don Olindo que, desde que se había muerto estaba algo despectivo.
Sonó la trompetería y ambos caballeros se arremetieron mutuamente. Don Tristón sacó la espada y de sendos golpes desarmó a don Olindo. Nuestro héroe, viéndose en este estado, pensó en usar sus armas naturales que poseía sobre su despejada frente, y de dos cornadas mató a don Tristón. Entonces, don Olindo se acordó de su fiel Rosamunda, pues si no llega a ser por ella…
El pueblo entero pidió la oreja, digo la mano, y vociferó hasta desgañitarse, cosa que alegró a los ornitorrincos, digo a los otorrinolaringólogos, pues al día siguiente encontrarían llenas sus consultas.
***
Las del alba serían cuando el apuesto y guapo don Olindo puso pies en polvorosa y en las polvorientas albardas de cocinante… Corrió, voló y huyó de su ciego destino. Si no, debería aceptar el brazo (pues era manca de manos, desde pequeña), de la bellísima Fridebunda de Tontonia, que ademenos era tuerta del izquierdo y lucía 13 dioptrías en el derecho…
El cielo se iba tiñendo de rojo, de cobalto, de negro cinz y Benidorm (como las medias)… Anochecía. Nuestro héroe galopaba ufano, con una alegría, con un galope medio de 60 km por hora, con un miedo y con una hambre… Por fin, llegó a una villa. Mas no veía villanos. Se apea, sin consecuencias… Y de pronto cuando buscaba la Cantin… ¡Flas!…
Tres mosqueteros…

(Continuará).

 

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18-02-05.
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