«¡Así se cría una juventud que pudiera ser tan útil si fuera la educación igual al talento! Y un hombre serio, que al parecer estaba de mal humor con aquel género de vida, oyéndome, me dijo con lágrimas en los ojos: —Sí, señor». José Cadalso, Cartas Marruecas, cap. VII.
Si acudimos al capítulo de referencia, leeremos que la juventud (o la inmadurez, o la forma de entender la vida) de la que se hace esta cita es la gitana. Pero, como en estos tiempos no corren buenos aires para hablar de grupos étnicos o sociales específicos, porque siempre te endilgan lo de que eres un racista o un carca, generalizaré y diré que el talento debe acomodarse a la inteligencia de la juventud o de las personas, sean o no jóvenes. Como la juventud o las personas tienen el mismo talento, y las mismas ganas de trabajar, y la misma simpatía, y son iguales de majas y de guapas… la educación de la juventud y el trato con las personas no debe hacer distingos, sino acomodarse por igual a todos.
Esta irónica frase la firmarían ahora mismo todos aquellos que están preocupados por la igualdad social. Frente a ellos, se puede aducir que cada cual es hijo de sus méritos. El que roba tiene un mérito, aunque esté fuera de la ley. Si nadie lo descubre, podrá disfrutar de su latrocinio cómodamente. Otra cosa es que lo descubran y, por haber actuado fuera de la ley, tenga que apechugar con las consecuencias de su comportamiento. Por la misma razón, si se enseña conjuntamente a un grupo de jóvenes, y alguno de ellos no se preocupa por asumir tales enseñanzas, esos desinteresados están robando a la sociedad, que es quien paga todos los gastos inherentes: centros, profesores, mantenimientos… O sea, que los malos alumnos están fuera de la ley. Pero nos dicen los entendidos que eso no es perseguible legalmente. Al contrario, forman parte del sistema y tras ellos debe ir el profesor esforzadamente para entusiasmarlos con las diversificaciones curriculares. La psicología insiste en que el alumno siempre podrá no querer aprender. Es su sagrada libertad de elección: luego la culpa no es de ellos. Ellos no tienen responsabilidad: son los profesores los responsables. Ellos no roban: roban los profesores. En esta diatriba, como el alumno inteligente termina por ser listo, decide no estudiar más que cualquiera de sus flojos compañeros.
Decía Sócrates que la mayéutica es el arte con que el maestro, mediante su palabra, va alumbrando en el alma del discípulo nociones que este tiene en sí, sin él saberlo. Algunos creen que esto ocurre siempre. Por eso no hacen falta cocientes intelectuales relumbrantes para que el discente aprenda disfrutando, sino buenos enseñantes. ¿O no?
Nota: Este último párrafo tiene truco. Os lo descubriré en la siguiente aportación.
15-12-03.
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