«Publicar en cuarto lo que otro en octavo, en pergamino lo que otros en pasta, o juntar un poco de éste y otro de aquél, se llama ser copista más o menos exacto, y no autor». José Cadalso, Cartas Marruecas, cap. VIII.
Una de las frases del texto anterior, titulado “Analfabetismo”, está copiada. Yo no la he marcado con comillas ni letras cursivas para que parezca que es cosa mía. Pero las palabras no hacen falta cocientes intelectuales relumbrantes para que el discente lo aprenda disfrutando, sino buenos enseñantes, están tomadas de El Mundo, jueves 6 de diciembre de 2001, en su página 13, de la columna de Martín Prieto titulada “Analfabetismo”.
Algunos ya me estarán clasificando: “¡Ah!, lector de El Mundo”. Y es que esto de copiar va más por las ideas que por las palabras. Copiar una cita y callar su autor es de poca educación, pero no tiene mayor importancia. Lo peor es copiar la ideología o rechazar a una persona porque no la consideras de tu mismo pensamiento. “Yo siempre voto a la derecha”, o “siempre voto a los socialistas” es copiar ideologías. La ideología no es unívoca, ni estable, ni avasalladora, ni intransigente… La ideología es plural, inestable, dúctil y maleable. No digo que deba ser así, sino que es así. Una idea es siempre un concepto teórico, que necesitará el refrendo de la práctica. Si yo pienso o ideo algo, tendré que ejecutarlo, para ver si se cumple mi presupuesto. El problema está en que los ideólogos, para afianzar sus posiciones, hacen que sus ideas parezcan berroqueñas; no teoremas, sino axiomas. Quieren transmitir seguridad y confianza a sus posibles seguidores. Y estos copian sin duda tal seguridad, tal agresividad, tal incoherencia.
Digo “incoherencia” porque hay muy pocas afirmaciones que puedan considerarse como axiomas. La burla popular llega a decir que uno es hijo de su madre, pero que no está seguro de que lo sea de su padre. El axioma, por tanto, es algo que debe resultar absolutamente evidente. Traspasar este límite es de poca coherencia.
Por otro lado, debo reconocer que es difícil inventar nuevas ideas o actitudes o comportamientos. Todo está descubierto, por lo que copiar ideas es de lo más común. Por eso, precisamente, no le damos importancia a copiar ideas. ¡Pero sí está perseguida por el derecho la copia de textos!
Ruiz Gallardón comentaba que, si oías a Felipe González, te convencía; pero que, si luego leías su discurso, constatabas que no había dicho absolutamente nada coherente y que su verborrea era cantinflesca. Este es el quid de los que copian: tienen una forma propia, autóctona, intransferible de decir las cosas. Dicen lo mismo que otros, y otros, y otros; pero tienen una entonación peculiar, un rostro amable, un atractivo especial, un gancho inaudito, con lo que borran todo lo copiado y hacen brillar su individualidad.
Este mismo truco lo acabo de utilizar en el párrafo anterior. He vuelto a copiar otra frase de Martín Prieto. Eso sí: la he mejorado en los signos de puntuación y en el estilo.
22-12-03.
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