Martes, 16 de otubre
Partí de las islas de Sancta María de Concepçión, que sería ya çerca de mediodía, para la isla Fernandina, la cual muestra ser gandíssima al Güeste, y navegué todo aquel día con calmería ‘falta de viento’. No pude llegar a tiempo de poder ver el fondo para surgir en limpio, porque es en esto mucho de aver gran diligençia por no perder las anclas; y así temporizé toda aquella noche hasta el día, que vine a una población, adonde yo surgí e adonde avía venido aquel hombre que yo hallé ayer en aquella almadía a medio golfo; el cual avía dado tantas buenas nuevas de nos, que toda esta noche no faltó almadías a bordo de la nao, que nos traían agua y de lo que tenían.
Yo a cada uno le mandava dar algo, es a saber, algunas contezillas, diez o doce d’ellas de vidrio en un filo, y algunas sonajas de latón d’estas que valen en Castilla un maravedí cada una, y algunas agujetas, de que todo tenían en grandíssima exçelençia, y también les mandava dar, para que comiesen cuando venían en la nao, y miel de açúcar. Y después, a oras de terçia, embié el batel de la nao en tierra por agua; y ellos de muy buena gana le enseñavan a mi gente adónde estava el agua, y ellos mismos traían los barriles llenos al batel y se folgavan mucho de nos hazer plazer.
Esta isla es grandíssima y tengo determinado de la rodear, porque según puedo entender, en ella o açerca d’ella ay mina de oro. Esta isla está desviada de la de Sancta María ocho leguas casi Leste Güeste; y este cabo adonde yo vine y toda esta costa se corre Norueste y Sur sudueste, y vide bien veinte leguas d’ella, mas aí no acabava. Agora, escriviendo esto, di la vela ‘salí del puerto’ con el viento Sur para pasar a rodear toda la isla y trabajar hasta que halle Samaet, que es la isla o ciudad adonde es el oro, que así lo dizen todos estos que aquí vienen en la nao, y nos lo dezían los de la isla de San Salvador y de Sancta María. Esta gente es semejante a aquellas de las dichas islas, y una fabla y unas costumbres, salvo qu’éstos ya me pareçen algún tanto más doméstica gente de tracto y más sotiles, porque veo que an traído algodón aquí a la nao y otras cositas, que saben mejor refetar el pagamento que no hazían los otros. Y aun en esta isla vide paños de algodón fechos como mantillos, y la gente más dispuesta, y las mugeres traen por delante su cuerpo una cosita de algodón que escassamente les cobija su natura.
Ella es isla muy verde y llana y fertilíssima, y no pongo duda que todo el año siembran panizo y cogen, y así todas otras cosas. Y vide muchos árboles muy disformes de los nuestros, y d’ellos muchos que tenían los ramos de muchas y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de otra; y tan disforme que es la mayor maravilla del mundo cuánta es la diversidad de la una manera a la otra. Verbigracia: un ramo tenía las fojas de manera de cañas, y otro de manera de lantisco, y así en un sólo árbol de çinco a seis de estas maneras, y todos tan diversos ni éstos son enxeridos, porque se pueda dezir que el enxerto lo haze; antes son por los montes, ni cura d’ellos esta gente. No le cognozco secta ninguna, y creo que muy presto se tornarían cristianos, porque ellos son de muy buen entender. Aquí son los peçes tan disformes de los nuestros, qu’es maravilla. Ay algunos hechos como gallos, de los más finos colores del mundo, azules, amarillos, colorados y de todos colores, y otros pintados de mill maneras, y las colores son tan finas, que no ay hombre que no se maraville y no tome gran descanso a verlos; también ay vallenas. Bestias en tierra no vide ninguna manera, salvo papagayos y lagartos. Un moço me dixo que vio una gran culebra. Ovejas ni cabras ni otra ninguna bestia vide aunque yo e estado aquí muy poco, que es medio día; mas si las oviese, no pudiera errar de ver alguna. El çerco d’esta isla escriviré después que yo la oviere inrrodeada.
A mediodía partí de la poblaçión adonde yo estaba surgido ‘fondeado’ y adonde tomé agua para ir a rodear esta isla Fernandina, y el viento era Sudueste y Sur. Y como mi voluntad fuese de seguir esta costa d’esta isla adonde yo estaba al Sueste, porque así se corre toda Nornorueste y Sursurueste, y quería llevar el dicho camino de Sur y Sueste, porque aquella parte todos estos indios que traigo y otro de quien ove señas en esta parte del Sur a la isla a que ellos llaman Samoet, adonde es el oro, y Martín Alonso Pinçón, capitán de la caravela Pinta, en la cual yo mandé a tres d’estos indios, vino a mí y me dixo que uno d’ellos muy çertificadamente le avía dado a entender que por la parte de Nornorueste muy más presto arrodearía la isla.
Yo vi que el viento no me ayudava por el camino que yo quería llevar, y era bueno por el otro. Di la vela al Nornorueste, y cuando fue açerca del cabo de la isla, a dos leguas, hallé un muy maravilloso puerto con una boca, aunque dos bocas se le puede dezir, porque tiene un isleo en medio y son ambas muy angostas y dentro muy ancho para cien navíos, si fuera fondo y limpio y fondo al entrada. Parecióme razón de lo ver bien y sondear, y así surgí fuera d’él y fui en él con todas las barcas de los navíos y vimos que no avía fondo. Y porque pensé cuando yo le vi que era boca de algún río, avía mandado llevar barriles para tomar agua, y en tierra hallé unos ocho o diez hombres que luego vinieron a nos y nos amostraron muy çerca de la población, adonde yo enbié la gente por agua, una parte con armas, otros con barriles; y así la tomaron. Y porque era lexuelos me detuve por espaçio de dos horas.
En este tiempo anduve así por aquellos árboles, que eran la cosa más fermosa de ver que otra que se aya visto, veyendo tanta verdura en tanto grado como en el mes de mayo en el Andaluzía, y los árboles todos están tan disformes de los nuestros como el día de la noche; y así las frutas y así las yerbas y las piedras y todas las naturalezas de otros que ay en Castilla; por ende avía muy gran diferençia, y los otros árboles de otras maneras eran tantos que no ay persona que lo pueda dezir ni asemejar a otros de Castilla.
La gente toda era una con los otros ya dichos, de las mismas condiçiones y así desnudos y de la misma estatura, y davan de lo que tenían por cualquiera cosa que les diesen; y aquí vi que unos moços de los navíos les trocaron azagayas por unos pedaçuelos de escudillas rotas y de vidrio, y los otros que fueron por el agua me dixeron cómo avían estado en sus casas, y que eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos, de cosas que son como redes de algodón; ellas, las casas, son todas a manera de alfaneques ‘tiendas de campaña’ y muy altas y muy buenas chimeneas, mas no vide entre muchas poblaçiones que yo vide ninguna que passasse de doze hasta quinze casas. Aquí fallaron que las mugeres casadas traían bragas de algodón, las moças no, sino salvo algunas que eran ya de edad de diez y ocho años. Y aí avía perros mastines y branchetes, y aí hallaron uno que avía al nariz un pedaço de oro que sería la mitad de un castellano, en el cual vieron letras. Reñí yo de ellos porque no se lo resgataron y dieron cuanto pedía, por ver qué era y cúya esta moneda era, y ellos me respondieron que nunca se lo osó resgatar.
Después de tomada la agua volví a la nao, y di la vela y salí al Norueste, tanto que yo descubrí toda aquella parte de la isla hasta la costa que se corre Leste Güeste. Y después todos estos indios tornaron a dezir qu’esta isla era más pequeña que no la isla de Samoet y que sería bien bolver atrás por ser en ella más presto. El viento allí luego nos calmó y començó a ventar Güesnorueste, el cual era contrario para donde avíamos venido, y así tomé la buelta y navegué toda esta noche passada al Leste Sueste, y cuándo al Leste todo, cuándo al Sueste, y esto para apartarme de la tierra, porque hazía muy gran çerrazón y el tiempo muy cargado; él era poco y no me dexó llegar a tierra a surgir ‘fondear’. Así que esta noche llovió muy fuerte después de media noche hasta cuasi el día, y aún está nublado para llover, y nos, al cabo de la isla de la parte de Sueste, adonde espero surgir fasta que aclaresca, para ver las otras islas adonde tengo de ir. Y así todos estos días, después que en estas Indias estoy, a llovido poco o mucho. Crean Vuestras Altezas que es esta tierra la mejor y más fértil y temperada y llana que aya en el mundo.