Deudores, acreedores, morosos, entrampados, tramposos, estafadores. Fauna y flora de una espesa selva, cada vez más cerrada, intrincada y peligrosa.
Deudas siempre las hubo y las habrá. Deudores y acreedores también. Y quienes tratan de aprovecharse del sistema, más aún. Recordemos cómo solucionaban gobernantes del pasado sus carestías económicas, la falta de recursos o de liquidez inmediata. Había casos curiosos o realmente tenebrosos y criminales. Desde el emperador que determinaba quedarse con las riquezas de los senadores o los caballeros de Roma (asesinándolos con presteza), al rey que vendía cargos y titulaciones a destajo. El noble caballero, guerrero de fortuna, llamado El Cid, estafó a los prestamistas judíos y ello no le generó remordimiento alguno. Nuestra supuesta sabiduría popular dice que «Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón». ¿No lo podríamos recuperar como ley consuetudinaria? Ganaríamos bastante.