“El tigre de Chamberí”

Por Fernando Sánchez Resa.

La tarde del 19 de junio de 2014 estaba pletórica de actividades por lo que la población local no sabía muy bien a cuál actividad acudir: había varias fiestas “Fin de curso y/o Graduación” en diferentes colegios, el concierto “Fin de curso” del Conservatorio Profesional de Úbeda y, por supuesto, nuestra cita cinéfila semanal a la que los incondicionales nunca queremos faltar. Por estas y otras razones acudió poco personal para visionar la película El tigre de Chamberí (1958), de Pedro Luis López Ramírez (Almería, 1919 – Madrid, 1993), más conocido como Pedro L. Ramírez, que era la que había programada para ese penúltimo jueves de la temporada cinematográfica.

Como era corta (75 mn), estuvimos un ratito esperando la llegada de los posibles espectadores, que lo hicieron con cuentagotas. Entonces, Andrés, fue dando las pertinentes y sencillas explicaciones (en plan “conversación amiga”), de esta película española, donde se refleja fielmente la sociedad de los duros años del franquismo, que nos serviría para pasar un rato agradable, sin planteamientos filosóficos o culturales de altura, sin ir más allá de lo que se mostrase. En ella, hay muchas caras conocidas de actores españoles del pasado siglo: José Luis Ozores, Tony Leblanc, Antonio Garisa, José Marco Davó, Julia Caba Alba…; aunque la actriz principal es francesa: Hélène Rémy. En este filme, se puede apreciar, cual fresco indeleble, cómo vivían y se divertían los españoles en aquellos años; todo ello con formato cinematográfico de No-Do, al que tan acostumbrados estábamos los que ya tenemos una edad.

¡Es curioso cómo evolucionamos y cambiamos de gustos!; y lo digo, especialmente por mí. Cuando antaño veía este tipo de películas me parecían folletinescas, pues la historia, el desarrollo de la trama, las conversaciones e incluso las propias actuaciones de los actores eran aburridas y sosas para mí, ya que desde el principio adivinaba lo que iba a ocurrir y cómo acabaría la película. Pero, pasa el tiempo y llegas a otro estadio evolutivo personal, en el que te aficionas al séptimo arte y te das cuenta de que, aun siendo una patochada de película (o una charlotada) como las que he visto, más de una vez, de pequeño, en nuestra Plaza de los Toros u otro cine de verano ubetense, vas descubriendo que es un documento vivo en el que se palpan valores de todo tipo, además de los cinematográficos, al ser un panel etnográfico que sirve para analizar y comprender muchos detalles de nuestra sociedad en la década de los cincuenta del siglo pasado, en la que sigue mostrándose la pillería del español cotidiano, colándose en los partidos de fútbol, veladas de boxeo…; y te percatas, además, de la elevada talla de los grandes actores nacionales que supieron sacarle todo el partido posible a los personajes que debieron interpretar, demostrando su poder actoral e imanador.

Hay quien dice que esta peli es una nueva versión española (remake) de la película “El asombro de Brooklyn” del actor Danny Kaye, que a su vez era una versión de “La vía láctea” de Harold Lloyd (aunque no viene en sus créditos), enmarcada en el contexto de la época franquista y su censura, siendo un pozo de ingenuidad e imposiciones que divierten al espectador medio. Está ambientada en la capital de España, en la década de los 50, con los magníficamente fotografiados exteriores del Madrid de la época: Cibeles, Parque del Retiro, Paseo de la Castellana, “Chamartín” (hoy, “Estadio Santiago Bernabéu”), José de Abascal, Campo del Gas…

El argumento de este buen filme clásico del cine español es bien sencillo. Miguel Orégano (José Luis Ozores) es un pobre infeliz al que le llamanEl Tarta” por su tartamudez. Encarna a un pobre muchacho dominado por su madre y su amigo Manolo (Tony Leblanc), que sabe aprovechar las oportunidades de la vida; y se dejaría dominar por Marisa, hija del dueño del bar “Antonio Garisa”, de la que está perdidamente enamorado.

Miguel se cuela a un partido de fútbol, gracias a la habilidad de su amigo Manolo, y casualmente tiene una discusión con Molina, famoso campeón de boxeo de España, (pensando que era un anónimo espectador), propinándole un puñetazo que lo deja lesionado; lo que aprovecha, su amigo Manolo, para lanzarlo a su nueva carrera de boxeador con el apodo de “El tigre de Chamberí”.

Escasamente convencido, se adentra en ese mundo pensando en atraer a Marisa (Hélène Rémy), la hija de su nuevo mánager. Mas las dudas le corroen, cuando se anuncia su próximo combate con Molina, siendo consciente de sus limitaciones. Gracias a que aquélla le declara su amor, en pleno combate, “El tigre de Chamberí” deja nuevamente K.O. al campeón…

Esta entretenida y divertida comedia picaresca, en la que honor y amor están por encima de todo, fue dirigida por el insuficientemente valorado Pedro L. Ramírez; escrita por los prolíficos Vicente Escrivá y Vicente Coello; y siendo interpretada por algunos de los mejores actores cómicos de nuestro país, ya que tenían capacidad y gracia para recitar sus diálogos, consiguiendo que fuese una pequeña joya del cine nacional. Es algo más que un relato costumbrista y picaresco que demuestra que la vida no esta hecha para las buenas personas…; pero que se ve con agrado en un encantador blanco y negro.

En definitiva, pasamos una velada cinematográfica distendida donde el humor más desenfadado, con el marchamo de lo español de aquella época, lució con luz propia y nos sirvió para recordar tantas cosas vividas en nuestra lejana y dorada infancia, acercándonos al territorio más bonito y evocador que cada uno de nosotros tiene en su memoria; y más, cuando vamos envejeciendo casi imperceptiblemente…

Tras finalizar la proyección, salimos al patio santiagués y, después, nos adentramos en el territorio peatonal de la calle Nueva, estando todavía el sol en el horizonte baezano, mientras las principales calles ubetenses se encontraban pululantes de gente que ya había asumido los más cotidianos comportamientos y manifestaciones del cercano estío…

Úbeda, 28 de julio de 2016.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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