Oficio de tinieblas

Tinieblas de una época turbia y difícil.

No soy pesimista y quisiera optimismo a raudales, señal de que todo iba bien y, mejor todavía, que el ser humano se merece este optimismo. Pero las sombras vuelven y el mal, socavando nuestros optimistas cimientos, no tarda en aparecer a la menor oportunidad y vuelve a enseñorearse de nosotros pervirtiéndonos.

Creímos demasiadas cosas, creímos ingenuamente en tantas que no quisimos darnos cuenta de que el mal acechaba. Tras la muerte del general nos creímos tantas cosas… El cielo se había despejado y su azul luminoso nos alegraba la vida. Las dificultades se salvaban, o sorteaban, con cierta suficiencia, con una confianza inconsciente en la seguridad de nuestro destino. Marchábamos. Creímos, pese a que estaba ahí sin destruir, que el odio y la violencia ya nos eran ajenos.

Aunque ETA se empeñaba en persistir en su ruta criminal todos creímos, o nos queríamos convencer, que era cosa muy localizada y concreta, nunca de la generalidad del país. Pero la vena fratricida, vengativa y odiosa, oportunista de lo macabro, de la carroña, estaba ahí, siempre ahí pues que nunca se marchó porque nunca quisieron ni hicieron lo posible para que se fuera.

¡Qué tristeza ver como se aprovecha de inmediato cualquier hecho criminal para tratar de sacarle un beneficio indecente!, ¡qué terror intuir que ahí al lado tiene uno al que, en cuanto pueda, aparecerá con la intención de quitarte la vida con una más que injustificada justificación! Los muertos en atentados (ETA, 11 M) todavía rinden servicio a favor de algunos. Los que a ello se dedican ejercen su oficio de tinieblas a conciencia y sin pudor alguno y no me es consuelo creer que su conciencia (si es que la tienen) les justifica que el fin justifica los medios.

Nos hemos chocado con un asesinato, mero asesinato personal, privado, vengativo, contra una destacada política a manos de unas correligionarias despechadas. Amigas hasta que las cosas entre ellas se torcieron. De inmediato han surgido los carroñeros, los oficiantes de tinieblas, para sacar partido, indecentemente, descaradamente. Revolviendo situaciones y conceptos mezclando lo estrictamente privado con intencionalidad pública.  Como la víctima era política conservadora convenía rentabilizar la situación echándole en cara a los otros la génesis del suceso. Que las victimarias fuesen también militantes conservadoras es lo de menos (o lo que se pretendió neutralizar) porque la culpa, según las hienas carroñeras, la tuvieron los de siempre, los que están ahí enervando al personal, protestando, quejándose, manifestándose, lanzando soflamas contra el conservador gobierno o su partido. Indignante.

Parece que estuviesen deseando que la sangre corriera provocada por esa izquierda ladradora y sin principios, mas como se muestra timorata y sin decisión a dar el salto cualitativo del enfrentamiento viene bien aprovechar lo que surja para poder acusarla de algo. Ha habido un crimen nada relacionado con la protesta o revolución extremista, ¿qué más da?, sin duda han tenido que ver con el suceso… Y, mire usted, tal vez sí. Las acusadas sentían sufrir una gran injusticia y se desesperaron tras la pérdida del empleo de una de ellas (y sus consecuencias judiciales, en su perjuicio). Tiraron por la calle de en medio y se fueron a por la supuesta causa de sus desdichas… ¿Cuántas personas, en este país, no podrían hacer lo mismo por motivos más que semejantes?, pero se están en general calladas y aguantando y sufriendo y si, ¡ay de ellas!, lo manifiestan y denuncian son acosadas y tildadas de antipatriotas, antisistema, extremistas. Los oficiantes del mal se lanzan en su odio a las calumnias y a la insidia, en aras de su extremismo consentido y alentado. Y el gobierno aprovecha para, ahora sí que les ha tocado la marea de los tuiteros, cercenar aún más la posibilidad de disentir.

De esa manipulación se infiere la persistencia del monstruo, que se deja ver. El monstruo de las Dos Españas, sí, esas que Machado sufría y que le aterraban. El cainismo puro y duro, el enfrentamiento que nunca se fue, que solo dormitaba. Con la excusa de que existen indignados que lo manifiestan, afectados que se quejan, relegados que pugnan por hacerse oír, los sedientos de sangre proclaman que se genera violencia, que se genera crispación, que crece el odio; ¿qué van a hacer los anteriores si lo mínimo es intentar que se les oiga por cualquier medio a su alcance? Sí, claro que puede haber violencia, que puede verterse sangre, pero en lugar de considerar si no es que ciertos actos dan lugar a esa posibilidad solo infieren que ya tienen la excusa perfecta para allanarlo todo, como en los viejos tiempos.

Tiemblo ante la perspectiva, ante la visión, ante la casi certeza. Tiemblo por todos los inocentes que serán los que más sufran. Tiemblo por mí.

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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