Martes, 27 de noviembre (Se ha producido un extraño vacío textual sin que sea justificado)
[…] Dize más el Almirante aquí estas palabras: «Cuánto será el beneficio que de aquí se pueda aver, yo no lo escrivo. Es cierto, Señores Príncipes, que adonde ay tales tierras que deve aver infinitas cosas de provecho, mas yo no me detengo en ningún puerto, porque querría ver todas las tierras que pudiese, para hazer relación d’ellas a Vuestras Altezas; y también no sé la lengua, y la gente de estas tierras no me entienden, ni yo ni otro que yo tenga a ellos; y estos indios que yo traigo, muchas vezes les entiendo una cosa por otra al contrario; ni fío mucho de ellos, porque muchas vezes an provado a fugir.
Mas agora, plaziendo a Nuestro Señor, veré lo que más yo pudiere, y poco a poco andaré entendiendo y cognosçiendo y faré enseñar esta lengua a personas de mi casa, porque veo que es toda lengua una hasta aquí. Y después se sabrán los benefiçios y se trabajará de hazer todos estos pueblos cristianos, porque de ligero se hará, porque ellos no tienen secta ninguna ni son idólatras. Y Vuestras Altezas mandarán hazer en estas partes çiudad e fortaleza, y se convertirán estas tierras. Y çertifico a Vuestras Altezas que debaxo del sol no me pareçe que las pueda haber mejores en fertilidad, en temperancia de frío y calor, en abundançia de aguas buenas y sanas, y no como los ríos de Guinea, que son todos pestilençia, porque, loado Nuestro Señor, hasta oy de toda mi gente no a avido persona que le aya mal la cabeça ni estado en cama por dolençia, salvo un viejo de dolor de piedra, de que él estava toda su vida appassionado, y luego sanó al cabo de dos días.
Esto que digo es en todos los tres navíos. Así que plazerá a Dios que Vuestras Altezas embiarán acá o vernán hombres doctos, y verán después la verdad de todo. Y porque atrás tengo hablado del sitio de villa e fortaleza en el río Mares, por el buen puerto y por la comarca, es çierto que todo es verdad lo que yo dixe; mas no a ninguna comparación de allá aquí, ni de la mar de Nuestra Señora, porque aquí deve aver infra la tierra grandes poblaçiones y gente innumerable y cosas de grande provecho, porque aquí y en todo lo otro descubierto y tengo esperança de descubrir antes de que yo vaya a Castilla, digo que terná toda la cristiandad negociaçión en ellas, cuánto más la España a quien debe estar subjeto todo. Y digo que Vuestras Altezas no deven consentir que aquí trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos, pues esto fue el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acreçentamiento y gloria de la religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano». Todas son sus palabras. […].
Lunes, 3 de diziembre
[…] «Lleguéme a ellos y diles algunos bocados de pan y demandéles las azagayas, y dávales por ellas a unos un cascavelito, a otros una sortizuela de latón, a otros una contezuelas, por manera que todos se apaziguaron y vinieron todos a las barcas y daban cuanto tenían por quequequiera que les davan. Los marineros avían muerto una tortuga, y la cáscara estava en la barca en pedaços, y los grumetes dávanles d’ella como la uña, y los indios les davan un manojo de azagayas. Ellos son gente como los otros que he hallado (dize el Almirante), y de la misma creencia, y creían que veníamos del Cielo, y de lo que tienen luego lo dan por cualquier cosa que les den sin dezir qu’es poco, y creo que así harían de espeçería y de oro si lo tuviesen.
Vide una casa hermosa no muy grande y de dos puertas, porque así son todas, y entré en ella y vide una obra maravillosa, como cámaras hechas por una cierta manera que no lo sabría dezir, y colgado al çielo d’ella, caracoles y otras cosas. Yo pensé que era templo, y los llamé y dixe por señas si hazían en ella oraçión; dijeron que no, y subió uno d’ellos arriba, y me dava todo cuanto allí avía, y de ello tomé algo».
Martes 11 de diziembre
[…] «y así torno a dezir como otras vezes dixe», dize él, «que Caniba no es otra cosa que la gente del Gran Can, que deve ser aquí muy vezino; y terná navíos y vendrán a cautivarlos, y como no vuelven creen que se los han comido. Cada día entendemos más a estos indios y ellos a nosotros, puesto que muchas vezes ayan entendido uno por otro», dize el Almirante. […].
Miércoles, 12 de diziembre
[…] «porque yo», dize él, «les avía mandado que tomasen algunos para honrallos y hazelles perder el miedo y se oviese alguna cosa de provecho, como no parecer poder ser otra cosa, según la hermosura de la tierra; y así truxeron la muger, muy moça y hermosa, a la nao, y habló con aquellos indios, porque todos tenían una lengua» […].
Domingo, 16 de diziembre
[…] «porque son la mejor gente del mundo y más mansa y sobre todo», dize él, «que tengo mucha esperança en Nuestro Señor que Vuestras Altezas los harán todos cristianos, y serán todos suyos, que por suyos los tengo». […]. «Crean Vuestras Altezas qu’estas tierras son en alta cantidad buenas y fértiles y en especial éstas d’esta isla Española, que no ay persona que lo sepa dezir, y nadie lo puede creer si no lo viese.
Y crean que esta isla y todas las otras son así suyas como Castilla, que aquí no falta salvo assiento y mandarles hazer lo que quisieren, porque yo con esta gente que traigo, que no son muchos, correría todas estas islas sin afrenta, que ya e visto solos tres d’estos marineros descender en tierra y aver multitud d’estos indios y todos huir, sin que les quisiesen hazer mal. Ellos no tienen armas, y son todos desnudos y de ningún ingenio en las armas y muy cobardes, que mill no aguardarían tres, y así son buenos para les mandar y les hazer trabajar y sembrar, y hazer todo lo otro que fuere menester, y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres».
Lunes, 17 de diziembre
[…] «Estas cosas todas y la manera d’ellos y sus costumbres y mansedumbre y consejo muestra de ser gente más despierta y entendida que otros que hasta allí oviese hallado», dize el Almirante. […].
Martes, 18 de diziembre
[…] Y dize el Almirante a los Reyes:«Sin duda pareçiera bien a Vuestras Altezas su estado y acatamiento que todos le tienen, puesto que todos andan desnudos. Él, así como entró en la nao, halló qu’estaba comiendo a la mesa debaxo del castillo de popa, y él, a buen andar, se vino a sentar a par de mí y no me quiso dar lugar que yo me saliese a él ni me levantase de la mesa, salvo que yo comiese.
Yo pensé qu’él tenía a bien de comer de nuestras viandas; mandé luego traer cosas qu’él comiesse; y, cuando entró debaxo del castillo, hizo señas con la mano que todos los suyos quedasen fuera, y así lo hizieron con la mayor priesa y acatamiento del mundo, y se assentaron todos en la cubierta, salvo dos hombres de una edad madura, que yo estimé por sus consejeros y ayo, que vinieron y se assentaron a sus pies, y de las viandas que yo les puse delante, tomava de cada una tanto como se toma para hazer la salva, y después luego lo demás enbiávalo a los suyos, y todos comían d’ella; y así hizo en el bever, que solamente llegava a la boca y después así lo dava a los otros, y todo con un estado maravilloso y muy pocas palabras; y aquellas que él dezía, según yo podía entender, eran muy assentadas y de seso, y aquellos dos le miravan a la boca y hablavan por él y con él y con mucho acatamiento.
Después de comido, un escudero traía un cinto, que es propio como los de Castilla en la hechura, salvo que es de otra obra, que él tomó y me lo dio, y dos pedaços de oro labrado, que eran muy delgados, que creo que aquí alcançan poco d’él, puesto que tengo qu’están muy vezinos de donde naçe y ay mucho; yo vide que le agradava un arambel que yo tenía sobre mi cama; yo se lo di y unas cuentas muy buenas de ámbar que yo traía al pescueço, y unos çapatos colorados y una almarraxa de agua de azahar, de que quedó tan contento que fue maravilla; y él y su ayo y consejeros llevan grande pena porque no me entendían ni yo a ellos. Con todo, le cognoscí que me dixo que si me compliese algo de aquí, que toda la isla estava a mi mandar.
Yo enbié por una cuentas mías adonde por un señal tengo un exçelente de oro en que están esculpidos Vuestras Altezas y se lo amostré, y le dixe otra vez como ayer que Vuestras Altezas mandavan y señoreavan todo lo mejor del mundo, y que no avía tan grandes prínçipes; y le mostré las vanderas reales y las otras de la Cruz, de que él tuvo en mucho: “Y ¡qué grandes señores serían Vuestras Altezas!”, dezía él contra sus consejeros, “pues de tal lexos y del cielo me avían enbiado hasta aquí sin miedo”. Y otras cosas muchas passaron que yo no entendía, salvo que bien vía que todo tenía a gran maravilla» […].