
Estas palabras tendrían que ser pronunciadas por don Jesús Mendoza Negrillo o, como le decimos todos en Úbeda, por el padre Mendoza. Desgraciadamente, su salud no se lo permite. Para suplir de algún modo su ausencia, hemos traído aquí una fotografía de hace un docena de años, que nos lo haga de algún modo presente.
Hace un par de años, recordando su nombramiento como Hijo Adoptivo de Úbeda, don Francisco Martínez Calle ya escribía en la revista Vera Cruz:
El padre Jesús Mendoza ya no es aquel hombre joven, sonriente y dinámico, con ganas de llegar a todos, saber de todo y ayudar en lo que pudiera a todos, sin excepción. Ahora ‑seguía escribiendo‑, tiene 86 años cumplidos, anda con alguna dificultad, está desmemoriado, reconoce a muy pocos, le cuesta seguir con coherencia una conversación, y no sabe responder (…) a cuestiones de dominio común.
Hoy, cercano a cumplir los 88 años, esas carencias se han acentuado, y por eso no puede estar aquí.
Esta realidad justifica el que uno de nosotros, compañeros jesuitas, sea quien en su nombre reciba el diploma de su nombramiento como Hijo Predilecto de Begíjar, lugar de su nacimiento. Sus familiares lo han querido así, y en este momento agradecemos su delicadeza. Por otro lado, nosotros les correspondemos rogando que reciban en su nombre el escudo de oro de la Villa de Begíjar, a la que la familia Mendoza‑Negrillo ha estado tan ligada.
Y, tras estos preámbulos, las que deberían haber sido palabras del nuevo Hijo Adoptivo de Begíjar.
Pensando qué podría decir en su nombre, me ha parecido que lo más sencillo para mí y ‑además‑ más auténtico, es repetir –adaptándolas‑ algunas de las palabras que el mismo padre Mendoza pronunció el 6 de diciembre de 2006, al ser nombrado Hijo Adoptivo de Úbeda.
Para no divagar demasiado, permitidme que os lea estas líneas. Recuerdo con añoranza cuando llegué a Úbeda al principio de los años 60. Mi superior Provincial de entonces, sabiendo que yo había nacido en Begíjar, que mis padres habían sido maestros allí y en Linares, y que mis inquietudes juveniles se interesaban por la acción social, me encaminó a trabajar en la Safa de Úbeda. ¡Qué lejos estábamos todos de imaginar siquiera que iba a afincarme (…) tan cerca de lugares tan queridos, durante tantos años…! Sea por aquel temprano destino mi primer agradecimiento.
En Úbeda, tuve la oportunidad de conocer a quienes me señalaron el camino: al padre Villoslada, fundador y alma de la primera Safa; al padre Gómez, que murió prematuramente de pura entrega a los demás, (…) y a un largo etcétera de jesuitas y seglares, cuya lista sería interminable. De ellos aprendí, y entre ellos trabajé como un compañero más. Por el ejemplo y apoyo de todos ellos, mi reconocimiento y gratitud.
Pero, en lugar muy destacado, quiero mencionar a las gentes de Úbeda. Mi trabajo se fue engarzando en el trato cotidiano con esta ciudad, con su juventud, sus familias, sus barrios y sus obras sociales, de tal modo que hoy no sabría entender mi vida sin una referencia constante a la población ubetense…
No estamos en Úbeda, pero creo que, de poder hacerlo él mismo, estas últimas palabras las habría aplicado el padre Mendoza a tantos begijenses a los que siguió visitando, ayudando y queriendo desde la Úbeda en donde vivía.
Después, continuaba agradeciendo a la Corporación Municipal su nombramiento como Hijo Adoptivo, gratitud que hoy expreso en su nombre, a la Corporación Municipal y a todo el pueblo de Begíjar, por haberlo nombrado su Hijo Predilecto .
Y terminaba con palabras plenamente aplicables al momento presente. Decía así:
Finalmente quiero dar las gracias también a cuantos han apoyado esta iniciativa, a cuantas personas nos acompañan en este Acto, y a cuantos se han hecho presentes desde la distancia. Y acabo mirando con esperanza al futuro. Confío en que las generaciones que ya han empuñado la antorcha del relevo mejoren esta sociedad nuestra. Porque el desarrollo del espíritu, de la cultura, la justicia y la paz… siguen siendo las asignaturas pendientes.