22-09-2008.
Aquel verano la humedad y el calor eran insoportables. Al caer la tarde, el Pub de la calle Alcolea se llenaba de secretarias en vacaciones, periodistas sin empleo, gente de la banca, policías de paisano, casados, separados y demás fauna veraniega, sin dinero. Ligones acreditados, muchachas en busca de aventura, jóvenes y mayores, que no se resignaban a aceptarlo, se daban cita en el local. Matías, el mejor barman de España ‑como le gustaba que le llamasen‑, acomodaba a todos en unas banquetas, que parecían de cuero, cuidando de colocar a los unos muy cerca de las otras.
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