Rebojos

Como siempre. Un día detrás de otro… ¿Me soportarán hoy las piernas…? Inseguro, como un bebé que se inicia en el andar, ando yo mi casa… Antes de levantarme, programo el día… Un desierto de iniciativas… ¿Qué libros regalar? ¿Con qué dedicatoria…? Y me deseo fervoroso un día de huesos callados… horas sin vacíos profundos. Comunicados sentidos y de aliento. iAh, y visitas gratas y discretas…!
Atornillado ya en mi rincón, si cuerpo y ánimo discurren en paz, me apuro leyendo o escribiendo algunos ratos… ¿De qué? Del tema que me baile en la pluma. Ligero, banal. Que no está la mente ya para chicolear con las musas.

Hoy va de amigos. Los que colmadamente alegraron mi infancia.
Aún es febrero… Los días se alargan. El tiempo era en que yo animoso preparaba la tierra para mis macetas… Desde mi invariable rincón, advierto cómo la luz se debilita… Y se vuelve cárdena, melancólica. Dejo mi entretenimiento. Me miro las manos. Me las han cambiado… Es, algunos días, la hora del cansancio, del acabamiento infinitos… Y por soltarme de esta congoja nihilista me escapo en el vuelo de las cigüeñas. Cuántas, cada tarde, retornan pausadas, solemnes ante mi terraza. Y en un deleitoso flash-back me regresan a mi infancia. Llegaban por San Blas. Era un acontecimiento en mi vida.
Nunca entonces supe de angustias ni soledades. Soporte, providencia… mis dioses eran mis padres. Renacuajo yo, y ya, gracias a ellos, cuántos puntos de interés… Los gatos, las aves… Aquel pavo pomposo y agresivo que me disputaba el señorío del corral. La Pólvora, quinta y hermana mía de leche. Una exhalación mortífera era tras de las liebres.
Especial cariño tenía yo por la Teresa. A los seis meses de yo nacer, unas fiebres se llevaron la leche de mi madre. Primeriza y sana, una novilla holandesa fue mi nodriza suculenta. Me lo contaba mi madre. Y juntos acudíamos a ver y acariciar a la vaca Teresa. Pronto me atreví a darle hojas de lechuga, raspas de manzana o racimos de uvas. Antes de llegar yo a la cuadra, la Teresa me envolvía en un mugido blando, dulce. Parecido al que las elefantas dedican a sus tiernas crías. Su lengua, larga, de lija, me vaciaba las manos. Me impusieron respeto, miedo, a las mulas. Y yo derivé mis aprecios por la Andaluza, la madre de Petra.
Mi admiración prematura, boquiabierta, fue para el caballo de mi padre… Un ser superior me parecia mi padre sobre aquel bruto negro, negro. Arqueado de cuello, alto y altivo. Largas las crines y la cola, desflecadas. Y que viéndole volver las manos en las marchas me embobaba.
Hábil y cercano, pronto aprendió a explorarme las manos con su belfo flexible y musculoso. A este caballo sucedió un alazán de buen ver… Pero menos escultural y bizarro. Con él aprendí a montar y yo le enseñé el paso de ambladura. ¡Cuánto gocé y presumí con él…! Septiembre, mes de vírgenes y de encierros de novillos. Aún me duraban las vacaciones y yo volaba pinturero a espantar los novillos de Berrueces, Palazuelo, Villarramiel… Acoplados marchábamos como si fuéramos un centauro. Aún dudo, cuando me fui a Carrión, qué me costó más dejar. La familia y los amigos… O al caballo, a Petra (muchas letras he dedicado a Petra en mis memorias) y al Kely. El Kely… el Kely fue el mejor amigo de mi adolescencia. Y acaso de toda mi vida… Un pastor alemán que yo crié a biberón. Inteligente, bravo y dócil a mi voz. Creo que entendió y respondía a cien voces de mando. Me esperaba a la salida de la escuela. Y cuando mi madre me encargaba compras en casa de… o de… él tomaba la cesta en la boca y, enarbolado y alegre el rabo, me conducía seguro. Amigo de mis amigos y hosco con quienes yo no simpatizaba… «D. Silvano», le decía indicándole la salida… Y de casa del párroco me volvía, orondo, con el periódico en la boca. Celos y depresión le costó cuando le llevé un chihuahua bebé. Áspero y huraño, meses tardó en volver a su cotidiano encanto. Al fin, el Tuly, minúsculo, de pelo corto, suave, y trato dulce como una niña, conquistó al impetuoso Kely.
Otros muchos animales, pájaros, rapaces y aun reptiles hubo en mi lista de aprecios y amigos. Y todos gran contento y saberes me dieron.
Valladolid, 27-02-05.

 

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Publicado en: 2005-06-06 (53 Lecturas).

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