Creo que el artículo que publicó mi amigo Miguel Ángel Santos en un medio de comunicación, una semana antes del estúpido incidente de un humorista de la COPE con el Presidente electo de Bolivia, es oportuno dada la actualidad del asunto.En mi opinión esta emisora está haciendo mucho daño a los católicos convencidos de buena voluntad. Su estilo agresivo e irónico no debería utilizar el nombre de ninguna religión que predica la paz y el amor, no sólo en Navidad. Lo siento, no quiero ofender a ningún safista católico de buena fe. Gente como ésta ‑directivos de la jerarquía vaticanista incluidos‑ ha hecho que muchos decidan pertenecer al otro “rebaño”.
Miguel Ángel Santos Guerra es, también, amigo de nuestro querido Sebastián Rodríguez Espinar, ambos grandes pedagogos en sus respectivas universidades.
Miguel Ángel accede encantado de publicar su artículo en nuestro portal.
Diego Rodríguez Vargas.
LIBERTAD DE AGRESIÓN
Por Miguel A. Santos Guerra,
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar
de la Universidad de Málaga.
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar
de la Universidad de Málaga.
¿Existen límites a la libertad de expresión? ¿Dónde se sitúan? ¿Quién los pone? Sucedió con la SER, sucede cada día con las informaciones políticas y las del mundo del corazón. Sucede ahora especialmente con algunos comentaristas de la COPE. Creo que lo que están pidiendo a gritos algunos periodistas de esta cadena no es libertad de expresión, que la tienen, sino libertad de agresión. Basta escuchar diez minutos de algunos programas de esta cadena y se podrá comprobar. Es que no pronuncian dos frases que no sean un ataque a sus, llamémosles así, “enemigos”. Ni una frase. Si son tan libres y tan independientes como dicen, ¿por qué tienen enemigos tan claros? Es tal el sectarismo de algunos comentaristas de la cadena que provocarían la risa, más que la irritación, si no estuviera impregnado todo su discurso de una animadversión (se podría hablar de odio) tan exacerbada.
Dice José Saramago, en su última y también excelente novela Las intermitencias de la muerte que “con las palabras todo el cuidado es poco, mudan de opinión como las personas”. ¿Qué se entiende por libertad de expresión? ¿Es libertad de expresión decir lo que apetezca, contra quien sea, sin tener que dar cuenta de lo que se dice? Me creería su flamante eslogan Somos libres si hicieran críticas igualmente severas a sus jefes o a sus correligionarios. ¿O es que todo lo que hacen sus jefes les parece bien? ¿O es que están tan identificados con sus correligionarios que no discrepan un ápice de sus posiciones morales, políticas, culturales, económicas y sociales?
Es un bochorno el espectáculo que están ofreciendo algunos comentaristas de la COPE. Decir que el Gobierno no acepta las críticas y que quiere tapar la boca a quien discrepa es un infundio. Tienen tal animosidad contra el Gobierno que resulta casi ridículo escuchar cada día, por el motivo que sea, unas descalificaciones y unos insultos tan reiterados y desmedidos. ¿A quién se le oculta que el Gobierno comete errores? ¿Demasiados errores, incluso? ¿Quién duda de que el presidente o sus ministros y ministras tienen algunas actuaciones torpes o equivocadas? Es necesario, es justo y es lógico hacer una crítica rigurosa y exigente. Pero, hombre, que todo-todo y siempre-siempre lo haga mal no resulta creíble. Deben pensar que existe el dogma de la falibilidad, como alguien disfruta en su organización del de la infalibilidad. Y en virtud de ese dogma que atribuyen al presidente del Gobierno se le hace imposible (así, im-po-si-ble) dar con la verdad.
Es tan machacona la insistencia en la descalificación que acaba dando frutos. No me extraña que suba la audiencia. La naturaleza moral de los medios que emplean para conseguirlo parece estar fuera de las preocupaciones de los gestores de la cadena. Lo cierto es que quienes son agredidos tienen escasos medios para defenderse. Porque, aunque tengan el derecho de réplica no van a estar todos los días, a todas las horas, replicando. O poniendo denuncias en los juzgados.
Me parece estupendo que exista la COPE, de igual manera que me parece conveniente que exista la SER (aún recuerdo los gritos contra la SER en los días posteriores al atentado del 11M; la libertad de expresión, en ese caso, le importaba menos a la COPE, aunque también habría que preguntarse por los límites de la libertad de expresión en la actuación de la cadena SER o de cualquier otro medio). Las protestas que ahora se alzan contra la COPE les parecen insoportables. Y no son contra la COPE como emisora que informa e, incluso, predica. Son contra los excesos sectarios de algunos de sus informadores y comentaristas.
El que unos jóvenes de Esquerra Republicana y dos parlamentarios (¿por qué los tienen que insultar por ser pocos?) se manifiesten en la puerta de la COPE de Madrid ha constituido un hecho tan terrible que se han sentido perseguidos casi hasta el martirio. ¡Qué exageración! Una sencilla y pacífica protesta. Como la que ellos realizan a todas horas y por cualquier motivo. Ya sé que Esquerra es para la COPE algo así como la encarnación del demonio; pero hombre, no matan, no muerden, no hieren, no destruyen. Tienen derecho a expresar sus ideas. Vivir como una ofensa las quejas de Esquerra o del tripartito catalán o la protesta expresada ante el Vaticano, parece indicar que ellos pueden meterse con todo el mundo, pero que nadie puede meterse con ellos.
El aliento de las manifestaciones contra el Gobierno ha sido tal que sus mismos periodistas se han atribuido el éxito de las mismas. “Si no fuera por la COPE, ¿de qué?”, he oído decir a uno de sus corifeos más destacados. Alentó la manifestación contra el Gobierno por la ley de matrimonios homosexuales y por la LOE, pero no las manifestaciones contra el maltrato a la mujer. Porque no eran contra el Gobierno. ¿O no tenían éstas una causa justa?
Se puede decir una verdad con ánimo de agredir y de insultar. El ejemplo que voy a poner viene como anillo al dedo al hablar de esta cadena. Un obispo inglés tiene que hacer un viaje pastoral a Manhattan. Sus asesores le advierten de que ha de tener cuidado porque los periodistas están en una actitud muy sensacionalista hacia su viaje. El obispo, a la tradicional prudencia eclesiástica, le añade una dosis suplementaria de precaución. Al llegar a la sala de autoridades del aeropuerto celebra una rueda de prensa en la que los periodistas le hacen una serie de preguntas más o menos comprometidas. El obispo camina con soltura esquivando los riesgos y los peligros. Los fotógrafos disparan sus flashes mientras se suceden las preguntas. Después de media hora de interrogatorio uno de los periodistas pregunta:
‑Monseñor, ¿qué opinión le merece la red de burdeles del sur de Manhattan?
El obispo, extremadamente cauto, ni siquiera opina sobre la espinosa cuestión. Solamente hace este comentario:
‑Ah, ¿es que hay burdeles en el sur de Manhattan?
Termina la rueda de prensa. El obispo se retira pensando que ha evitado cualquier situación arriesgada. Al día siguiente compran la prensa para ver qué eco ha tenido la multitudinaria entrevista. Y se lleva una sorpresa enorme. En primera página de uno de los diarios aparece una foto en primer plano del obispo y este escandaloso titular: “Primera pregunta del obispo al llegar al aeropuerto: ¿Hay burdeles en el sur de Manhattan?”. Era su primera pregunta y estaba convenientemente grabada. ¿Quién podría protestar?
Lo que me parece peor de algunos comentaristas de la COPE es el evidente animus iniuriandi que aparece detrás de las noticias, de las informaciones, de los comentarios, de las entrevistas. Los apodos atribuidos a los personajes, los comentarios despectivos, las descalificaciones abusivas, las suposiciones malintencionados, están cargados de mordacidad y de desprecio. Todo ello revestido de servicio a la verdad, de derecho a la información, de inviolable garantía de la libertad de expresión…
Una cosa es la libertad de expresión, que es un derecho que no se debe cercenar, y otra la libertad de agresión que conculca el derecho que toda persona tiene a su dignidad. Los ciudadanos tienen derecho a escuchar la COPE. Claro que sí. A una COPE que practique la libertad de expresión, no la libertad omnímoda de agresión.
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Publicado en: 2005-12-27 (52 Lecturas)