Violencia

Con motivo de una pelea entre escolares, te envío estas reflexiones para que las utilices como creas más conveniente.
 
Tenemos, con mucha frecuencia, la impresión de que nadamos contra corriente, de que damos coces contra el aguijón. Nos parece que nuestras palabras, nuestras charlas, nuestras campañas educativas y nuestros esfuerzos, en no pocos casos, se pierden lamentablemente en el vacío.
Basta con tener el oído atento en cualquier recreo de cualquier colegio para percibir el lenguaje que usan los niños: tacos, palabras ofensivas, insultos, expresiones groseras y falta de cualquier delicadeza. Y no sólo son los mayorcitos sino que esta tendencia se aprecia desde los más pequeños. Hablan a gritos y con poco estilo y educación.

Esta violencia verbal lleva a otro tipo de violencia más seria: la agresión física. No se admiten excusas cuando alguien hace algo que se cree no conveniente. Se citan al terminar el colegio para pelearse con saña, empleando todos los medios con que hacerse daño. Y de entre los espectadores de la pelea no hay nadie dispuesto a separar a los contendientes. Al contrario, los jalean, los azuzan y cruzan apuestas sobre quién será el ganador. Son espectáculos nada edificantes que dicen muy poco de la educación que están recibiendo.
Puede que esto sea el reflejo de la sociedad en que vivimos. Una sociedad muy competitiva en la que no importa pìsotear al más débil con tal de llegar a lo más alto. Una sociedad con medios de comunicación muy poderosos, pero poco educativos, en los que los participantes de determinados programas no dudan en gritarse, insultarse y, si viene al caso, llegar a las manos. Una sociedad en la que en muchos hogares la violencia doméstica está a la orden del día. Una sociedad que se manifiesta contra las guerras, pero que es incapaz de erradicar su propia violencia interna.
Éste es el clima en el que crecen muchos de nuestros niños y, con estos condicionantes, no deben parecernos extraños los episodios de tensión en los hogares, en las aulas, en las calles. Deberíamos preguntarnos hasta dónde podemos tensar la cuerda.
Por eso, nadamos contra corriente, damos coces contra el aguijón. Los valores de compañerismo, comprensión, diálogo, tolerancia, respeto, no violencia… que continuamente, y aprovechando cualquier circunstancia, se predican desde la escuela, se estrellan infructuosamente contra los que ofrece la calle, el entorno, la vida. Y nos quedamos al final con la sensación de que es una lucha perdida, inútil, descorazonadora.
Pero no debemos desanimarnos. Como decía un jesuita: plantemos los árboles que, aunque no lleguemos a verlo, muchos de ellos darán preciosas y magníficas manzanas para deleite sosegado del espíritu.
Feliz Navidad, tiempo de Paz, de reflexión, de tranquilidad, de recogimiento interior y de Amor. Ojalá estos principios no duraran sólo este corto período de villancicos, sino que permanecieran siempre en nuestras almas.
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Publicado en: 2004-11-29 (58 Lecturas).
 

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