Don Quijote en Úbeda

Se respira paz y buena tempe­ratura. Es noche cerrada; la es­tación otoñal marca inexorable­mente la ausencia del astro rey, cuando el apacible airecillo trae unas voces que suenan conoci­das…
—Fiel escudero, por la an­dante Caballería a la que perte­necemos, tenía verdaderas ansias de arribar a este lugar, en­tre andaluz y manchego, pues he sido enterado de que esta vi­lla fue nombrada Patrimonio de la Humanidad tiempo ha, y plá­ceme palpar de primera mano cuán orgullosas deberán estar estas gentes, habitantes del lu­gar, por obtener tal soberano ga­lardón.
—Mi señor, bien que te he acompañado en esta nueva an­danza por la insistencia con que me lo has pedido; pero mejor es­taría yo en mi tierra, con mi gente, y más ahora que se están celebrando tantos actos con motivo del cuarto centenario en que nuestro insigne señor, don Miguel de Cervantes, tuvo a bien dar a luz nues­tras múltiples aventuras.

—Amigo Sancho, observo que se va concen­trando gente en la tienda del sin par Barranco; me gustaría saber lo que traman. Escuchémosles…
Son los Caballeros Veinticuatro, seis aguerridos ciudadanos ‑pues cada uno vale por cua­tro; aunque uno, por enfermedad, hoy está ausente‑, que tienen la intención de leer un manifiesto en defensa del Patrimonio Ubetense. Cada año llevan su protesta escrita a un edificio emblemático al que se pretende agredir impunemente desde las instituciones democráticas…
—Sigámosles, mi señor, pues así, sin ser vis­tos, quedaremos de todo enterados.
Ya los Caballeros Veinticuatro salen de su lu­gar de reunión y se dirigen, todo alegres y sigilosos, hacia la Plaza de Santa María, pasando por la maravillosa Plaza del Mercado a la que el año pasado igualmente defendieron, ante el rumor de que se la iban a cargar haciendo un aparcamiento sub­terráneo… Una vez ante los juz­gados es posible observar cómo han «telonado» la obra para que la fachada lateral, tan horroro­sa, no pueda ser observada libre­mente, en este enclave urbano, con el fin de que la ciudadanía no proteste ante tal desaguisa­do… Frente a los juzgados leen lo si­guiente:
 
MANIFIESTO DE LOS «CABA­LLEROS VEINTICUATRO»
Con esta proclama los «Ca­balleros Veinticuatro» nos manifes­tamos de nuevo para hacer público nuestro descontento y el de gran parte de la ciudadanía ante lo que consideramos otro atropello, uno más, del patrimonio artístico de nuestra ciudad.
Las instituciones responsables se reiteran en mal­tratar las sufridas piedras que dan lustre a nuestros mo­numentos. En esta ocasión la autocomplacencia de los expertos diseñadores nos «regalan» con la demolición de la fachada lateral de los juzgados para sustituirla por un nuevo ensamblaje de «piedras de diseño».
Resulta de todo ello un paredón vanguardista ‑de estética dudosa, al menos‑, y evidentemente equivo­cado de lugar con el agravante que habrá costado un pastón. Recordemos el viejo proverbio: «NO ES BELLO LO QUE ES CARO, SINO CARO LO QUE ES BE­LLO».
A estos caballeros les viene a la memoria el siste­ma político derivado del absolutismo, que más tarde re­cibió al nombre de Despotismo Ilustrado, forma fraternal de fomentar el bienestar de las gentes, mas… con esta máxima curiosa: «TODO PARA EL PUEBLO, PERO SIN EL PUEBLO». Como se ve por esta y otras lamentables obras, en esta ciudad estamos retrocediendo a estas etapas. Por ello hacemos una invitación a los políticos y organismos pertinentes, para modificar el ca­duco aforismo decimonónico en el que ustedes se asientan, por el más práctico y popular de: «TODO PARA EL PUEBLO, PERO CON EL PUEBLO», porque a la pos­tre, éste es sabio y… (es de suponer) soberano.
Manifiesto leído a los pies del desaguisado muro, que más parece un avispero y al que, razonablemente, el genial Vandelvira le da la espalda.
A las cuatro horas de haber anochecido, del decimonoveno día de la calenda novembrina de 2004, año de Nuestro Señor y festividad cristiana de San Crispín.
Luego, pegan en el toldo de la pared ‑que no deja ver la fachada‑ los pliegos de firmas que la ciudadanía ubetense ha tenido a bien apoyar para pedir que no se instaure ese bodrio en esta plaza emblemática del Patrimonio Ubetense del que se sienten tan orgullosos.
—¡¡¡Bien, pardiez, y mil veces bien, Sancho!!! ¡¡Cómo me agrada la valentía y el pundonor de es­tas gentes que, aunque a mi parecer en escaso número, hacen sentirme vivo y rememorar antiguas andanzas «desfaciendo» entuertos por múltiples ca­minos y villas!!
—Pero observa, don Quijote, que han llegado los corchetes o alguaciles para tomar nota de este acto…
—¡Válganos el cielo! ¡¡Ay si yo pudiera, fiel escudero, sacar mi espada y meter en cintura a tan­to mangante y pelagallos como destroza el patri­monio de esta bella villa!! Vamos; ya que estamos aquí, en esta serena noche, apetéceme dar un paseo por las plazas y calles más típicas y así poder ob­servar ‑con nuestros propios ojos‑ cuán orgullosas y vigilantes deben ser las autoridades y habitan­tes de este lugar, con tener este solar patrio tan bien heredado de las anteriores generaciones…
Mientras que los Caballeros Veinticuatro se van a una tasca a enjugar con bebida y viandas su heroico acto, nuestros dos personajes manchegos van haciendo un pausado paseo por calles y pla­zas, admirando, y a su vez echándose las manos a la cabeza, al palpar tanto destrozo acumulado sin que la ciudadanía, el pobladory el autóctono de esta villa se planten e impidan perpetrar una barbari­dad más, hecha en el patrimonio, legado con sumo cuidado por sus antepasados; y responsabilizándose de que son simplemente herederos, con el fin últi­mo de transmitir esta inmensa riqueza arquitectó­nica a las futuras generaciones.
—¡Enhoramala vinimos! Mal quedo, Sancho, tras dar este paseo por Úbeda, pues he visto con mis propios ojos cómo se está mancillando continuamente este bendito suelo con innovaciones que no vienen al caso. ¡Vive Dios que ojalá pudiera co­rrer a estacazos a tanto desaprensivo y malandrín! Más parecen querer con estas remodelaciones ir en pos de un minimalismo mal entendido, pretendien­do conseguir desiertos urbanos, milimétricamente iguales a los de otros pueblos o ciudades moder­nas que últimamente nosotros hemos visitado…
—Don Quijote, mi señor, a lo mejor es signo de la modernidad que nos atenaza por todos lados en estos tiempos postmodernos… Es posible que cuando pase más tiempo, como a todos los huma­nos nos ocurre, las futuras generaciones increpen a sus antepasados la mala salvaguarda que hicieron de lo legado por sus ancestros.
—No me puedo creer que los propios alcaides o regidores sean los promotores o consentidores de esta bárbara destrucción, cuando la autoridad debería estar para defender el patrimonio, no para destruirlo o edulcorarlo, transmutándolo en falso progresismo…
—Y ¿cómo la ciudadanía en pleno no defiende lo que al fin y al cabo es de su propiedad, y se calla o se inhibe viendo cómo destruyen calles emblemáticas, plazas históricas, haciéndolas aparcamientos con boca de metro; o desolándolas, quitándoles todo arbolado; o enajenando su sabor autóctono…?
—No me lo puedo creer. Yo, mi señor, me mar­cho desolado…
—Y yo, mi amado Sancho; pues hoy he visto cosas terribles en este pueblo semimanchego al que tanto aprecio tengo desde que estuve por estos lares cuando robaron el cuerpo de San Juan de la Cruz. ¿Es posible que se repita la historia que entonces nuestro autor ya contó…? ¿Será mal augurio o ne­gra premonición cuando, según me cuentan, hace un tiempo se desplomó el San Miguel de piedra que había en la hornacina izquierda de las Antiguas Casas Consistoriales y aún no lo han repuesto…? ¡¡Cuanta bajeza, cuánta iniquidad, cuánta destruc­ción inútil…!! ¿Habremos de llamar a nuestro dueño e insigne señor para que vuelva de la tumba a defender un patrimonio que peligra de veras y que no parecen estar dispuestos a defender y respetar en esta villa? ¡¡Ojalá hubiese muchos Caballeros Veinticuatro que defendiesen por amor, «simple­mente por amor», el Patrimonio que Úbeda ha acu­mulado para la Humanidad!! Es un legado que nunca debería perderse…
IBIUT‑Año XXIV‑N.º 136

 

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Publicado en: 2005-03-09 (42 Lecturas)

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