Encuentro inolvidable

Estoy intentando ordenar las ideas, las emociones y sensaciones vividas en aquel fin de semana de septiembre, y que se agolpan, empujándose por salir.
Ante todo, reconocer, admirar y agradecer a Dionisio su iniciativa y entusiasmo, su poder de captación, su capacidad de trabajo y sus dotes organizativas. La programación y desarrollo del encuentro en Úbeda así lo avalan, porque fue todo un éxito.
Volver al colegio, esperando encontrar a compañeros que no veías desde aquellos años —casi cuarenta— en que lo teníamos todo por hacer, era como un sueño. Felices años, vividos gozando de casi todo lo que se podía gozar en esa edad y en ese tiempo, pero sin ser conscientes realmente de lo que estaba ocurriendo dentro de nosotros; del cúmulo de vivencias, sensaciones, mensajes recibidos, formas de actuar y valorar el mundo que nos rodeaba, la diversidad de habilidades y capacidades para encarar cualquier adversidad; el estilo de vida, en definitiva, que nos marcaría ya para siempre.

Y ése fue el testimonio común manifestado por todos los que nos reunimos en Úbeda, expuesto por los ponentes, al margen del tema que nuestro organizador les había asignado, y comentado en los ratos de pasillos, comidas y tertulias.
De la influencia de todo aquello nos hemos ido dando cuenta desde el momento en que salimos del colegio, y a lo largo de todos estos años. Y era necesario reconocerlo, confirmarlo, contrastarlo. Y aunque hubiera sido solamente ése el argumento, el encuentro en Úbeda estaba más que justificado.
Pero, esos apenas dos días de convivencia me dejaron otras impresiones, todas agradables: revivir, después de tanto tiempo, en cada abrazo de un compañero y en cada mirada de reconocimiento, una escena, una anécdota, una página de nuestra historia de adolescentes. Aunque muchas partes del decorado se han modificado por exigencias del guión, el pasear por los campos de deportes me encogió el alma, recordando tantos momentos de emoción, de “gloria”, de abatimiento, de ilusión, vividos allí. Y cada pasillo, escalera, recinto, evocaba en mí recuerdos que yo creía ya olvidados.
Las intervenciones de los “elegidos”, excelentes todas: enhorabuena Lara, Arévalo, Eladio, Miguel, José M.ª, Lorite, Sebastián… a todos. ¡Qué extraordinaria combinación de añoranzas y contenidos de fondo siempre actuales, de expresiones brillantes y documentación! Qué facilidad de palabra y claridad en la exposición. ¡Qué nivel, chicos!
Entre tanto recuerdo y nostalgia, el contrapunto chispeante y fresco lo pusieron nuestras mujeres —mejor, quizás, compañeras en este viaje de la vida con billete “Safa”—, con sus intervenciones puntuales, propuestas ocurrentes, su facilidad para sintonizar y comunicarse, improvisando incluso una sobremesa con sabor a tanguillos, fandangos, sevillanas y canciones de patio de recreo.
Úbeda es una maravilla. Otra estampa que no apreciamos, cuando nos preocupaban más otros monumentos y otras experiencias. Los paseos que dimos en esas dos noches, con Tony, como fenomenal guía turística, acrecentaron mi admiración por esta ciudad, y ese cariño dormido que yo he sentido siempre por ella, testigo mudo de nuestros primeros años juveniles y que me ha encantado ver retratados en los libros de Muñoz Molina.
Las degustaciones gastronómicas y los escarceos en la disco?pub, con aquellos compañeros que compartimos más ratos juntos, remataron unas jornadas inolvidables.
José M.ª y Tony, gracias por estar en todo y con todos.
Dejo a propósito para el final de estas impresiones agradables la emoción sentida al volver a ver, abrazar y escuchar a Jesús. La voz, un tanto apagada, apabullada, tal vez incapaz ya de responder a tanta fuerza de un alma. Me siento tan pequeño cuando tengo que hablar del maestro… No sé si me cautivó más la elegancia, la belleza y la plenitud de la palabra o la vitalidad y entereza de un corazón que se deshace, se esparce y se cuela en cada uno de los corazones de los que lo escuchamos, poniéndolos a reventar de emoción, transformando en erizos la piel y con temblores de cristal en la mirada.
¡Dios Santo, maestro! Oyéndote, me reconozco y me comprendo. Gracias, de verdad, por todo. Desearía tener tiempo e inspiración para extenderme más.
Entre tanta impresión gratificante de este encuentro inolvidable en Úbeda, sólo una especie de congoja; es como un inevitable sabor agridulce que me produce la sensación de que todo esto ha llegado con retraso. A muchos nos coge ya excluidos o a punto de dejar nuestro pupitre y nuestra cartera escolar. Y la revista Tanteos sólo pueda contar recuerdos y nostalgias.
Y, a lo largo de todos estos años, desde que abanamos el colegio, han quedado tantas historias vivas, tantas experiencias docentes, tantos testimonios y noticias que narrar y tantos encuentros por disfrutar…
Mi condición de alumno Safa —promoción 64— no me permite darle cancha (término muy de actualidad) al desaliento o a la desesperanza. El espíritu desafiante y emprendedor de Dionisio y José M.ª y el recuerdo y el latido vigoroso y siempre vivo dentro de nosotros de Jesús, obrarán el milagro para que se produzcan todas las propuestas surgidas del encuentro.
Mi agradecimiento también a Jesús Mendoza y al Director del Colegio por haber hecho posible que todo esto sucediera en la que fue durante tantos años nuestra casa.
Un fuerte abrazo y una muy Feliz Navidad para todos.
Madrid, noviembre de 2002.
 29-03-10.
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