Estoy intentando ordenar las ideas, las emociones y sensaciones vividas en aquel fin de semana de septiembre, y que se agolpan, empujándose por salir.
Ante todo, reconocer, admirar y agradecer a Dionisio su iniciativa y entusiasmo, su poder de captación, su capacidad de trabajo y sus dotes organizativas. La programación y desarrollo del encuentro en Úbeda así lo avalan, porque fue todo un éxito.
Volver al colegio, esperando encontrar a compañeros que no veías desde aquellos años —casi cuarenta— en que lo teníamos todo por hacer, era como un sueño. Felices años, vividos gozando de casi todo lo que se podía gozar en esa edad y en ese tiempo, pero sin ser conscientes realmente de lo que estaba ocurriendo dentro de nosotros; del cúmulo de vivencias, sensaciones, mensajes recibidos, formas de actuar y valorar el mundo que nos rodeaba, la diversidad de habilidades y capacidades para encarar cualquier adversidad; el estilo de vida, en definitiva, que nos marcaría ya para siempre.
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