Colabora, ayuda, participa. Es tu revista

En mis años de dedicación a la enseñanza, observé que siempre eran los mismos padres quienes organizaban las excursiones de los alumnos, sus salidas culturales, los actos de fin de curso y cualquier evento que se celebrase en el Colegio. Comenté el hecho con uno de ellos, profesor de sociología, y me contestó que, en casi todos los grupos humanos, un diez por ciento participa, ayuda, colabora y tiene iniciativas; un veinte por ciento les critica y el setenta restante acepta el devenir implacable del destino con beatífica resignación. No sé si los porcentajes son exactos pero el hecho es evidente. Hemos de romper esta estadística.

En aquel último verano del sesenta y seis, poco antes de terminar y hablando de proyectos y futuro, me contaba José Lorite la gran impresión que le había producido ver una película cuyo protagonista, muy mayor ya, miraba sus manos y bajando la cabeza susurraba: “¡Están vacías!”. (¿Te acuerdas, José?). La frase vuelve a mi memoria con frecuencia, sobre todo, cuando de nuevo pienso en mi futuro. Últimamente, don Jesús me ha convencido de que el futuro ha de plantearse con fe y con ilusión, de que aún podemos ser lo que siempre quisimos ser y que hemos de dedicar más tiempo a aquellas actividades a las que nunca pudimos dedicarlo. ¡Todo puede mejorarse! ¡Aún estamos a tiempo! ¡Siempre quedan cosas por terminar!
Mi futuro podría estar en Bustillo, cuidando el perro y las gallinas de mi suegra; tomando a mediodía unos “blancos” con Javi “El pollito” y Miguel, el panadero de Sahagún. Dedicando la tarde a jugar a dominó con Baltasar “El guarda”, con Fernando “El Chicharro” y con Antonio “El Granizo”. Luego, ya de noche, volver a casa, y disfrutar del campo y del silencio. No lo descarto. Sant Pol es otra posibilidad: una ventana al mar, libros, tenis y una estupenda cocina marinera.
Pero al final, surge siempre: Úbeda en el recuerdo y la inquietud por mejorar… ¡De calidad de vida!, —amigo Arévalo— auténtica inquietud por vivir mejor y más feliz, cerca de la Safa y de los compañeros. La idea me apasiona.
Inmerso en este remolino de recuerdos vuelven los duendecillos traviesos de la memoria y me recuerdan las “erratas educativas” del padre Navarrete, los “patinazos pedagógicos” del padre Baena. ¡Cuánto le hice sufrir! La ingenuidad beatífica del padre Arcelus —no confundir con Arzallus—. Las tretas del padre Gallego… y tantos y tantos recuerdos que vuelven también, con toda la fuerza de su juventud y de su ejemplo: don Isaac, el padre Jesús Mendoza, don Juan Pasquau, don Lisardo, don Sebastián López, el padre Fernando Pérez, el padre Sánchez, y un infinito etcétera que incluye a compañeros entrañables. Veo a don Jesús, muy joven, en clase de Preceptiva, con su traje oscuro —“Los sabios vestimos así”, decía un cuervo en El Bosque animado— y don Jesús pasaba la mano por las solapas de la chaqueta, se miraba el suyo y sonreía irónicamente, feliz entre sus chicos.
Crecimos juntos y de nuestros maestros aprendimos a pensar, a tener criterios propios, a no dejarnos influir por la moda o la tendencia del momento. Educaron nuestra voluntad, nos enseñaron a superar dificultades, a ser dueños de nosotros mismos, a aumentar nuestra seguridad y confianza. Conocimos el valor de la responsabilidad y trazamos nuestras vidas buscando siempre el camino más recto y exigente. Experimentamos la alegría de la generosidad y de la entrega a los demás; de la sensibilidad y del afecto; del respeto a la dignidad de la persona; y el valor del testimonio y del ejemplo.
Por eso, ayer disfrutábamos del encuentro, hoy nace Tanteos, y mañana dispondremos de una página web, que recogerá iniciativas y proyectos, y que irá acercándonos cada vez más. Me sumo al grito de guerra de Garzón: ¡Adelante! Hay momentos en los que pensar demasiado quizás no sea tan bueno. Sólo avanzar, sin desmayo, con la fe y la voluntad del navegante. Si miramos al fondo nos podemos hundir: el fondo es negro y el vértigo letal. Hemos dado el paso y ya no abandonamos.
Intento escribir con orden, buscando el ritmo en la frase y el sonido en la palabra. Pero las comas, ¡ay, las comas! Siempre me sobran, me faltan, se me mueven u ocultan, jugando al escondite en los espacios blancos del papel. Pero yo no abandono. Al contrario que aquel escritor al que no se le ocurría nada, pero seguía escribiendo, yo sería capaz de pasar años desempolvando recuerdos para restaurarlos y lucirlos en el lugar más primoroso de la casa.
Recobremos de nuevo la ilusión de aquel verano, de luz y de promesas, en que se abrió la puerta de la jaula. Recordemos aquel magnífico grupo de muchachos que alzó su vuelo al cielo de Granada, azul de fuentes, sueños y jardines. Volvemos hoy de nuevo; alguna pluma quedó entre los zarzales, y en las alas, ocultas, las llagas no curadas. No importa, seremos los de siempre mientras palpite intacta la ilusión. Gracias a todos por vuestra colaboración y vuestro esfuerzo. Empezad pronto a escribir los artículos del próximo Tanteos. ¡Ayuda! ¡Participa! ¡Colabora! ¡Escribe! ¡Es tu revista!
Un abrazo “de hierro”, que decía don Jesús.

 

29-03-10.
(57 lecturas).

 

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